Soy yo

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9.

Los días de Naruto siempre fueron muy básicos:

Despierta, oye las quejas desde las 6 am hasta las 7 am de la casera sobre el dinero de debía pagar repetidas veces, donde a cada grito chocaba la puerta con sus nudillos insistiendo en la pobre madera aún cuando ya había dejado abolladuras en la misma.

(Naruto había comprendido que la razón por la cual no le dejaba pagar el alquiler mensualmente como todo el mundo y sólo cada día a esas horas era para tener una excusa de gritarle.

Hacía todo más fácil saber la razón? No).

—¡Uzumaki! —el rasposo grito volvió a sonar a la distancia.

Un día más entonces pensó ida mente y sin energía. Un día más de mi vida.

Elevó la cabeza sacando la almohada que antes había estado tapándola. Vio su cuarto, las cortinas abiertas y por donde la luz pasaba, tres de sus trajes naranjas uno encima de otro en el suelo. Dos pares de sandalias, y su cuaderno de resorte pequeño apilado en el suelo. 

—¡Uzumaki!

Naruto suspiró.

—Son las... 5:58 oh, —inspiró—, hoy madrugó la señora Kano —dijo viendo su pequeño reloj azul.

Los ruidos de la puerta no cesaron. Supo que tendría que ponerse de pie, avanzar hasta la entrada, entregarle el costo del día por su apartamento, cerrar la puerta y hacer todo antes que despertara a los demás vecinos obteniendo de nuevo pintura y rajaduras en la puerta en venganza.

Y así lo hizo.

—Por fin te dignas a hacer apariencia.

—Buenos días señora Kano.

La mujer bufaría, gruñiría, haría una mueca o haría un movimiento que pareciera que quería golpearlo pero se detendría al final dependiendo de su ánimo del día. Exigiría los pocos billetes que conformaban por treinta el costo de su alquiler. Y cerraría su puerta aun siendo un lunes, sábado o domingo.

—Vete de mi edifico demonio —algunas veces diría antes de irse.

Naruto siempre suspiraría después de cerrar la puerta. A veces un dolor por el odio sin sentido escalaría por su cuerpo por minutos enteros nublando su vista y acortando su aliento. Otras una de decepción por si mismo por soportar eso todos los días en silencio.

Algunas era indiferencia.

Otra deseos de morir.

—Un día más —repitió tachando el día con marcador rojo justo en la casilla del calendario guindado en su nevera.

Si eran lunes, miércoles o viernes se daría una ducha rápida, engulliría un tazón de ramen instantáneo y saldría vestido con su chaqueta naranja de siempre, pero con la diferencia que bajo el mismo en vez de una camiseta negra; se pondría una verde claro.

Esos días correría por la calle hasta la zona roja de Konoha, la cual sólo estaba a dos cuadradas de su apartamento.

—¡Naru-chan, Yuhu, por aquí! —la voz lo saludaría desde lejos.

Sonriendo por primera vez en el día aceleraría el paso.

—¡Yui-chan!

—¡Niño cuidado con la mercancía que de eso vivo! —Yui-chan rió abrazándolo con fuerza después que hubiera saltado a sus brazos.

Sólo una vez ambos hombres satisfechos del contacto se separaron.

—¿Listo para trabajar campeón?

A Single ChangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora