CAPITULO 4 "RAZÓN"

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De un lado a otro caminaba el arcángel San Miguel, observaba el rostro de Ludwig y de nuevo bajaba la mirada, tenía las manos hacia atrás, estaba muy preocupado, un demonio peculiar se había llevado al ser de luz más puro de todo el Edén. Ludwig se sentía culpable, pues Alfred estaba bajo su cargo y este había sido secuestrado por un demonio. Se sentía el peor arcángel del mundo, tal parecía que no era muy fuerte para poder evitar simples cosas como esa.

–Tranquilo Ludwig, sé que hiciste todo lo que podías, y por lo que me contaste, tal parece que ese demonio hizo algo en él, espero el este bien –

–Señor, no diga eso, solo hace que me sienta más preocupado, si algo le pasa a Alfred yo… –

–Calma, dios no desampara a sus hijos, pero, Iván no es un demonio cualquiera, es peligroso, quizás esté tratando de vengarse de nuestro creador, pero tomar de rehén a un ángel…es una gran fechoría–

–¿Vengarse?, Yo solo quiero ir a buscar a Alfred, voy a dar mi vida si es eso posible con tal de cumplir la misión que me encomendó, no quiero que le suceda nada, él aún no conoce todas la maravillas y es muy joven como para que sufra… tomare mis armas y me iré, traeré de vuelta a Alfred, lo prometo–

El arcángel Miguel asintió con la cabeza, Ludwig sin duda será el mejor líder, tiene esa constancia que en el paraíso necesita, aun así San Miguel iría mandar ayuda para Ludwig. Como había dicho tomo sus cosas y se marchó a la tierra en busca de ese demonio de ojos violáceos, se preguntaba que tipo de hechizo o poder tenia este para hacer que Alfred creyese que él era un ser bueno, tenía que ser fuerte para poder hacerlo –Iré por ti Alfred, solo resiste–

Mientras aquello sucedía en el cielo, Alfred flotaba alto sobre la hermosa pradera, llorando sin poder detenerse, tenía una dolencia que no lograba identificar, tanto le había afectado aquellas palabras de un vago demonio que empezaba a cuestionarse si en verdad podría llegar a ser un arcángel fuerte, estaban tan sordo y ciego por sus pensamientos que continuó flotando en el aire sin rumbo alguno, solo pensaba en Iván y en lo cruel que había sido su vida, aunque no sabía bien los detalles del por qué dios había llegado a ese extremo de castigarle de esa forma, pero debió haber sido algo muy malo.

Mientras seguía volando el rubio llegó sin darse cuenta a un pequeño poblado, la tarde caía y de no ser por el mugido de una vaca, no se hubiera dado cuenta de donde estaba, aquello le hizo regresar a la realidad y percatarse del lugar donde estaba sobrevolando, asustado por que los humanos podían verle, se escondió detrás el pastizal donde yacían animalitos comiendo, vaya que había sido imprudente al estar volando de esa manera sin rumbo, ya que no debía ser visto por los humanos, era la primera regla del ser un ángel, puesto que aquello podría influenciar en las creencias de estos hacia dios padre, pero Dios quería que los humanos lo amasen por voluntad propia. Alfred tenía que salir de ahí pronto, ya que no debía ser visto por ellos y no podía controlar ahora bien sus poderes de ángel, la inestabilidad de su sentir hacia que fuera incapaz de muchas cosas, así que permaneció oculto.

De pronto escucho unas risas que provenían cerca de donde estaba oculto, al parecer habían humanos cerca, tenía que permanecer callado para que no lo viesen, ahora era cuando deseaba haberle hecho caso a Ludwig y haberse ido con él, pero tenía que ser tan tonto para creer en la bondad de un demonio. Al inclinar su cabeza, se percató que su aureola ya no brillaba, asustado la tomo tratando de entender por qué no brillaba, pero su atención fue desviada cuando, por entre la hierba, observó a una pareja de jóvenes besarse cerca de él. Jamás había visto que los humanos hicieran eso, la mujer y el hombre estaban tan cerca, se tocaban mutuamente, acariciando sus mejillas, ella parecía experimentar algo hermoso, puesto que no dejaba de mirar al hombre que la acompañaba. Aturdido por no saber que sucedía no le quedaba de otra más que mirar, aquel par de humanos se susurraban cosas y juntaban sus bocas, no entendía mucho de lo que acontecía, pero si podía ver la felicidad en sus rostros. Por un momento él también se sintió contagiado por la felicidad de ese par de humanos, de igual forma ya pudo entender bien que era lo que se decían.

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