IX

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Incluso para este punto es que uno comenzaría a preguntarse. ¿Por qué eres tan cretino?

Se había casi prometido dejar el tema por la paz con Izuku porque parecía mucho mejor. Podía imaginar que su tiempo en casa se debía a su celo o algo parecido y eso desde luego no le importaba menos. Así que ese niño, presentándose tan normal y actuando como siempre es que él podía sentir una cierta tranquilidad que aun picaba. Eso ya era paranoia.

Caminó saliendo de aquel instituto, con la cabeza algo liberada pero con la culpa de siempre en los hombros.

— ¡Kacchan! —Le gritó el pecoso desde atrás. Su mochila amarilla chillona detrás de sus hombros, sus ojos bien abiertos y una sonrisa para mostrarle. —Yo...—Dudó. Respiró profundo y después habló. —Quiero acompañarte de regreso a casa.

Soltó tan seguro de sí mismo que le sorprendía no verle tartamudeando.

—Haz lo que quieras. —Giró la vista y prosiguió caminando, escuchando los trotes del niño detrás.

Casi como si rememoraran algo, ambos regresaban a casa como cuando eran niños, vagando por las calles. Esta vez no platicarían sobre súper héroes e Izuku no camina a su lado, nunca lo ha hecho e incluso en ese momento, prefiere ir detrás. Esta vez el silbar del aire se escucha mientras el caminar de ambos chicos resuena en el asfalto, después de transitar varias calles en silencio.

— ¿Recuerdas? —Preguntó Izuku, cruzando los brazos. —Cuando jugábamos videojuegos y comíamos palomitas... siempre me ganabas.

Katsuki no podía entender o deducir a que punto quería llegar Deku con un comentario como ese. El chico, detrás como los viejos tiempos, con la cabeza gacha al caminar. La situación traía algo de melancolía pero, nada más.

—Siempre he pensado que eres alguien fenomenal, Kacchan.

— ¿Qué es lo que quieres, Deku imbécil? —Le preguntó tratando de acelerar el punto.

—Sólo... quería caminar cerca de... mi amigo de la infancia otra vez. —Soltó sonriéndole ligeramente. —Yo, quiero ir a Yuuei tanto como tú, porque es algo con lo que siempre he anhelado y, tal vez no esté a la par, a muchos les molesta esa decisión, pero... Yo, realmente lo voy a intentar.

Katsuki abrió los ojos al notar tan rápida declaración de guerra. Paró en seco.

— ¿Quién mierda te crees como para hacer algo así? —Quería gritarle y cierta parte de él no lo pateaba porque era consciente de cierta forma de sus heridas. —Eres un inútil Omega, Deku. Tú jamás podrías entrar ahí.

—Lo sé. —Una pequeña lágrima escapó de sus cuencas. —Pero, quiero luchar por ello.

Bakugo iba a intentar contradecir, pero antes de que pudiese hablar es que Izuku le interrumpió

—Has estado preguntando mucho acerca de lo que ha estado sucediendo. —Se apresuró a decir Deku, desabrochando el saco negro de su uniforme. —

Tomó la muñeca de Katsuki que este de inmediato arrebato. Suspiró ante aquello y caminó a una encrucijada más apartada, sosteniendo con ambas manos su saco abierto. El contrario podría hacerse una idea de lo que iba a enseñarle, pero... quería creer que no.

Deku, volteó a verle, se retiró aquel saco, tirándolo a la acera. Desabrochó los botones de su camisa dejando notar una venda en su estómago.

—Seré sincero. —Declaró, mientras sus manos temblaban ligeramente. —Aquel alfa... él es mi destinado. Y por ello, no puedo escapar de él. —Hizo una pausa y después continuó. —Aquella vez que le interrumpiste. Estaba seguro de que no podría asfixiarme, pero con tu intervención, ya no lo creo así. —Señaló la venda blanca. —Él, se enojó tanto después de que no le seguí...que, —Limpió su rostro que comenzaba a derramar las lágrimas pesadas y cotidianas que llevaba soltando ya un buen rato—Que él, escribió, cortando mi estómago, su nombre.

