VII

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Realmente se estaba comportando como un imbécil, pensando y yendo detrás del pecoso. La culpa, cierta intriga le atravesaba el corazón pues, ese niño, lo conocía desde hace bastante, no podía solo dejarle morir y ya... no... no podría, mierda.

Parecía que tuvo una noche bastante larga, con insomnio. Revoloteó tanto en la cama hasta que el cansancio le ayudo a dormir. Apenas llegó a aquel salón con algo de retraso pudo ver la ausencia de Deku. Chasqueo la lengua al no verle ahí, quería, en primer lugar, reclamarle sobre su postulación a la Academia Yuuei, por otro lado, quería preguntar acerca del hijo de puta de ayer.

Esperó, aunque esa no era su virtud, lo hizo. Ahí, durante las horas de aquellas clases, esperó. Ese niño nunca llegó.

Ya podía escuchar los murmullos. Él no era alguien que faltara a clases, tan cumplido y responsable... Debía de estar realmente enfermo.

Después de romperle la nariz a un alfa sobre potente que intentó sobreponerse y, arreglar aquello con una disculpa y un castigo, salió vigoroso, satisfecho, con la victoria en sus manos. Esas cosas lo ponían de buen humor, siendo así que casi olvidaba lo ligeramente intrigado—Porque jamás diría que estaba preocupado—por Deku.

Se desvió y terminó con algunos de esos idiotas en una salida a jugar videojuegos nuevos. Con los deberes y la constante presión es que nadie usaba su tiempo en salidas o en algo que no fuera estudiar para pasar los próximos exámenes, pero, después del arduo esfuerzo que incluso Katsuki había empeñado por las tardes, es que logró permitirse ir y divertirse un rato. Tener a Deku lo hacía querer explotar y arremeter contra todo, no podía evitar pensar en ese niño, no podía, maldición.

Aún estaba en buen momento como para divertirse en lugar de atormentarse.

Aquella tarde, llena de risas y muchas victorias para Bakugo, salió con el ego en las nubes. Se encaminó de regreso a casa, botó sus cosas después de recibir un sermón de su madre y un gran golpe en la cabeza por mantenerla preocupada. Era un buen día, nadie se lo iba a arrebatar.

***

Con un buen ánimo regresó a aquella institución, con una sonrisa sobre potente en el rostro, empujando a más de un beta y mirando desafiantemente a los alfas que se interponían en su andar entre los pasillos. Nadie puede hacerle frente a alguien como él, no mientras él sea el mejor y eso siempre lo iba a hacer relucir.

Y, aunque parecía que marchaba bien. ¿Dónde estaba Deku?

Ya lo había olvidado. Él no había vuelto a aparecer por ahí, no de nuevo. ¿Qué mierda le pasa?

Sus grandes humos se esfumaron llevando el nombre de Deku a remplazarlos. Eso lo tenía cansado. Y es que parte de sí mismo le gritaba "Eh, revisa en la casa de ese idiota", pero tenía suficiente dignidad como para hacer caso omiso.

—Oye, Katsuki. —Comenzó a hablarle uno de los chicos con los que había ido a distraerse, dándole una derrota aplastante. — ¿Quieres volver a los videojuegos? Las partidas de ayer fueron generales, no sabía que manejabas tan bien los personajes del tipo asesino.

Esa si era una oferta tentadora... Definitivamente, iría. Lo que sea por quitarse algo de peso de lo que ya podía ir afirmando como culpa, una culpa que sabía perfectamente cuánto le estaba lastimando.

Reunieron a tres chicos más. Se miraron entre ellos, retándose entre sí, dos alfas y tres betas. Con una simple propuesta corrieron con su corazón a punto de estallar en sus pechos. Un trote veloz llevando por la delantera a Katsuki mientras, con sus filosos dientes sonreía ante la euforia de ser siempre le ganador, porque así lo quería él.

Una tarde dentro de un centro de videojuegos, jugando online, riendo y comiendo desordenadamente es que Katsuki salió de ahí con la victoria de una batalla reñida contra el único alfa que decidió seguirles. Esos eran enfrentamientos realmente excitantes, esos que hacían que el rubio sintiera el éxtasis de ser quien es. Llevándose una Victoria. Buenos días, esos eran excelentes.

Como si fuera una estupidez, alguno de ambos miró de reojo a la tienda de magia. Ahí junto a un cartel se podía leer una simple pregunta "¿Quieres saber tu futuro?"

Agh. Estupideces. Aquellos muchachos se miraron entre sí con algo de dinero de sobra juntando para comprar cartas de la suerte.

— ¿Quién se atreve? —Preguntó uno de los betas, retando a cualquiera a entrar dentro de aquella tienda. — ¿Qué hay de ti, Katsuki?

—No me interesan esas mierdas.

—Vamos, hermano. —Incitó uno de ellos.

Parecía que Katsuki iba a ceder cuando aquel alfa contrario optó por entrar.

—Entraré yo. —Afirmó mientras deslizaba la puerta corrediza del pulcro cristal de la tienda.

—Eso fue rápido. —Casi susurró uno de los betas.

Bakugo rodó los ojos. No quería entrar y hacer el ridículo dentro, pero desde luego algo le quemaba por demostrar que sí lo podía hacer y que el imbécil que había entrado no demostraba nada.

Chasqueó la lengua y metió una moneda en la máquina adivinadora. Salió, después de escuchar el crujir y embonar de los engranes; una tarjeta blanca. La tomó rápidamente, girándola para ver el supuesto "destino" o "suerte". Tonterías.

«Aprende a escucharte a ti mismo».

Decía la estúpida carta. ¿Solo eso? Y unos tontos números de la suerte que seguro no servían. Estrujó aquella carta y la metió en uno de sus bolsillos. Había perdido ahí una moneda.

Reafirmando que esperar no era su virtud se cansó al poco rato de que aquel alfa había ingresado a la tienda. Bakugo miró a aquellos tipos y con un simple desliz se despidió de ellos. Era normal, después de todo. Uno de ellos trató de convencerle en quedarse, pero, no era posible. Bakugo estaba lentamente recordando algo que le mantenía con duda.

No era la noche que se avecinaba, el regaño de su madre por llegar tarde sin avisar, era aquel niño. ¿Por qué le intrigaba? No lo sabía—aunque pareciera que sí, tan terco como siempre—.

Se encaminó pensando acerca de algunas trivialidades que acaban de pasar. La victoria de hace un momento no lo hacía sentir tan vivo como hace unas horas. Eso... era extraño.

Antes de que pudiese girar, ya tenía los pies sobre la calle del idiota ese. Su casa a luces apagadas no le daban la señal más prospera, alentó el paso, queriendo no ser demasiado obvio hasta detenerse al frente. ¿Tocar? ¿Ignorar? Sus pies se acercaron un poco a aquella casa y algo realmente le estaba obligando a ir y preguntar. Un paso, dos, tres...no. Paró en seco. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ese no era él, era... era su maldito alfa interior que se estaba "preocupando" por aquel Omega. Bufó enojado al encontrarse a sí mismo en tal hazaña. Qué asco.

Y, casi corriendo se alejó de aquella calle. Llegó a casa, notando a su madre, tan furiosa como lo esperaba y regañándole dándole un par de golpes, gritándole. 

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Notas del autor: 

Tal vez alguien deba darme una tarjeta diciendo: "Deja de engañarte a ti mismo".

¡Nos vemos mañana! [KatsuDeku] |OMEGAVERSE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora