I

12.2K 841 152
                                    

Notas iniciales:

Comenzó como un reto, así que iba a ser una serie de Drabbles de 500 a 600 palabras por cada uno o un fic de no más de 5,000 palabras distribuidos en tres capítulos, pero las cosas se alargaron más de lo que esperaba...

Espero disfruten de esta pequeña obra tanto como yo disfruté creandola.

.

.

.

En realidad, no sabía cuándo comenzó todo, cuándo es que aquel niño iba a desmoronarse. Él no era consciente de los sentimientos destrozados.

Todo, casi todo es una mierda cuando no sabes qué demonios está sucediendo en tu vida. Cuando no comprendes los cambios, cuando no puedes hacerle frente a cada obstáculo y eso, desde luego, era una de las cosas más agobiantes que podían sucederle a Bakugo, el no encontrar una respuesta certera ante un reto.

Siendo así, las cosas estaban descompuestas a su alrededor.

Midoriya, con su hermoso y tierno rostro salpicado de sutiles pecas se presentó a clase como de costumbre. Su mochila amarilla detrás de sus débiles brazos y su estúpida sonrisa en el rostro. Tal cual un accesorio puesto, que parecía haber sido pintada con marcador permanente. La alegría parece ser virtud del muchacho, con tales ánimos, aún con la más grande tormenta podría mirar siempre hacia el frente, sin retroceder un solo paso listo para enfrentarse a la bestia. Un muchacho con tal actitud es digno de reconocer.

Por otro lado, Bakugo jamás ha logrado entender por qué el contrario actúa de esa forma. Es irritante.

— ¡Kacchan! Buenos días. —Balancea su debilucha mano de un lado a otro, saludando al rubio. Esa sonrisa sobre su rostro la mantiene en alto mientras entrecierra los ojos ligeramente. —

Aun con las intenciones más puras que podía poseer el peliverde, Bakugo no podría responderle de esa misma forma. El muchacho de mecha corta simplemente chasqueó la lengua con disgusto, cruzó los brazos desviando la mirada, ignorando al contrario.

Sí, ese tipo de actitudes parecían ser las peores que el muchacho podría presenciar. Tan asquerosamente inútiles y sin razón aparente. ¿Para qué sonreír de esa forma? Hipócritamente, como si todo el pasado entre ellos no reluciera en el presente, como si ambos indudablemente tuvieran una amistad. ¿Por qué todo el maldito tiempo está detrás de él? ¿Por qué simplemente no le deja en paz? Realmente no hay una diferencia notable entre aquel muchacho y la cantidad de lambiscones que traen la cola entre las patas, las orejas gachas, andando detrás, todo el tiempo intentando lucir bien a sus espaldas, cumpliendo sus caprichos, alabándolo y subiéndole el ego hasta niveles exorbitantes.

La cantidad de cosas que ha intentado para alejar a ese muchacho, para mantenerlo lejos siempre han fallado. No importa si ignora su presencia, si golpea su rostro hasta hacerle sangrar, si lo insulta de mil maneras posibles, si golpea su estómago hasta hacerle devolver su desayuno o si intenta lastimarlo psicológicamente. Nada, absolutamente NADA ha logrado quitárselo de encima. Y es que, lo que supone ser una amistad infantil lo mantiene ligado de tal forma.

De tal forma en la que Izuku demuestra afecto sincero al rubio, entiende perfectamente lo mucho que le molesta porque, sin más toma asiento al frente, sin voltear, vacilando ligeramente sobre qué hacer al momento de sentarse.

«Así es siempre, un completo inseguro debilucho».

Y como tal, Bakugo, en la cima de la jerarquía mira por lo bajo al muchacho, quien se limita a bajar la cabeza cada que se encuentra con su mirada, hablar muy poco, mantener la mayoría de sus pensamientos y sus sentimientos ocultos de aquel muchacho. Si algo ha aprendido en todos estos años conviviendo con ese joven explosivo, es a proteger lo que más le dolería perder o lastimar. De tal forma, la mayoría de sus más gratas sensaciones las acobija dentro de sí mismo, casi cerrándose al resto. No hay importancia respecto a la cantidad de veces que el contrario podría lastimar su cuerpo físicamente, aquel niño pecoso podría vivir feliz si aquello que más aprecia se mantiene intacto.

Parecía que estos dos no tenían ningún arreglo entre si y absolutamente nada con que congeniar.

Y al trascurrir las horas, en un salón como ese, Deku —apodo de la infancia propiciado por Katsuki— no es al único al que disfrutarían pateándole el trasero. Hay más de un chico al cual podría sacarle un par de lloriqueos alarmados mientras cubren su rostro tratando de evitar un golpe, arrepintiéndose por hablar de más, pero el día se tornó tan pacífico que incluso fue aburrido, y esa es una de las cosas que más odia Bakugo, aburrirse.

Izuku espera pacientemente guardando sus pertenencias dentro de esa llamativa mochila amarilla chillona. Siempre termina siendo el último en abandonar el aula y eso no le podría importar menos al rubio quien dispone a marcharse no sin antes borrar con sus puños aquella sonrisa que llevaba causándole dolor de cabeza durante todo el día.

En un arrebato sujeta con fuerza aquella mochila lanzándola por la ventana del aula, cuya localización se encuentra en el segundo piso. Izuku, con sus grandes ojos bien abiertos, observa con temor aquel acto. Sus pertenencias volaron fuera del salón de clase esparciéndose en los aires, cayendo sobre la acera. Por inercia, el muchacho se abalanzó, golpeando su torso contra el contorno de la ventana, sacando la cabeza a través de esta lamentando internamente aquel acto desconsiderado.

— ¿Por qué?—Preguntó con angustia. Debería estar acostumbrado a ese tipo de acciones, no debería de herir. —Kacchan ¿Y ahora por qué?

— ¿Por qué? preguntas—Como si las palabras, cualesquiera que fueren pronunciadas por el chiquillo, hicieran que su temperamento se viera alterado, frunció el ceño apretando los puños con fuerza dispuesto a golpear. —El único que hace las preguntas aquí soy yo, Deku imbécil. No necesito una razón para quitarte esa porquería del rostro.

Las palabras eran simples, tan simples como una amenaza fácil de descifrar, Izuku es totalmente consiente de eso. Tantas veces le ha sucedido lo mismo que ni siquiera es nuevo. Esa sensación nerviosa es tan normal, casi parece un estado de ánimo cotidiano.

«Corre», pensó.

¿Realmente podía escapar de sus puños? es decir, no importa cuánto intente huir, hay dos razones por las cuales podría entender velozmente que ser él mismo es una desventaja. La primera razón se centra en que alguna vez en su vida, durante aquellos abusos realmente decidió huir y no funcionó. ¿El logro? Enfurecer al rubio haciendo que este desquitara su gran frustración en su estómago, moliéndolo a patadas. Y la segunda razón se debía al segundo sexo. Estos mismos que comenzaron a presentarse desde hace meses atrás sin un patrón aparente y de forma irregular en su mayoría. Para tener un control es que se dictó un examen de confirmación, cuya prueba fue expedida hace un par de semanas de forma individual y confidencial. Bakugo había sido definido como un alfa—atrasándose ligeramente en su aparición por un par de días desde la aplicación de aquel examen—, por otro lado, el pecoso desde hace cuatro semanas atrás es que se limitó a ser un Omega. ¿Tenía siquiera una mínima oportunidad en poder escabullirse y ser lo suficientemente rápido como para no llegar a casa con una mejilla inflamada? La respuesta era visible para ambos, dándole al contrario la gran ventaja de hacer lo que quisiera con aquel muchacho indefenso.

Así pues, Izuku terminó en el piso, con algunas lágrimas rodando por sus mejillas desde sus rojos ojos, cansados de tanto llorar. Posó su mano sobre su pómulo, aquel tacto le ocasionó una pulsación notando un rastro de sangre en este. ¿La herida? No podía verla en ese estado pero sí sentirla. Ropas desarregladas por los jalones y sus intentos inútiles por librarse, sus pertenencias aún debían de estar regadas fuera ¿Y él? Ahí adentro, perdiendo el tiempo tratando de tranquilizar la tristeza en su corazón por terminar así, todo el tiempo, no poder decirle a su madre quién había sido el responsable, y aún peor, no poder defenderse. 


¡Nos vemos mañana! [KatsuDeku] |OMEGAVERSE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora