6.- Deseo Incontrolable

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—¡Michael! ¡Michael! —lo llamé, pero él por nada del mundo parecía querer despertar, moví su cuerpo y parecía sin vida, su piel estaba blanca y sus manos que hace pocos minutos las había sentido quemar en mi piel ahora estaban heladas. ¿Por qué había sucedido esto? No pude evitar preguntarme.

—¡Señor Ronda! —dijo la horrorizada voz de David, se acercó lentamente a donde estábamos, yo estaba sentada en el suelo y Michael estaba con su cabeza apoyada en mi regazo—. ¿Qué le ha pasado? —me preguntó de inmediato.

—Estaba discutiendo con alguien por teléfono y de pronto le vino ésta crisis, pero no es momento para explicar ¡Llame a una ambulancia!

—Sí... sí —respondió atropelladamente. En menos de diez minutos estaba una unidad de rescate medico en la mansión, subieron rápidamente hacia la habitación y comenzaron a trabajar en él.

—¡Atrás por favor! —nos dijeron cuando llegaron a nuestro lado.

—Yo soy su enfermera —le dije tratando de ayudar.

—Bien señorita, entonces infórmenos.

Mientras ellos lo inmovilizaban les conté rápidamente de la extraña patología que tenía Michael.

—Entonces lo llevaremos al Hospital Angeles, síganos por favor.

—Sí —respondí rápidamente, tomé mi abrigo del sofá y los seguí mientras lo bajaban inmovilizado en una camilla—. ¡David! Encárgate de avisarle a quien creas correspondiente, después vete al hospital, tu sabes mejor que yo los aspectos legales del señor Ronda.

—Sí señorita, el chofer ya está afuera esperándola.

Salí de la casa corriendo y me metí al auto, James, el Chofer de Michael, me esperaba atento afuera.

—Al Hospital Angeles —le dije antes de entrar, él sólo asintió y rápidamente se subió al auto, manejó a toda velocidad por las calles, saqué mi celular y busqué rápidamente el número de Ruggero.

—¡Valu! —me dijo alegre cuando contestó—. ¿Qué sucede?

—Michael acaba de tener una recaída —un silencio de sólo unos segundo se hizo en el teléfono.

—¡Mierda! —exclamó el doctor—. ¿A dónde lo llevaran?

—Al Hospital Ángeles, ya casi estamos llegando.

—Bien, salgo de inmediato —ambos cortamos la comunicación. Mordí nerviosa una de mis uñas, tenía una opresión gigante en el pecho y lo único que quería era llorar, jamás me había pasado esto en el hospital, hasta en las peores situaciones sabía controlarme muy bien, pero por lo visto éste no era el caso.

Llegamos al estacionamiento, le pedí a James que se quedara cerca por si lo necesitaba, cuando sacaron a Michael de la ambulancia mi pecho se oprimió aun mas, venía mas pálido que cuando lo sacaron de la casa. Los paramédicos lo hicieron pasar a urgencias, pero un guardia me retuvo en la entrada.

—Lo siento, no puede pasar.

—Pero soy la enfermera del señor —le repliqué muy molesta.

—Lo siento, pero sólo familiares directos pueden pasar.

—¡Demonios! —grité exaltada, ganándome todas las miradas que había a mi alrededor. Caminé hacia donde había unos ventanales y ahí me quedé esperando.

Al pasar de los segundos, los minutos, mi cabeza iba generando diferentes ideas, sólo unos momentos más tarde casi me golpeé contra la pared por estar pensando cosas terribles. No sabía porque eran pero tenía un gran miedo de que a Michael le sucediera algo, yo no quería eso.

CORAZÓN DE HIERRO                              |MICHAENTINA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora