1.- Trabajo Particular

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—¡Enfermera Zenere! ¡Rápido, a urgencias.- me dijo una de las enfermeras de la sala. Corrí hacia mi destino con la clara idea de salvar una vida más en éste día.

Mi trabajo es lo que mas amo en todo el mundo, no podría vivir sin tener toda la acción que representa el hospital. Estar cara a cara con la muerte todos los días era el golpe de adrenalina que siempre había estado buscando.

Mi nombre es Valentina Zenere, tengo veintitrés años y soy enfermera profesional desde hace dos, trabajo en el Hospital General de la cuidad de México. Aquí como en todo hospital público la vida es dura, muchas veces tenemos que hacer maravillas con un bisturí y un poco de vendas, la realidad que se vive a diario es muy diferente a la que presume el gobierno.

Cuando entré en la sala de traumas todo era un caos, cables por aquí, cables por allá y más de diez personas trabajando al unísono en un cuerpo.

—¿Qué tenemos?.- pregunté, entrando en la sala y vistiéndome con la ropa de trauma, una bata y guantes desechables.

—Hombre de cuarenta y cinco años, balazo en el área cardio-respiratoria, saturación: setenta, pulso: 85/60.- dijo el interno.

—Perdemos el pulso.- gritaron al momento que la maquina que marcaba los latidos comenzó a sonar avisando de la urgencia.

— ¡Comenzando compresiones!.- me subí a uno de los pisos que siempre había al lado de las camillas y comencé a presionar su pecho, masajeando y bombeando sangre a su cerebro.

— ¡Bandeja de intubación!.- un doctor se dispuso a entubarlo mientras una enfermera estaba lista para ventilar.

— ¡Ventilen!.- gritó, pidiendo el vital elemento para mantener con vida a éste paciente.

—Detengan compresiones.- solté su pecho y levante mis manos.

— ¡Bien! Tenemos pulso.-

—Saturación subió a setenta y nueve.-

—Sigan ventilando.-

Salí de la sala ya que mi trabajo estaba hecho. Me sentía satisfecha con lo que hacia, sin duda salvar vidas y ayudar a otras era lo que mas quería hacer en la vida. Mi Hospital y mi carrera era una parte importante en mi vida.

—Valu.- me llamó una voz conocida.

—Dime Caro.- ella era la jefa de las enfermeras y una amiga muy querida.

—La doctora Parravicini te llama a su oficina.-la directora de la sala de urgencias me necesitaba ¡demonios! ¿Qué querría?

—¿A mí?.-

—Sí, a ti.- soltó una risita—. Ve, que parece que te conviene.-

—Está bien.- asentí, dudando de la veracidad de sus palabras.

Me dirigí al sexto piso del hospital en donde estaban todas las oficinas de los directores y altos puestos. Salí del ascensor llena de miedo, no sabía que podría necesitar mi jefa, ella nunca me llamaba a no ser cuando nos daba los turnos o por alguna reunión de personal. Pasé donde estaba su secretaria, era una chica muy simpática, me miro con una cara divertida y anuncio mi llegada. A los pocos minutos me hizo pasar. La oficina de la doctora Parravicini era enorme, tenía un escritorio de color caoba que siempre estaba lleno de papeles, ella era una mujer de pelo rubio y corto, de un carácter indomable, pero que tenía la cabeza más brillante de todo el hospital. Era autora de numerosas investigaciones en medicina de urgencia y además fue mi profesora en la facultad.

—Buenas tardes Valentina.- saludó cortes, sin levantar la vista de la mesa.

—Buenas tardes doctora Parravicini.-

CORAZÓN DE HIERRO                              |MICHAENTINA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora