Así como nada habían pasado dos semanas desde que empecé a trabajar con Michael Ronda, no puedo decir que son las dos semanas más felices de mi vida, pero bueno... por lo menos ya lo aguantaba mejor. En casa las cosas marchaban excelentes, con Carmen por un mes en la cárcel estabamos en la gloria, mi padre y hermana estaban tranquilos y felices, se alimentaban, podían dormir todo lo que quisieran y lo mejor es que de nuevo podía escuchar sus risas. Pero por las noches las cosas eran diferentes, un maldito insomnio me estaba atacando, mi cabeza estaba llena de preocupaciones, Carmen, mi trabajo, mi familia, ¿Qué pasaría cuando Carmen volviera? ¿Seguiríamos teniendo paz? No lo creía, tenía que apresurar las cosas, si ella regresaba tendría que pedir un adelanto y sacar a mi familia de ésta casa cuanto antes.
—Buenos días —saludé a Margarita, otra de la decena de mucamas que había en ésta casa.
—Buenos días señorita Zenere—me saludó como siempre—. El Señor Ronda no está en su habitación.
—¿Ah sí? ¿Pero donde está?
—En la biblioteca.
—Entonces iré por él —le dije con cierta autoridad.
—Pero señorita Zenere—me llamó—. El señor pidió no ser molestado.
—Lo lamento, pero si a él le pasa algo es a mi a la que regañaran, no se preocupe que yo corro con la responsabilidad.
En éstas dos semanas he aprendido a manejar el carácter tan difícil y explosivo de mi jefe, por algunas razones discutimos ésta semana. A él no le gusta que se le controle ni que tampoco se le vigile a cada minuto, pero como le decía a la chica, si algo le pasa, es mi responsabilidad, tenía que evitar cualquier tipo de problema con él. Llegué a las puertas de la biblioteca y sentí de inmediato su voz, como ya era costumbre escucharlo, estaba enojado. Bastante enojado.
—¡Demonios! —gritó cuando abrí la puerta, la cerré detrás de mi y me quedé esperando a que me viera, estaba de espaldas a la enorme ventana, traía los usuales buzos o pijamas que ocupaba cuando estaba en su habitación, la polera se cernía perfectamente a toda su anatomía—. No me importa, Federico, haz lo que tengas que hacer, pero el proyecto de Vancouver tiene que iniciar la próxima semana, no hay más plazos.
Comenzó a pasearse por toda la habitación, cuando levantó la vista y fijó sus ojos en mí, su ceño se frunció aún más, haciendo caso omiso a su enojo me senté en uno de los sillones del pequeño estar que había. Él siguió con su paseo, constantemente se pasaba las manos por su cabello, aunque era algo que hacía a menudo. Me detuve a contemplar su belleza. La polera que marcaba su cuerpo dejaba entrever el físico de atleta que tenía, su abdomen estaba perfectamente marcado al igual que la parte baja de su pelvis, me sonrojé al pensar que mas seguiría para abajo.
Si Michael Ronda tenía fama de ser un mujeriego y tenerlas a todas a sus pies entonces sus dotes en el arte del sexo tendrían que ser excepcionales. Yo era una mujer bastante madura, a mis veintitrés años había tenido un par de novios, pero Michael Ronda que sólo me llevaba cinco años de diferencia me superaba en cientos, yo creo que miles de noviazgos. ¡Dios! Si hiciera dinero por sus noviazgos sería el doble de rico de lo que es ahora. Después de gruñir un poco más colgó inesperadamente y me miró con sus ojos cargados de molestia.
—¿Quién la autorizo para entrar?
—Nadie, sólo vine a comprobar que estaba bien —le respondí, parándome del sillón poniéndome a su altura, pero sólo de su carácter porque su cuerpo me superaba por varios centímetros de altura.
—Pues ya me vio, ahora lárguese —me dijo, girándose hacia la ventana.
—No puedo —le contesté con voz dura, igual a la de él.
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CORAZÓN DE HIERRO |MICHAENTINA|
Fanfic"Michael Ronda es conocido por su mal carácter e intransigencia. Sus negocios y dinero lo son todo en la vida. Como lección de vida sufre de una extraña enfermedad que lo tiene al borde del precipicio, para tener un cuidado personalizado y estar bi...