Capítulo 2

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-Buenos días, señorita McLister.

-Buenos días. –Respondí automáticamente sin ni siquiera darle una mirada a la recepcionista para dirigirme a mi pequeña oficina.

Sí, era pequeña porque según mi padre, eso era lo que le correspondía a una simple ayudante como lo era yo. Por no decir que los ayudantes aquí no tenían ni despacho propio.

-Toc, toc. –Dije a la vez que golpeaba la puerta con los nudillos. –¿Puedo pasar?

-Sí, buenos días. –Le sonreí a mi jefe antes de abrir la pequeña libreta y destapar el bolígrafo.

-¿Algo para hoy?

-Sí, apunta la reunión de esta tarde con el señor Levis. Por fin conoceremos al nuevo socio.

-¿La programaron ya?

-Sí, para hoy. –Asentí para seguir apuntando todo lo que me iba diciendo.

Mi puesto consistía en apuntar y hacer todo lo que mi jefe, Bob, me mandaba. Era algo así como su asistente, vamos, aunque cobrara menos por tener un contrato de ayudante. ¿Todo gracias a quién? A mi encantador padre.

-Ah, y no te olvides que al señor Levis le gusta todo a la perfección, ¿sí? Sé de sobra que tú nunca fallas en esto, pero debo recordártelo.

-Lo sé, señor.

-Bien, puedes retirarte. –Asentí para dirigirme de nuevo a mi despacho.

¿Por qué me sonaba tanto ese apellido? Levis... Levis...

¿Habría venido ya alguna vez por aquí?

Sí, seguro que sí.

Suspiré para mirar la hora en mi reloj de pulsera.

Tendría tres horas exactas para preparar la dichosa reunión.


⁂⁂⁂


-¿Ya llegó el señor Levis?

-Sí, y ya está en la sala de juntas.

-Ah, vale...

-Por cierto, Bob quiere que le lleves un café solo y otro con leche y azúcar.

-Genial. –Le sonreí falsamente a la recepcionista antes de darme la vuelta para dirigirme a la sala de descanso.

Ahora me había convertido en la chica de los cafés...

Mi actitud fuera de estas paredes podía ser la más desagradable, maleducada y nefasta del mundo, pero en la empresa debía convertirme en el angelito mas bueno del universo.

¿Me molestaba ir a por los cafés? Por supuesto, pero tenía que apechugar y hacer esa tarea.

Llené los dos vasos echándole las respectivas preferencias a cada uno antes de caminar hacia la sala de juntas. Toqué en la puerta, como pude, antes de entrar con una sonrisa simpática plasmada en la cara.

-Señor, traigo sus cafés.

-Gracias, Jacielle. –Asentí sonriéndole educadamente mientras que le entregaba su café, lo que no esperaba, fue ver al hombre que había en la silla de al lado.

¡¿Qué diablos hacia este estúpido aquí?!

-Con leche y azúcar...Si lo hubiera sabido antes, le hubiese echado sal en vez de azúcar...¿Algo más, señor?

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