En ningún momento podía mirar los ojos escarlatas de Katsuki que observaban con detenimiento más allá de aquella venda. Podía notar un parche en el hombro y un curita en el pecho. El pecoso comenzó a cerrar su camisa sacando de sus pensamientos al rubio.

—No es como que pueda decir eso cada que preguntan porque falté dos días enteros. —Recogió, quejándose al agacharse; su saco negro. Pasando cuidadosamente uno de sus brazos lastimados y después el otro. — Katsuki, eres el único que lo sabe, y sé que no te importa. Está bien, solo quería soltarlo.

Suspiró mientras terminaba de arreglar sus ropas. Y, por fin pudo verle el rostro. Katsuki seguía observándolo, sin decir nada. Tal vez era la conmoción de la inesperada sinceridad de Izuku ante él, o el hecho de que por primera vez en muchísimo tiempo es que él le llamó "Katsuki". Cualquiera de ambas lo dejó un tanto desconcertado.

—Solo quería rememorar los buenos momentos... Sabes, realmente no sé qué pasará conmigo después. —Unas palabras muy simples que Katsuki no podría entender tan fácilmente, pero para Izuku significaban angustia. — Y... realmente deseo que todo esto pare.

Katsuki no dijo nada, no tenía nada en mente al enterarse de algo como eso. No podía decirle algo empático, porque no lo sentía y no podía decirle algo protector porque ese Omega no era suyo. Era un maldito conocido que estaba cometiendo el error de contarle tales cosas sabiendo que él no iba a ayudarlo y esa era la razón de su culpa.

Izuku levantó su mochila del suelo y se encamino de regreso a la acera. Volteó ligeramente al ver que Katsuki le seguía a pasos pesados, aun mirando a la nada sin ninguna expresión en su rostro. El pecoso, tal vez se estaba apresurando demasiado rápido, tal vez estaba comenzando a vomitar todo lo que ya no podía guardar en sí mismo, pero el peso era demasiado.

—Yo, soy tan patético. —Se llevó una mano a la nuca, pensándolo dos veces si lo que quería pedir era posible, si era correcto. —Pero... ¿Puedo abrazarte? —Sus ojitos rojos y acuosos le pedían a gritos que dejara cumplir aquel capricho, pero podía realmente saber que no iba a ceder.

El contrario suspiró y separo los brazos ligeramente. Izuku le miró tímidamente mientras se acercaba con cautela, esperando a que este le gritara en negativa. No lo hizo, pero tampoco lo afirmó. El pecoso, con pesar, después con desesperación se abalanzó contra aquel muchacho quien, no correspondió el abrazo, pero dejó que aquel niño lastimado lo envolviera con toda su fuerza.

Los oídos de Katsuki se llenaron del sollozo de Izuku, desahogándose contra su pecho, llorando lo que parecía no haber hecho. Lamentándose quedamente mientras trataba de tragarse cualquier queja y suspiros. No era una escena que realmente quisiera enseñar, y no le hacía sentir realmente cómodo al lado de un niño como él, pero, no podía negarse, no podía hacerlo. Otra vez una jugarreta de su alfa interior no le permitió empujarlo. Y ahí estaba él, sirviendo de consuelo aunque no lo quisiera. Escuchando la pesada melancolía y amargura del llanto de aquel muchacho.

Izuku, cuando logró calmar su llanto se separó, limpiando sus mejillas bañadas en lágrimas. Parecía que podría reponerse del todo con algo como eso, aunque muy por lo dentro sabía que no era suficiente. Agradeció con un susurró aquello que creyó imposible, y con timidez se encaminó detrás de su amigo de la infancia hacía aquel camino que conocían bien. Su vecindario.

En silencio, casi saboreando en olor de la nostalgia es que Bakugo paró al ver como Deku se desviaba, sacando un par de llaves de su bolsillo, abriendo la puerta ante un chillido.

Katsuki volteó a verle, el niño, desde el marco de la entrada levanto una mano, balanceándola, le dedicó su más sincera sonrisa y, aunque sus ojos guardaban un resplandor tan débil casi inexistente, pronunció.

— ¡Nos vemos mañana! 

¡Nos vemos mañana! [KatsuDeku] |OMEGAVERSE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora