🍃Capítulo veinte🍃

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El sudor recorría mi cuello y bajaba hasta la columna de la espalda. Sentía los músculos tensos y contraídos mientras golpeaba el saco de boxeo. Estaba en el almacen del gimnasio, entrenando con Chad. Le estaba mostrando cómo esquivar los golpes sin necesidad de perder el equilibrio.

―De nuevo ―al mismo tiempo, empezamos a golpear el saco. Sus brazos se movían ágilmente. 

Estas últimas semanas había progresado más de la cuenta, y eso conllevó también convertirme a lo se que podría llamar su amigo. Podía ver músculos nuevos formándose en sus brazos. No eran tan prominentes, pero sí adecuados para un chico de trece años.

―¿Estás saliendo con mi hermana? ―preguntó con la respiración agitada.

Aspiré una bocanada de aire y me cuestioné cómo lo sabía.

―¿Cómo reaccionarías si te digo que sí? ―lo miré por un momento antes de propinar otro golpe al saco.

Se detuvo y lo consideró.

―Creo que te felicitaría. Debiste haber salido con ella desde antes. 

Sonreí y sacudí la cabeza. Para ese entonces yo era un cobarde. Lo seguía siendo, pero ya era un avance haberle dicho lo que sentía por ella. Aunque aún no podía hablar sobre la ira y el rencor que tenía en el interior. Ella no me presionaba y eso me tranquilizaba. Quería contarle sobre mi padre, la muerte de mi madre y lo que sufrí y seguía sufriendo hasta ahora. Pero una relación se estaba formando entre nosotros y de ninguna manera iba a causarle daño. Tenía miedo de que algún día, Caro se diera cuenta que yo no era lo suficiente bueno para ella. Me preocupaba como el infierno, pero mientras tanto, trataría de hacer mi mejor esfuerzo.

―Así que, ¿eres mi cuñado? ―Chad cogió una toalla y me lanzó una botella de agua. 

―Supongo que sí ―me encogí de hombros y le di un trago. Me era fácil hablar con él. Su actitud adolescente me inspiraba confianza. Era un poco maduro para su edad. Y si pudiera haber elegido tener un hermano pequeño, me hubiera gustado tener alguien como Chad. 

Nos sentamos en la banca a descansar, y nos quedamos en silencio mientras recuperábamos el aliento de tres horas de entrenamiento.

―¿Sabes? Cada día me estoy animando en hacerme un tatuaje. Pero no sólo uno, si no muchos como tú ―lo escuché decir. 

Lo miré y fruncí el ceño.

―Chad, un verdadero tatuaje es para toda la vida. Además aún eres muy joven para eso. Mejor deberías preocuparte en sacar buenas calificaciones ―era el menos indicado en dar consejos, pero simplemente quería quitarle esa idea de la cabeza.  

―Lo sé, de todas maneras mis padres no me darían permiso. Menos mamá, ella odia a los chicos con dibujos en la piel. Piensa que son unos descuidados que no respetan su cuerpo, que son unos pandilleros irresponsables que... ―hizo una pausa y luego me miro, haciendo una mueca―. Sin ofender. 

―Está bien. Acabas de darme una razón para no conocer a tu mamá. Me cerraría la puerta en la cara si llegara ir a su casa. 

―Podrías usar una camisa larga. Aunque no podrías ocultar los tatuajes de tus dedos, pero podrías usar guantes o anillos, tal vez... ―suspiró―. Mejor no vayas a conocerla. 

Reí y le sacudí el cabello.

―Te hace falta un corte de pelo, amigo. Te pareces un poco al tío cosa. 

―Estás exagerando ―gruñó y se hizo a un lado.

―Oh, alguien se está enojando ―lo presioné intencionalmente.

Heridas Ocultas  [Aguslina] [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora