Capitulo 11 -Marcas de amor.

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Son las nueve de la noche y Valeria está buscando a Nina en su casa. Tiene una sonrisa en la boca. Está feliz. Y no va a dejar que nadie dañe sus planes. Está convencida. Después de tres meses y algo más, sabe que siente algo por La Sombra, solo necesita que él admita que siente algo por ella.

Así era para Valeria, que él la amaba, eso creía.

—¿Valeria?

—Nina, necesito un favor —le susurró—. Si mi mamá te llega a preguntar lo que sea mañana, o te manda a buscar con alguien, dile que estuve aquí, que dormí en tu casa. Por favor.

—¿Y a dónde vas? —le preguntó, como si ya no especulara nada.

Valeria sonrió mostrando los dientes y Nina se sintió culpable. ¿Cómo dejó que a su mejor amiga la engatusaran así? Es que se le notaba tan feliz con algo que sería tan pasajero... ¿Por qué se enamoró de alguien como él, si siempre imaginó que Valeria merecía algo mucho mejor?

Nina lo iba a enfrentar delante de todos. Para que se avergonzara, para que todos en el barrio supieran que La Sombra había robado la inocencia de Valeria y que le iba a romper el corazón. Pero volviendo a mirar a su amiga, con esa genuina sonrisa y esa felicidad que emanaba de su ser, solo asintió. Y después la abrazó contra su cuerpo. ¿Dónde se había ido la pequeña Val que solo hacía las cosas que ella misma aprobaba?

{~}

Estaba fumando cuando Valeria llegó. En realidad, él no sabía por qué creyó que no vendría, quizás pensó que aún estaba asustada de salir de su casa y encontrarse con Ana. Pero, ¿asustada? Podría describir a Valeria de muchas formas, pero una chica asustadiza, no, al menos desde que empezó a conocerlo. Ella había cambiado. Definitivamente, era más valiente. Su imagen de niña frágil era solo una coraza para que los demás no vieran su gran poder y lo fuerte que era, realmente lo era.

Cuando Valeria entró, estaba reteniendo el aire. Lo notó por la forma como su estómago desaparecía debajo de su blusa. Llevaba unos pantalones jeans ajustados, y una mochila al hombro.

—¿Vendrás a vivir aquí? —Ben se provocó.

Valeria soltó el aire. No le gustaban los cigarrillos, por asociación de ideas le traían malos recuerdos. Pero al menos a él se los dejaba pasar, hasta le gustaba el sabor que adoptaba en sus labios. Sin embargo, respirar el humo era otra cosa. En el colegio ya habían hablado de las consecuencias que los cigarros tienen en las personas, y lo sabe, y se lo ha dicho a Ben miles de veces. Pero no escucha. O al menos, solo finge escuchar, y fuma cuando sabe que ella no irá. No sabía por qué lo estaba haciendo ahora.

—Se supone que estoy durmiendo en la casa de Nina.

—¿Cómo lo hiciste?

—¿En serio vamos a hablar de ella? —Dejó caer la mochila al suelo y caminó a la cama, se sentó. La Sombra desapareció en el baño y después salió. Había ido a botar el cigarrillo.

Se sentó al lado de ella, y deslizó la mano por su cintura, hasta empujarla a recostarse.

—¿No quieres hablar conmigo?

—Sí, sí quiero —respondió Valeria—. Pero no de ella.

Porque estaba enojada con ella, aunque ella la hubiera cubierto, no aprueba su relación con él. ¿Cómo se atreve?

Cuando Ben se hincó en la cama, el colchón cedió ante su peso. Deslizó su blusa hasta debajo de su brasier. Besó la piel expuesta y después miró a Valeria.

—Quiero hacerte algo, ¿puedo?

Su pregunta fue irónica, ¿en serio lo iba a preguntar?

Valeria negó con la cabeza.

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