VIII

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Se levantó y duchó tan rápido como pudo. Su uniforme desarreglado y su mochila casi arrastrándola es que se encaminó. Casi investigando a través de las paredes, aunque no puede ver por dentro, podía notar lo silenciosa que estaba el hogar del pecoso. ¿El estúpido seguía vivo siquiera? Recordando lo que había estado entrenando, su olfato. Podía oler ligeramente ese aroma a Miel proveniente de esa casa. ¿Ese niño seguiría dentro? No iba a tocar y preguntar, no era tan imbécil.

Pasó desapercibido al notar que había parado para observar aquella casa. Continúo su camino hasta aquel instituto.

No tenía prisa, pero, desde que logró traer de regreso ese olor es que comenzó a trotar... pero ese olor siempre tenía consigo la ceniza, la asquerosa ceniza que no podía soportar. Era... era de ese alfa.

Cuando menos podía notarlo estaba al pie del predicho edificio, entró casi corriendo y buscó su salón. Se guió por su olfato que casi no podía definir ese olor a miel, pero podía olisquear la ceniza. Subiendo escaleras de par en par, trotando sin intentar disimular entre los pasillos.

Llegó. Deku, el maldito imbécil estaba ahí. Su cabeza escondido entre sus mechones rizados verdes, recostado sobre la banca de madera fría en su ausencia. Él había llegado antes que todos. Incluso Katsuki podría sorprenderse por llegar tan temprano a la par de ese niño. Su espalda se movía ligeramente al ritmo de su suave respiración.

—Deku, bastardo. —Reclamó. — ¿Dónde has estado, eh?

El niño con desanimo levantó el rostro. En otras circunstancias habría brincado exaltado por el comentario agresivo. Pero, solo le miró con sus hermosas pupilas esmeraldas y con un suave tono de voz, susurró.

—Buenos días, Kacchan. —Le sonrió débilmente.

— ¿Qué mierdas traes entre manos? —Lanzó su mochila a donde su pupitre, acercándose al pecoso.

—No quiero hablar de eso, aunque ya lo sabes. —Soltó el niño, regresando su mirada escondiéndola entre sus brazos.

Katsuki ante aquella actitud que no podía soportar es que sostuvo el hombro de aquel niño con firmeza intentado levantarle. Esto ocasionó que Izuku relajara su tención intentando no poner demasiada resistencia ante aquel punto que le ocasionaba dolor, quejándose. Levantó su tórax, aun sin mirarle.

— ¿Dónde estuviste? —Le preguntó. Casi queriendo relajar su voz, pero eso nunca fue propio de él.

—En casa. —Llevó uno de sus brazos a su hombro sobándolo.

— ¿Haciendo qué? —Cruzó los brazos, recargando su peso en la banca cercana a Izuku, a un costado.

Izuku suspiró con desgane. Llevó sus manos a sus ojos y los talló con fuerza, se reincorporó exhalando e inhalando con fuerza.

—No es importante. —Le miró, de nueva cuenta, con sus grandes ojos que parecían perder el brillo a cada pestañeo y una sonrisa suave decorando su rostro. —Ahora tendré que ponerme al corriente con los nuevos temas... —Soltó una pequeña risa, aun con su característica sonrisa entrecerrando los ojos, tratando de encontrarle algo de gracia. —No te preocupes por mí, estoy bien.

— ¿Preocupado? ¡¿Quién demonios está preocupado?! — "preocupación" Katsuki no estaba preocupado, esta intrigado, eso era todo, maldición. Casi rugía al pensarlo. — ¡Yo no lo estoy! —Hizo una pausa tratando de tragarse su rabieta a punto de explotar a golpear. — Deku imbécil. ¿Es cierto que postularas a la Academia Yuuei?

Eso era un balde agua fría. La última persona que quería que se enteraran era Katsuki y vaya, ya lo sabía. El color se le fue del rostro.

—No lo harás. —Sentenció, azotando su palma contra el pupitre libre de Izuku. —Soy el único que puede postular. Recuérdalo y olvídate de esa Academia.

Midoriya, un tanto nervioso le miró sin responder, agachó el rostro y se levantó.

—Todos dicen lo mismo últimamente. —Soltó el pecoso. Empujó ligeramente a Katsuki, quien le detuvo la mano en su pecho.

—Muérete. —Pronunció para después de soltarle.

Izuku regresó su mano a si, pegándola a su pecho y a un paso rápido salió del aula. Casi por un momento es que el contrario podía visualizar sus manos sobre su rostro, seguro había comenzado a llorar. Que delicado.

Esas palabras habían perforado más adentro de lo que él creía.

Deku volvió casi corriendo al inicio de la clase, cuando todos, a excepción de él estaban dentro del aula. Las preguntas le llovieron respecto a su ausencia a tales puntos del año.

Aquella muchacha que Katsuki había intimidado se acercó con cautela reparando en el asiento que tomaba aquel rubio. Con alegría platicó algunas cosas que había sucedido últimamente. Parecía que la felicidad volvía en el niño y con eso era suficiente. Les escuchó hablar aunque su atención debía de estar en las estupideces que decían aquellos muchachos al frente suyo. Sus pláticas eran tan amenas e Izuku reía cada cierto tiempo.

Parece que ella le ayudaría a comprender los recientes temas que se saltó y con eso, no atrasarse. Izuku, parecía brillarle los ojos ante la ayuda y Bakugo podía notarlo. No brillaban como siempre, brillaban porque parecía ser un estado de ánimo momentáneo... o así lo sentía él. Que porquería tener que estar ahí, observando a ese niño. Eso lo irritaba.

Parecía ser que aun paso lento todo iba a volver a como siempre. Katsuki con su grupo de seguidores fieles con los cuales llevarse pesado e Izuku, devuelta con su hermosa sonrisa.

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Notas del autor: 

No es que Izuku sea sensible coffcoffaunquesiloescoffcoff. Él es muy fuerte—aunque prefiero el término resistente por ahora—, pero como cualquiera, él también tiene bajones emocionales que aún no se pueden entender tan fácilmente. Bakugo no logra unir todos los pedazos del rompecabezas aún.

Pronto entenderán un poco de su alma en estas alturas el asunto.  

Retomo el hecho de que ambos tienen quince años. Ambos están en el último año de la secundaria. Ambos están viviendo cambios lentos pero muy significativos. 

¡Nos vemos mañana! [KatsuDeku] |OMEGAVERSE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora