Capítulo XXXIII: all that you are is all that i'll ever need

3.4K 171 32
                                    

Las ruedas de la bicicleta hacían ruido contra las piedras. El lago estaba tranquilo y el reflejo del sol hacía que un brillo cristalino e incandescente se desprendiera de su superficie. Poli pedaleaba con ganas, pero la falta de ejercicio físico le estaba pasando factura después de estar haciendo fuerza por más de media hora. Habían ido y venido hasta la base de la montaña más cercana.

-Pedaleá más fuerte- le pedía Inés-. ¡Dale, Pipi!

La última parte del camino era en bajada y, al soltar un poco las piernas, la ruta las llevó con mayor velocidad hasta el edificio principal del complejo de cabañas. La risa de Inés le estallaba a Paula en los oídos y se oía por sobre el agitar del viento, el ruido de las piedras y el sonido lejano de la carretera.

-Llegamos- dijo Poli, frenando lentamente y tratando de recuperar el aliento.

Se bajó de la bicicleta y bajó a Inés que estaba en la silla de atrás, con un casco puesto que le aplastaba los rulitos. Habían ido hasta allí para saludar a Florencia y volver a la cabaña con ella. La noche anterior, Inés se había despertado llorando que la extrañaba. En un intento desesperado por calmarla, Jazmín le prometió que Flor almorzaría con ellas y se meterían juntas al lago.

-No, pero hagamoslo otra vez- le insistió Inés.

Poli se puso ambas manos en las rodillas, tratando de recuperar el aliento. En ese preciso momento odió el cigarrillo y se preguntó por qué seguía fumando.

-No puedo más- le dijo Poli, entre bocanadas de aire.

Inés se metió entre los brazos de Paula que estaban inclinados sobre sus piernas y levantó la vista para seguir insistiendole.

-Dale, porfis, porfis, porfis...

-Me baja la presión, Ines- dijo Paula, exagerando-. No puedo mantenerme sobre mis propios pies. Ayuda...

Lentamente se fue dejando caer sobre Inés, que intentó escapar, pero no podía soltarse. El cuerpo de Paula cayó sobre la chiquita que quedó atrapada entre la corporeidad de su hermana y el piso.

-Ayuda...- decía Paula, jugando.

-Sali, Pipi- gritaba Inés, riendose-. Ya se que jugás, salí.

Inés vió a lo lejos como Brenda salía corriendo del edificio principal y alcanzó a mascullar:

-Breni, ayudame, Paula no me deja escapar.

Pero Brenda iba absorta en sus pasos, escabulléndose por una de las salidas alternativas del edificio, correteando, como si quisiera esconderse de algo. Inés abrió los ojos como platos y señaló con el dedo chiquitito en dirección de ella.

-Poli, no- dijo la nena, inocentemente, con un hilo de voz-. Tenemos que ir a ayudarla a Breni.

Paula se incorporó a medias, levantando la cabeza y observando cómo Brenda se alejaba entre los pinos al otro lado, seguida por un chico alto y desgarbado.

-Pero, ¿qué pasa?- preguntó Paula, no terminando de comprender la situación.

Inés se liberó como pudo de la humanidad de Paula que pesaba sobre ella y empezó a correr hacia Brenda, que ya se había perdido con el chico entre los pinos. Paula hizo un par de pasos y la atrapó antes de que pudiera escaparse un poco más. Inés lloriqueaba en sus brazos y gritaba que tenían que ayudarla.

-Pero, pará, china, no entiendo nada- le decía Paula, tratando de calmarla-. ¿Qué es lo que te pasa?

-Es que... es que...-lloraba Inés-. Ese chico es malo. La trata mal. Y trató mal a mamá y a mamá. Tenemos que ir con ella.

Nada nos va a separar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora