9:Todavía esa maldita caja

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Caro

Según mis cálculos, ya llevábamos varias horas caminando en círculos, y nuestro esfuerzo no estaba dando frutos. No había rastros de una caja ni nada que se pareciese a ella. Manutt dió falsas alarmas, pensando que la podríamos haber encontrado, cuando en realidad eran ramas, pilas de hojas y otras cosas; y esto nos desilusionaba cada vez más.

Yo me quejaba de cosas de la vida, para alivianar la atmósfera, pero las dos sentíamos preocupación.

¿Y si nunca encontrábamos la caja?
¿Y si nunca encontrábamos a Mica y Maia?

Pero había que seguir intentando.

De la rabilla de mi ojo veía algo extraño en un árbol, pero algo me decía que no valía la pena que me ilusionara, porque al final iba a ser otra de las tantas falsas alarmas. Sin ningún ánimo me fui acercando al árbol, y mi visión se fue aclarando. ¡Había un flecha en el árbol!

-¡Caro!
-¡Manu!

Las dos exclamamos el nombre de la otra al mismo tiempo; nuestras miradas se encontraron. Manutt estaba sentada en el suelo a unos metros de mí, y fue la primera en reaccionar: sin apartar sus ojos de los míos, señaló al cielo. Seguí su dedo y ví una gran humadera, que era muy nítida por el cielo despejado y la luna que la hacía brillar.

Ese día estábamos con la telepatía; las dos nos levantamos al mismo tiempo y corrimos a la par en la dirección a la que apuntaban las flechas en los árboles, y efectivamente, nos condujeron al lugar de donde provenía la torre de humo. Al lado de una gran fogata, estaban July y Vicky, como en un trance, mutando y con una pequeña caja entre sus manos.

-¡Chicas! -grité, y me acerqué corriendo a ellas, pero no se movieron ni un centímetro; ni siquiera se distinguía si estaban respirando o no.

Virginia tenía la mirada fija en un punto justo por encima del hombro de Julia y viceversa, y no había intercambio de palabras alguno. Solo estaban allí sentadas.

Manu y yo, desconcertadas por lo que estaba aconteciendo, nos sentamos lenta y silenciosamente al costado de ellas, enfrentadas. Y nos llevamos un gran susto.

-Habría que abrirla -dijo repentinamente Vicky, sin mover ni la mirada, cosa que me asustó como nada antes.

Nadie respondió. Manu y yo intercambiábamos pensamientos, preguntándonos si la deberíamos abrir o no. La ansiedad me mataba y los nervios me caromían. El suspenso fue tal que no dí más y la abrí lo más rápido que pude, mirando para el costado. Ahí fue cuando todas reaccionamos. Nos acercamos para ver lo que había dentro y yo, que ahora estaba en el centro, lentamente di vuelta mi cabeza para poder ver también.

El fondo de la caja era negro, y como era de noche, parecía no tener fin. Lo más raro era que se veía la punta de cinco cosas que se asomaban, pero no se llegaba a ver ningún objeto en su totalidad. Yo fui la primera en sacar algo de la caja. Por afuera, la caja parecía pequeña, pero por dentro no lo era, para nada. Agarré la punta de algo, y tiré hacia afuera delicadamente. Era una pulsera... no, era una cadena, con un dije de ying yang en la punta. La inspeccioné como si fuera un tesoro; era bonita. Fui deslizando mi mano de arriba a abajo, empezando por la abertura para ponérsela, y terminando en el dije. Cuando llegué a él, lo sostuve con mis dos manos y casi me da un infarto, pensé que lo había roto, pero comenzó a salir de él una luz blanca tan brillante que me cegó; de la nada se volvió un poquito más pesada. Cuando recobré la visión, tenía una espada y un escudo en las manos. Grité un poco y salté para atrás. Eran extremadamente livianos, considerando que estaban hechos de metal, pero lo que más me sorprendió fue lo finos que eran. Tenían un hermoso diseño de curvas blancas y negra que se entrelazaban; transmitían seguridad y armonía, pero una rebeldía y audacia acompañaban ambos artefactos de una forma sinigual.

La siguiente fue Manu. Sacó de la cajita la puntita de algo de madera. Fue saliendo de a poco y parecía que no terminaría; era enorme. Lo sacó por completo y se pudo apreciar lo bello que era. Era un gran arco de madera. A decir verdad, yo no sé nada de maderas, pero parcía ser una madera muy inusual y resistente. Tenía detalles de flores y hojas, y tenía enganchado un carcaj con varias flechas.

July fue la tercera. Sacó un mango, que se fue extendiendo y terminó por ser una gran katana. La movió en un movimiento de "S", y su delgada hoja de metal reflejaba la luz de las estrellas. Desde el momento que la agarró, me di cuenta que era perfecta para ella. No tenía problemas para levantarla, no parecía demasiado pesada, o ella tenía bastante fuerza. La movía naturalmente y pasaba el dedo por la hoja como si fuera una experta, examinándola detenidamente, y poniéndose cada vez más feliz. Se que sonaba raro que una hija de Apolo como ella no hubiera recibido un arco y un carcaj, pero la verdad, considerando cuán perfecta lucía aquella katana al ser albergada entre las manos de mi hermana, nada lucía fuera de lugar.

La última de todas fue Vicky, pero quedaban dos cosas dentro de la caja. No dijo nada, se notó que dudaba en agarrar una, incluso ambas. Se decidió, y sacó las dos al mismo tiempo. Eran espadas idénticas, más cortas que las mías, pero por como las agarraba, mucho más pesadas.

Estaban todas hablando de sus armas nuevas, pero yo me alejé un poco porque me comencé a sentir mareada. Me senté y al lado mío encontré un papel.

-Seguramente estaba dentro de la caja -dije, pero nadie me escuchó.

"Ahora que abrieron la caja, lo damos por empezado. Las armas nuevas: un regalito de mi parte para que al menos sobrevivan diez minutos"

Fueron ocho minutos antes de que empezaran los problemas.

Cliff-hanger para que se divierta.
~Vicku

Las hijas perdidas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora