Capítulo 7

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“Jamás te creas esas buenas intenciones, porque entre más te llenan la cabeza de tonterías… más armas van adquiriendo para destruirte.”
-Anónimo

Mi ojo derecho de abrió por instinto, la luz atravesaba la cortina y la ventana de cristal reflejando ciertos colores en el techo, me cuesta mucho respirar y me quedo 5 minutos viendo hacia los colores en el techo, sonrío. Un sonido horrible sale de la máquina que está a mi lado controlado mi ritmo cardíaco, no hay nadie en el cuarto, ubico mis manos en ambos soportes de la cama y trato de levantarme al hacerlo caigo de rodillas; una de las agujas de la primera intravenosa que tengo en el brazo, se desprende y caen gotas de mi sangre. Hago lo posible por limpiarlas con mi bata, dejo la intravenosa y tomo el instrumento que sostiene a la otra, paso por paso, cuando llegué a la pared incliné mi cabeza tratando de recuperarme.

Salí de la habitación, el pasillo parecía un desierto; pero no entendía si era de mañana debería haber muchas personas corriendo de un lado a otro, caminé por el pasillo con ayuda de las paredes y el soporte de la intravenosa. Miré el ascensor y pude ver a lo largo la recepción de este piso, apreté el botón para que viniera el ascensor cuando posé mi mirada en recepción… Sam Tyson apareció en mi campo de visión, el pánico fue subiendo hasta mi mente y golpeaba incesante el panel de botones, mi pánico hizo que dejara el ascensor y corriera a como podía por el pasillo, doblé en una esquina y respiré antes de que con un jalón me quitara la otra intravenosa y la aguja goteando sangre quedara con la bolsa de suero en medio del pasillo, corrí. Me tropecé y caí haciendo que el agujero donde salía la sangre, soltara más y más dejando manchas de sangre imposibles de sacar con un simple trapo y jabón.

Encontré las puertas de las escaleras  y me senté a esperar nada… no esperaba absolutamente nada. Coloqué mi cabeza cerca de la pared, me estaba durmiendo, no sé cuánto tiempo había pasado pero mi mente estaba divagando, viendo a mi padre cuando muy bien sabía que era imposible que mi padre quisiera estar en el momento en que su hija estaba internada en un hospital apunto de morir por no comer o por drogarse. Alguien colocó un brazo bajos mis piernas y otro detrás de mi cabeza y me llevó en brazos, al mirar a Taylor llevándome; me sentí tranquila y me acomodé mejor en sus brazos. Él sabía que estaba mal mi forma de vida, sabía que en cualquier momento darían malas noticias en mi nombre, sabía que ser mi guardaespalda principal no sería fácil.

—La sangre no saldrá tan fácil—murmuró a lo que yo respondí con un gruñido.

Cuando toqué el colchón, me hice un ovillo y escuché la voz de Layra en el fondo.

—Doctor, ¿Por qué está así?—su voz se entrecortaba.

—La última intravenosa es para mantenerla sedada, cuando despierte y esté consciente todo será diferente…

Fue lo último que escuché y volví a dormir.

Me senté de golpe al despertar, tenía frío y mis manos estaban más pálidas de lo que son, crucé mis brazos para mantener el calor; pasé la mirada por la habitación y me encontré con Layra y Taylor. Me miraban como una persona loca, sus ceños fruncidos daban a entender que algo malo estaba pasando y creía saber lo que era sin necesidad de preguntar.

Ellos te juzgarán de cualquier ManeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora