Capitulo 32 -Volando en la nada.

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Volando en la Nada

Valeria consiguió entrar al cuarto de Ben en la tarde, cuando ya eran las cinco y media. Aun llevaba su uniforme y tenía el trasero entumecido de esperar a que el papá de Ben y el doctor salieran de la habitación.

Lo primero que hizo fue acercarse a él rápidamente y pegarse a su cama, pero no podía tocarlo, tenía apósitos en el brazo derecho y uno en la parte derecha de su cuello y parte de su quijada. Había unas que otras quemaduras inferiores en sus dedos y en su cara.

—Mi amor... —susurró al verlo así.

Ben la miró y sonrió.

—Me salvaste.

Parecía delirar.

—¿Qué?, pero yo no estaba ahí, lo siento... debí quedarme. Lo siento, Ben, te quiero con todo el corazón. No vuelvas a asustarme así.

—Me llamabas y me alentabas para que me levantara... —Se rio con voz ronca, con los ojos cerrados—. Yo estaba soñando

—aclaró, y entonces Valeria entendió que soñó con ella. Quizás él siempre soñaba con ella, eso la hizo sentir bien.

Pero después recordó su condición y su estómago se hizo un revoltijo mientras miraba su brazo vendado.

—Dijeron que era una quemadura de segundo grado. Volverá a la normalidad en unos meses.

Valeria se mordió el labio.

—¿Y aquí? —señaló la parte de su cuello.

—Esa duele como el demonio...

—¿Quién intentó hacerte esto? —Sabía que no había sido un accidente. Estaba más que segura.

—Ojala supiera... —exhaló, en parte mentira, en parte verdad—. Cuando quitaron la piel de mi brazo podías ver la carne rosada y en algunas partes blanca, se hicieron unas ampollas en mis muñecas que después explotaron, fue algo horrible. Uh, intentaron sanar la cortada de mi palma. Muero por fumar algo.

Valeria movió su mano y sintió el dolor aún en su palma, él tenía la suya también, lo de ellos era real.

Valeria dejó que se siguiera quejando.

—Estoy feliz de que estés aun aquí. —Se inclinó para besar sus labios cuando él terminó de contarle todo lo que le salió decir.

Gregorio entró. Se limpió la garganta.

Valeria se alejó de Ben, y vio a Gregorio allí de pie.

—Azaroso, me causaste un paro cardiaco —sonrió nervioso, sus labios estaban blancos.

Ben le sonrió y Gregorio dio pasos a la camilla, como no creyendo que siguiera vivo.

—Lamento causarte daño, eh.

—Uh —golpeó su brazo sano suavemente—. ¿Cuánto tiempo estarás postrado?

—No lo sé, papá piensa que tengo diez años y no dejará que me den de alta hasta que empiece a nacer nueva piel en el brazo.

Gregorio hizo una mueca de desaprobación y disgusto.

—¿Te quemaste todo ese brazo?

—El cuello, y otras más, la del brazo es de segundo grado variando a profunda, la puerta estaba en llamas y cuando la empujé la madera encendida achicharró mi piel.

—¿Dolió mucho? —preguntó Valeria. Ambos amigos la miraron.

—En realidad, los nervios de aquí —señaló su antebrazo—, están un poco dormidos y no duele tanto. Pero mi piel estaba rosada en la muñeca, cuando explotaron las ampollas, y la quitaron como si fuera simple tela y el brazo quedó quemado, se sintió molesto. Lo lavaron y después pusieron una pomada y este apósito.

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