🍃Capitulo cinco🍃

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Maratón 󾠯/󾠰

Era el mayor de los idiotas. ¿En qué diablos pensaba cuando quise asegurarme que Carolina había llegado a su departamento? 

Durante la noche puse todo mi esfuerzo en ignorarla cada vez que me quería saber sobre mí. Funcionó cuando la vi marcharse. Me sentía culpable por tener que actuar de esa manera. 

Pero sabía que era lo mejor para ambos.

No podía decirle que era un miserable que se ganaba la vida boxeando, y que tuve una familia disfuncional en donde mi padre agredía a mi madre hasta que murió. No quería opacar su mente con mis problemas. 

Sin embargo, no pude evitar sentirme responsable cuando salió del gimnasio. Ella no tenía por qué recibir ese rechazo de mi parte. No después de haberse portado amable a pesar de mi indiferencia. Conseguí que Julian me prestara su auto. Aproveché la oportunidad que estaba ocupado con Cecy, porque si hubiera estado en sus cinco sentidos, se habría negado.

Me sentí aún peor cuando Caro declinó mi propuesta de querer llevarla a casa. Pero entendí que su respuesta. Después de todo era un desconocido para ella. Cuando subió al taxi, consideré regresar al gimnasio y tomar otros tragos más. Eso calmaría mi frustración de haber sido tan mierda con alguien que no lo merecía.

Pero en vez de volver al gimnasio, la seguí como un maldito psicópata. Tenía la necesidad de remediar mi error. Aunque sabía que eso no lo solucionaría. De hecho, no tenía por qué estar preocupado por eso. Fui maldiciendo entre dientes mientras conducía, pero no quería desviarme a otro lugar hasta confirmar que había llegado a su departamento sin ningún percance. 

De vuelta en el gimnasio, Julian estaba haciendo su trabajo con la rubia. Me dirigí a la mesa anterior y me quedé ahí por un largo rato. La inquietud que vagaba en mi interior se enfocaba en Caro. Era absurdo pero cierto. Había algo en ella que me hacía meditar las cosas con seriedad.

Estuve bebiendo tranquilamente el resto de la noche. No fue hasta que una chica apareció en mi mesa y comenzó a coquetear. No tuve que esforzarme, lo que me facilitó las cosas.

—¿Y bien, Agustín? ¿Aceptas mi propuesta o no? 

Miré sus tetas, posiblemente falsas, que estaban a punto de salir de su vestido ajustado y me dije por qué no. Alejé su dedo que vagaba por mi pecho y terminé el último trago mientras me ponía de pie. Su insinuación serviría suficiente para distraer mis pensamientos que giraban en torno a un par de ojos verdes. 

Antes de arrepentirme, llevé a la chica desconocida a uno de los almacenes vacíos del gimnasio y me apresuré a disfrutar lo que ella misma había ofrecido, introduciéndome por detrás. Cerré los ojos y me dejé llevar. Sacié una de mis necesidades carnales y abrí los ojos cuando terminé. La diversión no duró demasiado, pero había despejado mi mente de algún modo. 
Tiré el condón a la basura y me subí el cierre de los vaqueros. La chico sonrió satisfecha y se despidió con un pegajoso beso en la mejilla. 

Limpiándome el lápiz labial con la mano, volví al bar. Encontré a Julian manoseando a la amiga de Cecy y le aventé las llaves de su auto. Protestó, fulminándome con la mirada y levanté los brazos inocentemente. 

No tenía planeado quedarme más tiempo. Así que era hora de irme.

—Nos vemos luego. —Le palmeé el hombro y gruñó, regresando su atención a la chica.

Me desperté a las cuatro de la mañana. Estaba sudando y respirando con dificultad. Había tenido una pesadilla que más bien lo identifiqué como un recuerdo del pasado. Era frecuente la mayoría de las veces. El mismo escenario en donde mi madre era golpeada y humillada mientras yo hacía lo que podía para mantenerla a salvo.

Heridas Ocultas  [Aguslina] [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora