Capitulo 25 -Palabras malditas.

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Palabras malditas

Valeria estaba detrás del mostrador colocando en su lugar las nuevas donas que habían venido de la panadería recién hechas. A través del cristal pudo ver un par de tenis que había visto antes.

Lo había reconocido por el color verde chillón. Era Alejandro, pero cuando se levantó para verlo se asustó. Tenía un moretón en la nariz y su boca tenía puntos, además del rasguño que casi se sanaba muy cerca de su ojo izquierdo.

Valeria se tapó la boca.

—Dios.

—Buenas tardes, ¿puedes darme una bebida de limón, por favor?

—Puede lastimarte la boca —respondió Valeria.

Con la herida que Valeria tenía en la lengua su voz había cambiado porque no podía moverla mucho y eso deformaba un poco su pronunciación. Además, sabía que los cítricos ardían como el infierno. Cuando su mamá le preguntó que por qué hablaba así, respondió que se había mordido la lengua al comer.

—¿Qué te pasó?

—Valeria, por favor, dame lo que te pedí —insistió.

—¿Ben te hizo esto?

No respondió. La chica que estaba al lado de él no le había quitado los ojos de encima a Valeria. Por eso Valeria volteó a verla, porque sentía sus ojos sobre ella. Después de haberla mirado la reconoció cómo la chica que le había escupido en la cara por Gregorio, ¡y ahora estaba con otro chico!

—Lo siento —dijo Valeria con la boca seca. ¿Venían a buscar venganza y a golpearla entre los dos? Los pensamientos en su cabeza fueron incluso más sádicos e incluían un puñal. Giró la cabeza para ver si podía ver a Patricia atrás en la cocina. Quizás si empezaba a gritar desde ahora no les iba a dar tiempo para cortar su garganta.

—No, tu novio no me hizo esto —sonrió—. Sin embargo, no puedo hablar mucho contigo. Eres la chica de Ben, debí haberlo entendido antes de querer meterme en tu ropa interior. Como sea, ya lo hice una vez, no planeo meterme en problemas para volver hacerlo. Aunque me gustes, flaquita.

Valeria entrecerró las cejas. Recordó esa noche. Pero después la expulsó de su mente.

—Yo no te gusto, tú solo me utilizaste para que Ben te diera lo que quieres.

—Pero no lo hizo. De todas formas, lo lamento. Pero realmente sí quería estar contigo.

Ana miró a Alejandro confundida, se empezó a sentir invisible ahí.

Valeria lo miró con asco.

—Eres tan mentiroso.

—Valeria, si algún día las cosas con Benjamín no funcionan, y él te hace daño, tú me dices. Lo voy a matar con mis propias manos.

Ana disimuladamente tocó el costado de Alejandro. Valeria se dio la vuelta y caminó a la máquina expendedora de jugos. Le dio la bebida y después tomó la orden de batida de lechosa y guineo de Ana para dársela a Patricia. Minutos después estaba lista y se la dio a Ana.

—Lo siento —dijo Ana mientras Valeria le devolvía el cambio—. Quédate con él —se refería al cambio de doscientos pesos.

Entonces ella salió y Alejandro la siguió detrás.

Valeria guardó el dinero en el bolsillo de atrás de su apretado pantalón.

Estaba agotada. Demasiado hondo para poder salir o no, que si Ben era peligroso o no, cuando se enamoró de él no lo sabía, y aún sigue enamorada.

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