CAPITULO 5 "IVÁN"

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–Iván…– murmuro en voz baja aquel ángel.

–Pero yo no era el único, un hombre también lo estaba, pero ella no de él, así que este intento acabar con su vida por esa causa, alegando que “si no sería de él no iba ser de nadie más”, no pude contenerme y ver como acababan con la vida de ella, ver como ese ser estaba queriendo dañarla, así que me hice sólido y visible para poder asesinarlo–

El ser de blanco miraba con suma atención al oscuro, escuchaba cada palabra, se le erizaba la piel al oír lo que había acontecido tiempo atrás, sin embargo, aun así, no dejaba de opinar que Iván era bueno.

–Obviamente, falte a uno de los mandamientos, “amaras a tu prójimo como a ti mismo”,  no lo ame, solo lo deteste y lo maté. Gilbert estuvo presente cuando lo hice, al no detenerme también lo condene, pero ella logro salir bien. El amor que le tenía me hizo olvidar el amor a Dios y cometer pecado, ese mismo que cuando Dios se enteró, me saco del paraíso, nos abandonó en el infierno y nos quitó las alas dejándonos estos cuernos, los cuales crecen con el tiempo. Así es la vida que desde ese entonces tenemos, un demonio para sobrevivir necesita comer alma de un ángel o comer almas de humanos, prefiero comer ángeles, los humanos al final son corrompidos por los demonios no tiene caso acabar antes con sus vidas. Su nombre es Amelia, y ahora tiene 89 años humanos, para mí ha sido un pestañeo todo ese tiempo, pero como sabes, los humanos no viven toda la vida, deben morir para saldar el pecado de sus predecesores, así que a ella no le queda mucho tiempo de vida y Dios me ha castigado de esta forma, me va a dejar verla morir– apretó sus puños –Sabiendo esto, ¿aun consideras que soy bueno?–

Alfred aleto sus alas, tenía la vista decaída, Iván había matado a alguien siendo ángel, trataba de entender por qué el amor había llegado a ese grado, de hacer el mal. Se abrazó así mismo con sus brazos, suspiro y le regreso la vista al negro –Sigo pensando lo mismo, aunque no sé realmente por qué–

–Estas realmente estúpido, esa tiene que ser la razón– refunfuño y se paró en la rama –De verdad no te entiendo, deberías pensar que soy un monstruo, aborrecerme…-

–Tú no eres quien para decirme que debería pensar– levantó la voz, al darse cuenta que lo había hecho de nuevo agacho la vista –No entiendo nada de lo que me pasa– se escondido en sus alas y se abrazó fuertemente de las piernas, todo lo malo que Iván había hecho sin justificación para él no era nada.

Iván no sabía que decir o hacer al respecto, con aquella confesión creyó que podría alejar al ángel de una buena vez, pero tampoco había tenido éxito alguno con ello. No había más razón que una, Alfred no podía verle malo porque en cierta forma le estimaba, cosa que si alguien aparte de ellos lo llegaran a saber, podría causar una batalla entre arcángeles y demonios, pues un alma así, era demasiado deliciosa.

Poco le duró aquel sentir, ya que un arcángel estaba aproximándose a ellos, seguramente venían por Alfred. Chitó la boca y se puso en guardia. Alfred parecía no darse cuenta de ello y seguía en su posición, quiso avisarle pero ese ser de luz había llegado segundos antes de lo previsto.

-Te encontré- Ludwig se había hecho presente detrás del ángel quien parecía estar resguardado en sus alas, el joven ángel al oírlo se asomó asustado a verlo –Y tú… – le apunto con su hermosa espada.

–Espera arcángel Ludwig – menciono asustado Alfred.

Era la mejor oportunidad para dejar al ángel en manos de quienes él debía estar. Pero de repente, empezó a escuchar una voz –"Iván"– al principio no la reconoció, pero pronto supo que era la de su amigo Gilbert –"Regresa, Amelia…, ya está…"– abrió los ojos cuando escuchó que su amada estaba en su lecho de muerte, claro que le causaba un sentimiento.

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