Capitulo 9 -Ajustar cuentas.

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Y así lo hizo. Al menos hasta que se acabaran las fiestas navideñas y el viento de enero empezara a soplar por las ventanas de las casas de la gente. Era un nuevo año, se supone que las personas debían hacer una lista de metas y prometerse que serían nuevas y mejores personas. Hasta ahora, la única meta de Valeria era no extrañarlo tanto, porque eso era lo que estaba haciendo todos esos días.

Pero aun así estaba cumpliendo su palabra. No le había puesto un dedo encima desde aquella noche. Quizás ya estaba creciendo. Ya no lo necesitaba.

En el barrio entero, es decir, entre todos los muchachos y muchachas, corría el rumor de que ella y Gregorio tenían algo, era un chisme, los chismes se riegan rápido, como la pólvora. Había un reloj en tiempo regresivo para que alguna vecina chismosa le salga con eso a su mamá, y entonces la tacharía de mentirosa, por todas las veces que le preguntó si tenían algo ella y Gregorio y lo negó.

Pero al menos por eso, por el chisme, las chicas la volvieron a admitir en su grupo definitivamente.

Por un momento, Valeria sintió que nunca más volvería a besarlo y solo por su orgullo. Él parecía haberlo olvidado. Ni siquiera se detenía en la esquina, parecía invisible, quizá porque ella ya no lo veía.

Y tal vez así todo era mejor.

Sin sombra, sin él. Así ella estaría bien. Tenía su vida de regreso.

¡Dios!, ¿por qué se miente? Él está dibujado en ella. No puede borrar su nombre de su piel. Lo necesita, ¿pero cómo le va a decir eso?

No lo iba a hacer. No lo haría aunque sus huesos se secaran por falta de él.

{~}

—La verdadera vida es en la madrugada, en la oscuridad. —Argentina decía a todas. Valeria tenía la cabeza recostada de las piernas de Nina y miraba al cielo sin estrellas. Escuchaba atenta todo lo que decía ella—. Un día las voy a llevar. La Casa Central, donde Norcuros y Surcuros se reúnen para socializar. Es algo metafórico, no se llevan bien la otra parte de tiempo. No es una pelea a muerte tampoco.

—¿De qué parte somos? —preguntó Valeria.

Era increíble. Ahora ella podía hacer preguntas, ahora era una de ellas. Todo por el rumor de ella y Gregorio que nadie negaba. Era alguien, era todo lo que siempre quiso. Sin embargo, lo extrañaba a él.

A La Sombra.

—Es el sur, surcuros.

—Yo viví toda mi vida, desde pequeña, pensando que esto era una leyenda, ¿pero qué hacen exactamente? —preguntó Marian.

—Lo usual. Drogarse, beber, pelear, actuar como estúpidos y equis. —Un chico se paró al lado de Argentina y se bajó a su nivel. Argentina volteó y comenzó a hablar con él. Su semblante cambió. Era Ramírez. Valeria movió la cabeza para ver quién más andaba con él. Ben estaba ahí, y de pronto su corazón empezó a latir fuerte, sin control.

Valeria se levantó de las piernas de Nina. Lo miró. Solo lo miró y no apartó la vista. La gorra que llevaba puesta ocultaba parte de su cara.

—Ay, chicas, vuelvo enseguida. —Argentina se levantó y haló a Rose con ella. Las chicas, incluyendo a Valeria y Nina se quedaron allí sentadas.

—¿Para qué creen que Ramírez y La Sombra vinieron a buscarlas a las dos? —preguntó Marian.

—Argentina y Rose le deben a Ramírez mucho dinero. Y para pagárselo están haciendo cosas —reveló Estefani. Ella era una chica callada, a veces, otras, no tanto. Escondía mucho de ella en realidad.

—¿Qué tipo de cosas? —Nina entrecerró los ojos.

Estefani frunció los labios. Los tenía tan rojos como una manzana.

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