🍃Capítulo veintiuno🍃

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Recomendación: Pueden leer el capítulo anterior para que vuelvan a tomar el hilo♥ (1/7)

Estaba sumido en mis pensamientos mientras esperaba a Carolina en los pasillos. Me sentía ansioso e indeciso. Todavía guardaba la tarjeta del hombre que se presentó de repente en el gimnasio. Habían pasado dos días desde entonces y aún no he tenido contacto con él. No sabía si realmente hacerlo. Quería resolver los problemas por mi cuenta, pero Jay decía que era mejor recurrir con alguien que tuviera experiencia, es decir, con el agente Craig. Julián se limitó a decir que hiciera lo que fuera conveniente, ya que él seguiría apoyándome. 

—¿En qué piensas? —instantáneamente reconocí esa voz dulce. 

Hice a un lado cualquier preocupación para concentrarme en Carolina. Sacudí la cabeza, restándole importancia y sonrió. Diablos, no podía ignorar lo bien que se veía. Tal vez ella no se daba cuenta, pero su blusa holgada e insignificante solamente me tentaba a explorar lo que había debajo. Demonios, podía imaginar mis dedos recorriendo cada parte de su piel mientras la besaba hasta el cansancio.  

En ese momento, supe que la deseaba más que encontrar a mi padre. Eso pasaba cuando la tenía cerca. Pensaba desde las cosas más cursis a las más perversas; como llevarla a la pared y tomarla en medio de los pasillos, por ejemplo. 

—¿Qué tal tu clase? —pregunté, aclarándome la garganta antes de perder el control de mis sentidos.

—Aburrida como todas las anteriores.

Comenzamos a caminar entre los demás y la tomé de la mano, asegurándola a mi lado. 

—¿La chica inteligente odia sus asignaturas? —me burlé mientras llegábamos a la salida. 

—Algo así —rió, encogiéndose de hombros. 

Sentí la misma sensación hormigueante en el pecho cada vez que escuchaba su risa. 

En el estacionamiento, localicé a Jay hablando con Sophie, Amy y Cecy, quienes se despidieron desde lejos cuando nos vieron. Subimos al auto y me habló sobre la tediosa presentación que tenía que exponer el día de mañana, a lo que me ofrecí en ayudarle.

A los pocos minutos llegamos al instituto y esperamos unos momentos para que Chad subiera al auto.

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó Caro una vez que empecé a conducir.

—Bien, supongo —contestó con amargura.

Intercambié una mirada con Carolina y luego lo miré por el restrovisor. Por la expresión de su rostro, supe que estaba desanimado.

—¿Estás bien? —dije, sonando un tanto exigente.

—Sí. Es sólo que la próxima semana empezaré con los exámenes. Así que no podré entrenar por las tardes. 

—¿Eso es lo que te tiene inquieto? —cuestionó Carolina volviendo su cuerpo hacia a él.  

Lo miré de nuevo y asintió. Fruncí el ceño, pensando en alguna solución.

—No tienes por qué sentirte así, Chad. Además, creo que tengo un pequeño saco de boxeo debajo del asiento —lo vi inclinarse y empezó a buscarlo. Lo encontró y lo sujetó en sus manos—. Puedes quédartelo y usarlo en tus horas libres.

—¿De verdad? Gracias, Agustín—me sentí papá noel cuando noté la felicidad en su voz. 

—De nada. Retomaremos el entrenamiento cuando termine la etapa de exámenes, y espero que obtengas buenas notas, ¿de acuerdo? 

—De acuerdo —lo escuché decir complácido por lo que le había dado. 

Miré a Carolina y ella me sonrió con cariño. Le devolví la sonrisa y seguí acelerando.

Heridas Ocultas  [Aguslina] [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora