CAPITULO 8 "NATURALEZA"

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Los seres humanos eran la creación perfecta de Dios, no solo por la belleza que poseían, si no por lo complejos que eran, tenían diversos tipos de sentimientos, desde los mas dulces hasta los mas devastadores, los cuales siempre venían acompañados de los sentidos. A través de estos podían expresarse entre ellos todo el sentimentalismo que guardaban, un beso por el gusto, una belleza por la vista, una risa por el oído, una fragancia por el olfato y una caricia por el tacto.

Apretando los ojos se encontraba Iván, claramente se escuchaba un leve sollozo que provenía de su voz angustiosa, el cual aun seguía suplicando a Alfred que se detuviese de la locura que estaba por hacer, estaba tan desesperado que no se percataba de lo que estaba sucediendo, incluso el extraño sentir de miedo le abrumó, miedo de perderlo para siempre, de no poder si quiera verlo. Estaba sumido en su propio desespero que su sentido del tacto no percibía lo que sucedía. El silencio reinaba, aquello solo pudo alterar más al demonio quien inquieto abrió los ojos en espera de encontrar nada, no obstante nunca espero que lo que vería lo dejaría pasmado.

Alfred había depositado toda su fé en esa hoja, la cual al hacer contacto con la piel fría del demonio nada paso, Iván parecía no notarlo, hasta que abrió los ojos, estaban de frente mirándose a los ojos, asustados por lo que estaba pasando, en el rostro del ángel se notaba escondida detrás de esa cara de asombro la felicidad.

-Alfred…- susurró entre dientes.

-Shh…- despacio empezó a mover el dedo hacia el pómulo de Iván, acariciándole de manera indirecta, una enorme sonrisa, tierna y llena de maravilla destaco del rubio, la cual aumentaba cada que lo deslizaba más.

El demonio estaba quieto observando lo que sucedía, estaba agradecido de que nada le paso al otro, aun seguía nervioso, cada que esa sonrisa crecía ante sus ojos, el miedo se reducía solo lo admiraba, para Iván no había nada mas bello que el ángel Alfred, su inocencia y brillo le dejaban perplejo. El dulce amor que expresaba en tan tenue rose de una hoja simple a su rostro era mágico, ese pillo amarillo había sido muy astuto, además, el semblante que tenia Alfred en esos instantes le hizo vibrar de emoción, tanta que se olvido de todo.

Cerró los ojos concentrándose en solo disfrutar de esa caricia, como un animalito recibiendo caricias de su amo. El blondo paseaba su dedo despacio, maravillándose de ese ser bestial, la suavidad de su piel, aun se lamentaba el no poder tocarlo directo, aquello era lo mas cercano que podría estar con el.  El demonio mordió suave sus labios, más aun cuando Alfred llevo su dedo hacia arriba de su rostro, pasando desde la parte derecha de su nariz, parpados y cabello, no paró hasta llegar a esa protuberancia de la cabeza, era rígida, las cuales los ángeles del Edén describieron como cuernos, su dedo subió mas y mas, sentía los pliegues de este, ya de cerca veía  cuan blanco era, casi tan blanco como las nubes.

Era muy difícil mantenerse quieto teniendo a tal celestial ser cerca, su espíritu se quebrantaba ante la omnipotencia del ayudante de dios, se sentía tan frágil, tan vulnerable. Sus ansias de tomarlo en sus brazos aumentaban, no podía, maldijo una vez mas a Dios por su condición, apretó sus puños y continuo quieto, solo movía su cabeza para dejar que su amado ángel acariciara mas de el.

Aquella proximidad hacia ver a detalle las pestañas albinas de Iván, los filamentos de ese cabello cenizo, el bello azul de los ojos divinos y el resplandecer de su rostro. Dos seres que algo mutuo compartían en se breve momento, algo que no se podía palpar, ni escuchar y mucho menos ver, ese algo era su devota admiración.

Ese momento anhelaban los dos que se quedara así para siempre, en esos ojitos violetas se observó el sentimiento removido desde su mas profundo interior, si de algo estaba agradecido con Dios, era de haber creado a Alfred, de haberlo hecho tan perfecto y hermoso como nada antes, de haberle dado tanta astucia y curiosidad para poder tener ese momento en su vida, justo ahora todo valía la pena, todo. Agachó la vista rendido ante él, tenia una sonrisa en sus labios, su vida cobraba sentido, el destino tenia algo en sus manos para el.

Alfred dejó escapar un suspiro muy largo, el quedarse inmóvil ahora le fue ya imposible al albino, gruñó frustrado de no poder hacer mas nada, se movió rápido hacia atrás puesto que se había perdido el control de la hoja, cuando esta cayó al suelo y se la llevo el viento lejos, ambos sintieron que la esperanza de estar juntos se alejaba cada vez mas rápido.

Ninguno dijo nada, solo Alfred se sostuvo del suelo con su mano,  bastantes misterios de la naturaleza y de Dios mismo se habian adentrado en su cabeza, su semblante borró esa sonrisa para pintar una de angustia mientras miraba el cielo, las dudas de todo solo crecían, le lleno de nostalgia el ver ya esa diminuta hoja desparecida entre el todo, su sentir ahora se expreso en un llanto silencioso, el cual solo se deslizaban esas lagrimas por su cara hasta tocar su túnica.

Iván por su parte miro de reojo melancólico, era doloroso si, incluso para el, pero siempre vivía muy pegado a su realidad, por ello no sufría tanto. Tomó una pequeña piedra y confiado la lanzó hacia Alfred, la cual golpeo su cuello.

-Auch…-

-Vamos, no te pongas así, el mundo esta lleno de arboles y plantas. Lo que has hecho fue muy peligroso, sin embargo estoy muy feliz de que lo hayas hecho, nunca nadie me había acariciado antes…- tomo unas cuantas ramitas y hojas del suelo para soplarlas y hacer que estas acariciarían las mejillas sonrojadas de Alfred.

El ente se levanto del suelo, camino un par de pasos alrededor del lugar, tenia en mente ya algo para animar al ser de luz, solo buscaba el medio, el cual no tardo en hallarlo, una enorme y extraña flor que destacaba muy encima de las demás, grande y amarilla, quien miraba al sol. Lo tomo en su mano con sumo cuidado de su tallo y rápido se acerco a Alfred, sentándose a su diestra cerca de el, desde ahí podía observar bien las plumas de sus alas, las cuales se movían conforme al viento.

Despacio sostuvo la flor y la extendió de tal forma que los pétalos chocaron de forma sutil la piel de porcelana del ángel, Iván sonrió, mas cuando esos ojitos turquesa crecieron. Ese gesto había sido como un beso. Despego breve la flor de la cara del rubio y este enseguida se tocó la mejilla.

Cálidamente se sonrieron, incluso sus risas se dejaron escuchar. Para ambos ese momento era muy único. De nueva cuenta el albino deposito esa flor en el rostro ajeno, esta vez en su nariz, deslizándola en todo su rostro, hasta poder acariciar su cuello, cuando deseo acariciar aun mas retiro el girasol y lo deposito suavemente en el regazo de su amado ángel.

-Jejejeje…- bajo su mirada dulcemente a ver esa flor, la tomo entre sus manos y la pego a su pecho. Algo en el mundo los unía, la naturaleza misma.

-Tengo el mal de los humanos por ti…- susurró el demonio cerca de ese oído -Te amo...-

Era la primera vez que Iván lo decía tan abiertamente, ahora no era un secreto su sentir y por lo hermoso del momento lo había dicho.

Mientras tanto en la corte celestial se veía al ángel Ludwig tomar sus armas, el arcángel san Miguel le había encomendado la búsqueda del joven, se reprochaba a si mismo el no haber sido capaz de protegerle como debió, que por ello ahora andaba tan apegado a ese ser del aberno, le dolía en el alma saber que su vida corría peligro, ya listo salió fuera de las puertas doradas del edén, ahí estaba el ángel Arthur quien era un ángel muy listo, tenia un semblante algo serio pero estimaba a Alfred ya que el fue quien le coloco su aureola, el tenia fé en ese nuevo ser y por ello deseaba ayudar, también estaba el ángel Francis, un ser que no entendía bien cual era su poder, no importaba eso ahora, cualquier mano era bien recibida para ir en busca de Alfred.

Arthur se acerco a Ludwig y le comentó -Estamos listos ángel Ludwig, ¿Dónde comenzamos a buscarle?-

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