Kazama Chikage

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Los tipos de matrimonio eran diversos, podían ser políticos, por contrato, compra venta, rapto, etc. En la sociedad demonio sucedía de manera similar, pero cuando las masacres Oni comenzaron, había pocas familias de línea pura que seguían vivas, las antiguas sangres puras se habían mezclado trayendo consigo a los mestizos y los experimentos hechos por la ambición de los hombres. Una deshonra para los clanes más viejos y conservadores. Si bien algunos decidieron salvar a sus clanes llevándolos a los templos y volviéndose los más religiosos posibles, siendo demonios por supuesto, encontraron la manera de esconderse y preservar sus clanes así como sus razas. Sin embargo cierto demonio rubio no sabía de algunos que se habían salvado y estaba encaprichado con la chica que había invadido al shinsegumi, sin notar que bajo su mano podía tener aquello que más deseaba.


La joven recogió las hojas secas tiradas en el piso de piedra del templo, el otoño era crudo esta temporada y los bellos follajes alguna vez verdosos, comenzaban a pintarse de colores marrones, vinos y amarillos. Miro a su alrededor disfrutando de aquellas primeras brisas que hacían que su piel se erizara. El invierno amenazaba con ser muy crudo para aquellos que no habían guardado suficiente desde la última cosecha.

Sus ojos se abrieron para mirar la puerta de entrada del templo estaba sola, oh cuanto anhelaba la paz en estos momentos, pese a la inminente guerra por el poder, podía sentirse tranquila en aquel lugar remoto. Si las cosas fueran tan fáciles y tan efímeras como la vida de las personas en los pueblos...

Sus grandes ojos marrones tan comunes brillaron en un dorado fugazmente mientras se daba vuelta... Las cosas no iban a tranquilizarse pronto.

Detrás del templo se encontraba el hogar de los guardianes, un secreto muy bien guardado por el sacerdote del templo, cuanto habían guardado por años.

El monje les debía la vida y los llevo como guardianes si quieres decirlo así, no era sorpresa que sus protectores fueran nada más y nada menos que una familia de demonios. Él había aceptado acogerlos luego del que patriarca lo salvara de una muerte inminente, mientras él se encargaba de orar por el pueblo y dar consuelo. Ellos vigilaban el templo y le ayudaban a mantener todo en orden, así como extenderse de ser algo tan pobre, se había transformado en algo bello y considerablemente grande.

El monje miro a los peces en el estanque, aquellos Koi que crecerían para llegar a ser majestuosos dragones. Si tan solo la codicia de los hombres no envenenara sus mentes la paz sería posible, oh, los tontos hombres dejándose corromper.

-Ellos están encerrados quizá en un limbo, el poder convertirse en dragones parece fugaz

-Quizá ellos puedan convertirse en dragones... susurro la joven mujer mientras dejaba la escoba en el almacén. Y por su rostro se colaba una sonrisa. El monje sonrió antes de darle una mirada a la joven demonio.

-Agradezco la ayuda... comento, la joven asintió y con una leve inclinación en forma de respeto se alejó del monje, no debía hablar tan abiertamente, aunque le gustaba meter en líos mentales al monje era solo parte de su ser.

Con las manos metidas en las mangas de su atuendo habitual camino sin ningún reparación a su residencia a esperar con su padre noticias de su madre y su abuelo. Ambos habían marchado tiempo atrás para lograr meterse en escalones de poder, no era demasiado difícil pues podían manipular fácilmente, la cosa era que los mitos de guerra alertaban a la mayoría sobre la presencia de aquellos seres tan aterradores.


El pez lograra su cometido cuando la tormenta haga de las suyas, lograra elevarse al cielo mientras incrédulos miran el acontecimiento...

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