2.- Un Paciente muy Singular

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—¿Un trabajo nuevo? —preguntó mi papa.

—Sí papá, es un nuevo puesto.

—¿Dónde?

—En una casa particular, seré la enfermera de cabecera de un «magnate» —dije, haciendo las comillas en el aire.

—Pero Valentina, ¿no crees que estas desperdiciando la oportunidad de estar en el hospital?

—Tal vez sí papá, pero aquí me pagan mucho mas y eso es lo que necesito. Además, lo único que deseo es marcharme de aquí. Tú lo sabes.

—Claro que sí hija, lo sé ¿Y cuándo empiezas?

—Por lo que me dijeron mañana, pero aún no lo tengo muy claro.

—¿Y te irás a vivir a su casa?

—No, él necesita de alguien que lo cuide de día, creo. Yo pasare todos los días con él y en las noches me vendré con ustedes.

—Ya veo, ojala todo resulte bien hija mía.

—Lo será papá, ya verás que todo cambiara —dije con una sonrisa.

La puerta de la calle se cerró violentamente, indicándonos que Carmen había llegado. Cerré la puerta de mi habitación para quedarme sola con papá, no estaba dispuesta a soportar sus humillaciones.

—Carmen se va a morir cuando se entere de que nos vamos.

—Y a mí no me interesa, que se pudra papá, ella no se merece nuestra compasión.

—Lo sé, ojala que cuando podamos tener una mejor situación pueda iniciar los trámites del divorcio.

—Sí, eso también será una de mis metas, no quiero que estés unido a esa perra —dije, con un sabor amargo en mi boca.

Ese mismo día presente mi carta de renuncia al hospital y fue aceptada por mis superiores. La doctora Parravicini hizo hincapié en que mi lugar estaría reservado para cuando necesitara volver, me sentí muy feliz de saber que aun podía contar con todos. Como era mi último día de trabajo me hicieron una despedida y me dieron recuerdos de parte de todos. Los extrañaría a rabiar, pero sabía que todo era para un bien común: mi familia.

Era de noche, pasadas las nueve, mi celular sonó, pero era un número desconocido.

—¿Diga?

—Buenas noches, ¿la señorita Valentina Zenere?

—Sí, con ella, ¿quién habla?

—Mi nombre es David Muri y soy el mayordomo de la casa Ronda. La llamaba para concertar una cita con usted, necesito que se haga presente en ésta residencia para conocer todos los procesos y procedimientos que requiere el señor Ronda.

—Oh ya veo, sí, no se preocupe. Si quiere podría ir mañana temprano y así podríamos hablar.

—Claro, sería perfecto, el señor Ronda llega ésta semana de viaje así que le aseguro que pronto comenzara a trabajar aquí.

—Bien, entonces mañana a primera hora me paso por la casa.

Concertamos la cita y me dio los datos para llegar. Estaba nerviosa, mi trabajo empezaba ésta semana. La noche paso mas rápida de lo que pensaba, me desperté alrededor de las cinco de la mañana y no pude volver a dormir, mire a mi lado y el angelical rostro de Kate me infundía aun mas ánimos, por ellos quería salir adelante, por ellos estaba aceptando este trabajo, tenía que sacarlos de ésta mierda.

—Buenos días, ¿es usted la señorita Zenere? —me saludó un hombre que por el uniforme supe que era el mayordomo.

—Buenos días, soy Valentina Zenere , ¿es usted el Señor David Muri?

CORAZÓN DE HIERRO                              |MICHAENTINA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora