Rosado

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4.
El siguiente color que Sasuke notó fue el rosado.

Había sido un día simple y monótono. El Niño Nara se había quedado dormido —como cosa típica— en medio no sólo de la clase, sino de un examen —no tan típico, pero tampoco de verdad sorprendente—, lamentablemente eso no le había gustado al profesor... ¿Kanto? ¿Kuro? ¿Todd? Nah, no es como si Sasuke le prestase atención. El maestro con una cicatriz en forma de óvalo en su nuca.

En fin... Debido a eso terminó siendo una mañana de sólo regaños y charla sobre la responsabilidad, honor y etc etc. Ni cuando Sasuke era un niño había recibido tanto castigo. Madre siempre había parecido feliz con él, los demás del distrito siempre lo habían visto como el segundo hijo de la casa (el que no iba a tomar el puesto, el menor de la familia), y padre muy pocas veces realizaba su existencia.

Pero era extraño. Porque de una forma rara y compleja, se sentía bien. Ahora aunque fuera  interesada, engañosa, con doble intención y fines de lucro, a sus  maestros sí le importaban cómo se comportaban al final.

Y eso era un cambio.

—Hum —murmuró viendo al suelo. Se puso una mano en el pecho e inspiró, por alguna razón realizar eso le había liberado un peso, uno pequeño, pero que había estado indetectable hasta el momento a un lado de su corazón.

Alguien le importaba su futuro. Alguien creía que podía hacer el cambio si lo quería hacer.

Sólo Itachi lo había pensado. Y aún así al final nunca quiso estar con él tiempo antes del final. Lo había abandonado como todos. No había esperado nada de su parte.

Una voz le detuvo dos pasos después.

—Vamos vamos anima esa cara —dijo con una sonrisa la vendedora de helados a dos bloques de su casa, sus brazos eran gordos y sonrisa amable atrayente. Sacó algo de su carro y le ofreció una paleta verde olivo—. ¿Cómo te ha ido en el nuevo apartamento Sasuke-chan? ¿Ella se está portando bien?

Luego de haberle dado el primer bocado a la paleta (oh, limón) y ver a la mujer por unos segundos entendió que se refería a la planta.

Extraña mujer, pensó dándole otra probada. ¿Cómo sabes que es un ella? Se preguntó.

—A crecido —proveyó recordando. Debía haberlo visto llegar cargando la planta esa era la única explicación.

—¡En serio! Bueno, perfecto. Las plantas son el reflejo de sus ambientes ¿sabías eso Sasuke-chan? Sólo crecen en buenos sitios y con buenas manos. De ahí lo de tener mano verde. ¿Así que eso quiere decir que le estás dando mucho cariño y amor no es así Sasuke-chan?

La paleta llegó a tocar sus labios, la mujer se dio media vuelta y atendió a otro hombre con su hijo de dos años antes de voltear. Fueron como tres minutos de diferencia, pero se encontró con el (casi) último Uchiha parado y mirándola con una mueca extraña en los labios. Temblorosa en una esquina y mostrando parte de unos dientes.

—Eso creo —estuvo de acuerdo. Miró la paleta y asintió—. Gracias por ella, fue un buen gesto.

Viéndolo marchar la mujer se sacó el gorro de la cabeza y se frotó la nuca dudosa. Tenía una sonrisa incómoda en los labios y no podía dejar de ver la espalda del moreno mientras se alejaba.

—Eso fue una sonrisa, ¿verdad? —preguntó en voz alta. Lo miró, negó, luego lo miró un poco más y al final suspiró—. Pobre niño, no saber ni siquiera cómo sonreír, voy a tener que regalarle muchos helados de ahora en adelante si quiero ser de ayuda —murmuró negando con la cabeza.

A Single ChangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora