Hola vecino-san

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14.


—¿Puedo preguntar qué fue lo que paso hoy o acaso tendré que enterarme por el consejo sobre mi cuello en la reunión que ya solicitaron para dentro de una hora, Sabueso?

Con la última palabra dicha el anciano Hokage exhaló una nube de humo que extendió sobre sus cabezas hasta el AMBU de rodillas frente a él con su máscara de perro cazador. Sabía que su tono venenoso había sido captado y su enojo notado. Al lado de él las manos en guantadas del otro AMBU temblaron y Sarutobi fijó su mirada en él.

—¿O debería acaso preguntarte a ti en vez del líder, Mantis? —entrecerró los ojos y el chacra de la figura saltó rápidamente—, al fin de cuentas era tu responsabilidad según los horarios el cuidarlos fuera de los parámetros en ese momento.

Perdone la interrupción, pero Yo soy el líder de la misión Hokage-sama, eso me concede que los errores de mis subordinados caerán únicamente sobre mis-

Un chasquido.

Silencio. —La boca del Ambu cerró en un audible click aún a través de la máscara. De los labios del Hokage salió in suspiro lamentable pero sus ojos se mantuvieron como piedra sobre los dos subordinados. Los puños de Sabueso se apretaron cerrados contra el suelo. No podía tenerlo ahí, captó. Estaba inestable—, estás retirado, Sabueso.

Desapareció.

—Y tú, Mantis, —miró a la máscara con líneas verdes simulando antenas en la frente y a la boca que sujetaba a los machos de su especie y los descabezaba pintada también, una que hacía representación a lo que la naturaleza del AMBU era, lo que Mantis podía convertirse, ¿sería una buena idea lo que estaba a punto de hacer Sarutobi? Lo dudaba mucho. Pero el consejo cada vez daban un paso más en las discusiones desde que permitió el traslado del Uchiha del conjunto, (y cómo sabía el Hokage que se iba a arrepentir de su decisión cuando la tomó, pero era muy tarde como para regresarlo. Si lo ordenaba cerraría al chico por completo, más que antes, más que a Itachi), y la hija de los Haruno había sido una variable que no había tomado en cuenta. Pobre Naruto, si supiera que todos temían que hiriera a sus únicos dos amigos. Que toda la aldea exigía por alejarlos de su clase, de sus calles, y de sus vidas.

Mantis se tensó y la máscara subió desde el suelo para verlo a los ojos.

Un peso más en estos cansados huesos puede que no me rompa aún, pensó con pesadez.

—Tengo una nueva misión para ti —decretó. Y luego hizo ordenó—: quítate la máscara, no la necesitarás por el tiempo siguiente.

Con un fluido movimiento Mantis lo hizo.

...

Mantis ingresó a su apartamento en el área de shinobis en actividad constante de la aldea (en el tipo de conjunto de edificios donde nadie se estresaba si entrabas por tu ventana, donde era normal una explosión en medio de la noche o desaparecer por meses en misiones para volver y salir de nuevo sin dejar rastro más que el pago respectivo en la entrada del edificio. Donde todos cuidaban de todos, pero a la vez, nadie lo hacía) y al instante retiró dos maletas en las cuales guardó todo lo que consideró esencial pero no importante. En quince minutos las tuvo listas en la entrada de la casa y fue directo a su guardarropa en donde se retiró su armadura, armamento y ropa de misión para cambiar por civil, sacó de la gaveta un vestido rosado pastel con flores en el borde, que llegaba hasta sus rodillas y cubría su pecho por completo, se lo puso, tomó de la parte de abajo unas sandalias marrones y unas pulseras con flores en ellas.

Se vio al espejo.

—Repugnante —escupió llena de odio.

Dio un giro al rededor de ella, notó que el largo del vestido no dejaba al visto la parte de arriba de sus muslos.

A Single ChangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora