La lluvia golpea mi ventana.
Sus gotas impactando contra el vidrio abarcan todo el ruido que hay en esta sala.
No sé por qué, pero extrañaba ese silencio, tan ensordecedor, que no permitía ver alrededor.
Ya no puedo soportar la ausencia, no puedo esperar más a que la lluvia cese y el sol asome, mostrando que la vida tiene sus razones para dejarme aquí, varada, pensando en la extraña carrera que forman las gotas deslizándose.
Tan extraña.
El único consuelo que tengo, es la seguridad de que el sol por fin saldrá. Eso siempre pasa luego cada tormenta.
Pero esta vez, la lluvia no cesa.
El sol no aparece, y yo ya me estoy rindiendo.