Capitulo 30 -Cenizas.

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Cenizas

Ben estaba despierto desde las tres de la mañana. Tenía su cama llena de pantalones jeans y dos de vestir, algunas camisas y zapatos de ocasión. Se sentó en el sofá a esperar que fueran las cinco, y a las cuatro y media salió a la calle para esperar a Valeria. Casi faltando cinco para las cinco de la mañana, Valeria estaba caminando por la acera. Estaba todo muy silencioso y no estaba oscuro, pero tampoco estaba claro. De hecho, estaba agradable, aun así se sintió enfermo porque caminó tan sola a esa hora.

Cuando ella lo divisó sonrió, y él no pudo evitar sonreír. Ella parecía toda una empresaria o algo así. Tenía una falda a las rodillas y unos tacones bajitos que le daban un buen porte. Además de la camisa que quedaba ni muy floja ni muy apretada en su torso. Su cabello estaba recogido en una elegante recogido y se había puesto solo un poco de maquillaje.

Ben la abrazó y la besó en medio de la acera.

—¿Ya te vas?

—Sí —asintió

—¿No quieres entrar a desayunarte?

—En serio está tarde.

Ben la miró por un segundo. Valeria soltó el aire y accedió a entrar a su casa. Sorpresivamente, había una taza con té encima de la mesa. Valeria lo tomó y bebió un poco de él.

—¿Y después que tomes el bus, a dónde te dirigirás? —preguntó.

—Voy a tomar un taxi a la universidad.

—¿Dónde queda?

Valeria lo miró a los ojos.

—Eh... en el corazón de la capital...

—¿En serio? —preguntó con una sonrisa en la boca—. Tú no tienes idea de dónde queda la UDA, ¿cierto?

—Claro que sé, mi tía vive a unos cuantos kilómetros de allí.

—¿Segura?

Valeria soltó la taza porque sus manos estaban temblando y se había quemado los dedos con él té derramado. Fue al fregadero y se mojó la mano con el agua de la pluma. Apretó los dientes.

—No tengo la mínima idea de a dónde me dirijo y está súper tarde; seguro perderé la cita. Estoy perdiendo la cabeza.

—Yo puedo llevarte en mi jeep.

¿Por qué no lo había dicho antes?

—¿En serio?

Ben tenía el ceño fruncido.

—Sí...

Valeria sonrió y caminó hacia él.

—¡Por qué entonces no me habías dicho!, ¿por qué?

—Tú tienes que crecer, y además, si no querías que yo fuese no iba a insistir, porque no me preguntaste.

—Pero la gasolina... —Valeria desvió la mirada al suelo—. No puedo hacerte gastar más dinero.

—Dame los tres mil pesos que te di.

Valeria lo sacó de su carterita.

Ben le quitó la carterita de la mano.

—No carteras, ¿para qué?, ¿quieres llamar la atención? —La lanzó al mueble y le dio el dinero en la mano—. Espera aquí.

Ben se metió al cuarto y Valeria lo siguió. Se había quitado la ropa en bola de humo y ya tenía puesto el pantalón de tela hasta la cadera.

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