Capítulo XLVIII: our love ain't water under the bridge

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Jazmín estiró el cuello para ver sobre la multitud abarrotada en la sala de espera del aeropuerto. Las personas que llegaban con mirada cansada de sus vuelos desfilaban por un pasillo invisible en la enormidad de la terminal A del Aeropuerto, uno detrás del otro, llevando las valijas con hastío. Familias con hijos revoltosos que saltaban alrededor de sus padres y se tropezaban con el equipaje, personas solas en viajes de negocios que miraban su reloj y buscaban con la mirada un cartel que tuviera sus nombres, parejas recién llegadas de sus lunas de miel. Jaz se detuvo en estos últimos pasajeros mientras esperaba a su madre. Las había distinguido de dos tipos: el primero eran los flamantes matrimonios que llegaban tomados de la mano, con los ojos agotados pero las sonrisas impecables. El segundo, los que caminaban sin mirarse, consumidos en las pantallas de sus celulares, empujando los carritos con sus pertenencias y arrastrando los pies por el piso reluciente. Seguramente habrían tenido una discusión desagradable durante su primer viaje como matrimonio. Jazmín trató de recordar como había sido el vuelo de vuelta de su luna de miel con Flor y trató de reconstruir el viaje de regreso. Las dos habían dormido todo el vuelo de vuelta, agotadas por el trajín del viaje. También Lucìa las había ido a buscar al aeropuerto con Mariano. En ese entonces, el matrimonio de los dos pendía de un hilo por las energías gastadas en la mundanidad del día a día. Sin previo aviso, Mariano corrió a sacar pasajes para ellos dos, inspirado por la cara de felicidad con la que volvían Flor y Jazmín tomadas de la mano.

Los pensamientos de Jaz que merodeaban por todos esos recuerdos que parecían tan distantes se detuvieron en seco cuando la vieron avanzar por el hall a su madre. Estaba igual que siempre. Jazmín pudo sentir como se le aceleraba el corazón de golpe. Notó como la comisura de su boca se estiraba y sus mejillas se tensaban para dibujar una sonrisa involuntaria y sincera. La mujer caminaba erguida con la postura impoluta de bailarina que nunca la había abandonado. Llevaba un tapado color caqui y su rostro pequeño estaba cubierto por unos enormes anteojos de sol. El pelo recogido en un rodete perfecto tensaba la piel blanca de su frente y sus mejillas. Sin embargo, a medida que se fue acercando, Jazmín pudo distinguir que el tiempo había pasado y que las líneas de expresión en su rostro ahora eran arrugas alrededor de su boca, en las mejillas, debajo de los ojos. Alzó la mano y la agitó en el aire, para que la pudiera ver entre la multitud. Su madre levantó el brazo y le devolvió el gesto, dibujando una sonrisa enorme con los labios. Aceleró el paso y cruzó las cinta de seguridad hasta chocarse con su hija y fundirse en un abrazo caluroso y apretado.

-Hola mamá- le dijo Jazmín, sintiendo el perfume a sándalo y violetas que brotaba de su cuello.

Era el mismo perfume que recordaba de la última vez que se habían visto.

-Hola, chiquita- le dijo su madre, besándole ambas mejillas y tomándola su rostro entre las palmas de sus manos.

Estudió la cara de Jazmín y sonrió, dándole dos suaves palmaditas.

-Tenés la carita sequita, Jazmín, ¿no usás la crema que te mandé?

Jazmín se rió amargamente y tomó las valijas de su madre. Ahora si, a pesar de no verla hace años, se dió cuenta que seguía siendo ella.

-Si mamá- le respondió-, pero estuve una semana al rayo del sol y metiéndome al agua. No tengo el cutis perfecto justamente por eso.

-Siempre se puede solucionar con un poquito de dedicación, ¿no?

-Si, mamá, si- suspiró Jazmín, para zanjar el diálogo allí-. ¿Cómo estuvo el viaje?

Las dos reanudaron el camino hacia el estacionamiento del aeropuerto.

-Bien- respondió-. Hubo un par de turbulencias cuando sobrevolamos Brasil pero yo realmente estaba dormida. Me enteré cuando aterrizamos y una mujer que estaba al lado mío lo comentaba. Vos te hubieras muerto de miedo.

Nada nos va a separar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora