Hora del Show

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Ser mujer no era fácil. Desde la antigüedad las féminas siempre habían estado bajo el dominio masculino como objetos que sólo servían para engendrar hijos o dar placer y nada más. En los raros casos donde eran temidas solían ser condenadas a muerte... ejemplos hay muchos, de hecho, gran parte de la historia de la humanidad fue escrita con sangre derramada y no sólo de hombres, sino también de mujeres, pero claro, la mayoría de los libros se enfocan en las batallas entre varones, como si la hembras no hubieran participado o sufrido a causa de dichos conflictos. Es injusto, pero más injusto aún resulta el Siglo XXI, dónde el sexo femenino aparentemente goza de derechos y ventajas, cuando la realidad es un arma de doble filo. Así como las "niñas" tienen libertad para escoger que hacer con su vida, también están sujetas al yugo impuesto por la sociedad que nunca está conforme con nada y ha dictaminado que para ser una mujer completa no sólo se debe ser bella y exitosa, sino vivir el sueño moderno: marido amoroso, hijos adorables, casa lujosa, perro multitareas y tener el tiempo para atenderlos después de trabajar e ir a divertirse con los amigos... una tontería absoluta. El ideal actual sólo mezcló las viejas metas con las nuevas, marcando una vara imposible de alcanzar pero que muchas tratan de lograr pues de lo contrario empiezan los señalamientos, ya que detrás de toda la parafernalia de igualdad se esconde la discriminación con una sonrisa amigable.

Pero ser vista como inferior por el sexo masculino o criticada por no estar a la altura de los estándares no es lo peor, mal que bien una pelea como puede para no perderse a sí misma, a fin de cuentas, uno de los motivos por el que las chicas han sido vejadas se debe a que los otros no tienen nada mejor que hacer ni saben cómo librar con sus propias frustraciones y terminan desquitándose con quien encuentran a su paso. No, lo peor es aquello que pasa con las propias mujeres. ¿No sé supone que al pertenecer al mismo género deberían mostrarse más solidarias ante las posibles tragedias de otra? Pues no, aunque a veces podían ser las mejores amigas, en otras señalaban a la menos afortunada, la que menos les agradara –tanto si había o no razones de por medio– y conspiraban contra ella.

Susurros maliciosos y tóxicos, capaces de entretener a los más aburridos de su propia vida, pero dañinos para la persona en cuestión. Con tantas redes sociales el menor de los murmullos se volvía viral y listo, el objetivo señalado quedaba marcado de por vida, lidiando con la basura que otros le tiraron. En el mejor de los casos, las habladurías cesaban tiempo después y el chisme se volvía un esqueleto más en el armario que sólo salía a relucir cuando nada nuevo ocurría; en el más cruel, la falsa información adquiría grandes proporciones y todo por lo que una mujer ha trabajado –pues raramente esos cotilleos afectaban a los hombres– se desmoronaba, se volvía cenizas y cualquier cosa que ella quisiera hacer en el futuro estaría, infaliblemente, rodeada por la sombra de los infames rumores y nada, absolutamente nada, volvía a ser como antes...

¿Qué que tenía que ver la absurda realidad con una joven de cabello negro y ojos violeta? Todo. No sólo era una mujer sino también una figura pública, lo que lo hacía mil veces peor. Sala Crispino, ex patinadora italiana, atravesaba un crítico momento en su vida. Era joven, hermosa y reconocida, tenía dinero y durante mucho tiempo fue una de las solteras más codiciadas: la mujer de fábrica que muchos deseaban, pero todo eso acabó en un parpadeo. Ahora que su compromiso con Yuuri Katsuki era público no necesitaba ver Instagram y Twitter para saber la cantidad de pestes que muchos soltaban contra ella, aunque era consciente de que eso apenas iniciaba y se pondría mucho peor en el futuro; sin embargo, lo prefería mil veces a que la gente supiera la verdad, esa por la cual sería capaz de matar para mantener a salvo cada uno de sus triunfos y logros.

Sala miró su cuerpo desnudo en el espejo de enfrente, su silueta estilizada, desde sus senos firmes hasta sus torneadas piernas, la envidia de muchas... irónico. De niña nunca fue considerada bonita y los niños se burlaban de ella frecuentemente, entonces Mickey tenía que defenderla a golpes, pues solía ser blanda, miedosa y coodependiente de él, cuando empezó a patinar su anatomía reflejo el trabajo duro, especialmente en la adolescencia. Todo dio un giro de ciento ochenta grados, los niños molestos se volvieron hostigosos jóvenes, las niñas chismosas resentidas chicas y su hermano en un monstruo sobre protector, pero todo era manejable hasta que aquello ocurrió, justo en el mejor momento de su carrera como atleta, cuando las cámaras la vigilaban día y noche, pendientes del más pequeño desliz, dispuestos a explotar su más grande debilidad sin importarles el cómo o por qué de las cosas, sólo entonces se dio cuenta de la magnitud de su pecado y asustada buscó consejo en la persona equivocada... De hecho aún estaba sorprendida de que su ex mejor amiga, Mila, no revelará su secreto, pero al parecer la rusa aún conservaba algo de piedad y guardo silencio... eso o estaba buscando el mejor momento para soltar la bomba.

La ojivioleta soltó un suspiro, odiaba pensar así de ella, pero era inevitable no hacerlo. Años atrás, cuando no pudo más e intento huir, creyó que la pelirroja podría ayudarla, era su única amiga, si ésta no le daba refugio, entonces no sabía a quién más recurrir. Confió ciegamente en la amistad que tenían y tras contactarla en Rusia le contó su pena más profunda. Grave error. Apenas terminó de hablar aquella se horrorizó, la condenó e hirió con sus palabras para acabar corriéndola de su casa, dejando en claro que ya no era bienvenida, de acercarse nuevamente vería que su gobierno la tomase presa; ante semejante amenaza Sala huyó rápidamente de ese frío país, corrió como alma que lleva el diablo dolida por ese rechazo y, triste como estaba, renunció por completo a todo lo que había sido su vida hasta ese momento, incluido el patinaje.

A decir verdad no sabía que fue de sí misma durante más de un año. Tras mandar un mensaje a su entrenador para comunicar su decisión, se dedicó a vagar sin rumbo hasta que se hartó. Justo cuando estaba a punto de acabar con todo lo encontró a él.

Fue raro. Muy raro.

Yuuri Katsuki era una de las personas que más admiraba en el mundo y había desaparecido tras ganar el oro olímpico. Si bien, su encuentro no fue el más alegre, los junto a ambos. Él le dio la mano y dejó que se desahogara libremente, sin juzgarla en ningún momento –y eso que la cultura del pelinegro era muy cerrada–, todo lo contrario, el hombre se mostró compasivo... quizá porque entonces también tenía el corazón hecho trizas y sin esperanza.

Viktor Nikiforov era La leyenda viva del patinaje artístico, con su aspecto y carisma causaba gran impacto en cualquiera, pero cuando la ex tricampeona lo conoció por primera vez, sintió escalofríos. Ciertamente trataba a todos los patinadores con amabilidad y nunca desairaba a un fan, pero había algo raro en su cara cuando sonreía –y no era esa siniestra sonrisa en forma de corazón–, sino que sus ojos nunca estaban en sincronía con el acto, permanecían fríos sin importar qué, aquello bien podría significar que cada gesto amable era por compromiso o se trataba del ser más infeliz sobre la tierra. Ella no lo sabía pero recordaba claramente cuando ganó por primera vez el oro en el Campeonato Europeo, entonces era una niña y le pareció que el chico de cabellos plateados lucía satisfecho con todo a su alrededor... sólo volvió a verlo tan radiante al lado de Yuuri, aunque eventualmente aquello, fuera lo que fuera, desapareció pronto y ese era el motivo de su desprecio hacia él. Yuuri katsuki era una persona torpe y cándida, inseguro y valiente al mismo tiempo, siempre dispuesto a dar lo mejor sin importar la adversidad. Cuando Nikiforov se volvió su entrenador ambos hicieron magia y verlos juntos era un deleite; sin embargo, de alguna manera el ruso tomó todo del japonés, lo drenó y lo dejó vacío. Mientras uno de ellos se enamoró completamente, el otro no, pronto se hartó y el milagro desapareció. Durante su última temporada quedó claro que la ingenuidad e inocencia del nipón se habían ido, era un ser totalmente diferente, pero eso difícilmente le importó al ojiazul, quien lo dejó marchar y cuando Sala lo encontró fue inevitable darse cuenta de la magnitud del desastre que el peliplata causó en ese chico.

De esa manera, el corazón destrozado de ambos pelinegros halló consuelo en el otro y emprendieron una nueva aventura que los guío a la situación actual: una pareja rodeada de señalamientos ponzoñosos.

Sala tomó la camisa que Yuuri dejó botada en el baño y se la pasó por los hombros para cubrir su desnudez parcialmente, al entrar en la recamara vio a su prometido profundamente dormido, su cabello completamente revuelto le daba un aire tierno que contrastaba con el aspecto sexy que la sábana enredada en su cintura le otorgaba. Miró de reojo la cortina semiabierta de la habitación a través de la cual se vislumbraba un cielo rosado, inconscientemente frunció el ceño, preocupada por lo que ambos descubrieron ayer en la noche. Tras unos segundos de reflexión avanzó hacia la cama y se sentó a horcajadas en la cintura del durmiente, le dio un beso en los labios antes de decir:

–Despierta. Yuuri, un nuevo día está sobre nosotros –él sólo gruñó y se removió un poco. Divertida, entrelazó sus manos con las suyas, las elevó por encima de su cabeza, trazó un pequeño sendero de besos de su pecho hasta su oreja, dónde se entretuvo para susurrarle–. Es hora Yuuri, el show debe continuar.

Con aquellas palabras él abrió los ojos pesadamente, parpadeó para aclarar su visión y tras reconocerla murmuró de manera que sólo ella lo oyera.

–¿Ya es hora?

–Sí.

–Bueno, pues que el show empiece.

Tras esa frase soltó sus manos y las pasó por las caderas de la mujer para atraerla hacia él y compartir un beso voraz.

I can't go backDonde viven las historias. Descúbrelo ahora