Esclava

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Sasha abrió los ojos lentamente, se sentía fatal y no recordaba nada. Cuando miro a su alrededor no sabía qué lugar era aquel, era una habitación con paredes de madera y una sola bombilla, era un lugar pequeño y estaba justo al lado de unas escaleras, estaba totalmente confundida. Sintió un dolor fuerte en las manos e intento mirarlas pero se dio cuenta de que no las podía mover. Volteó hacia abajo solo para darse cuenta de que estaba sentada con las manos detrás del respaldo de la silla, intentó gritar pero su boca estaba llena, tenía una mordaza. Comenzó a entrar en pánico y trató de zafarse de esa silla pero todos sus esfuerzos eran inútiles, las cuerdas eran más fuertes que ella. Comenzó a gemir esperando que alguien la escuchara, nadie respondía, estaba sola en aquella habitación. Se relajo un poco y trató de pensar, de recordar cómo había llegado ahí. Todo le parecía muy confuso, había estado dormida por quien sabe cuánto tiempo y no había tenido ningún tipo de sueño. Trató de hacer un recuento de lo último que recordaba, la fiesta, su ataque de irá, la limpieza que había hecho, salir a comprar y luego nada, el resto era como una mancha negra en su mente. Trató de recordarlo, trató de concentrarse pero no podía porque en ese momento sentía un hambre terrible. Se miró la ropa y vio que estaba mojada, había estado sudando mucho por los nervios. Tenía muchas cosas que asimilar, no podía creer lo que estaba pasándole.

—¡Buenos días! —escuchó de repente desde las escaleras.

Escuchó el azote de la puerta y los pasos acercándose a ella. El hombre llegó a donde estaba ella y la miró. Sasha recordó todo en cuanto lo vio. Recordó aquel percance con el auto que la seguía y como había corrido, recordó como aquel hombre la jalo del cabello y tapó su boca. El hombre traiga consigo un plato de macarrones y un vaso con agua que puso en una mesa justo a la derecha de donde se encontraba la chica. Se acercó a ella y se colocó detrás de la silla para quitarle la mordaza.

—Si gritas voy a tener que arruinar tu hermoso rostro.

Sasha sintió un gran alivio al sentir su boca finalmente libre y dio un gran suspiro.

—Veo que eres una buena chica —levantó el plato con macarrones—. No soy tan malo, ¿ves? Te traje algo de comida.

—¿Cuánto tiempo he estado aquí? —preguntó Sasha.

—Aproximadamente dos días, comencé a preocuparme porque no despertabas, quería divertirme un rato.

—¿Divertirte?

—Ya lo verás —dijo con una mirada maliciosa—. Anda, debes tener mucha hambre.

El hombre comenzó a darle los macarrones con una cuchara como si fuera un bebe, al terminar, el hombre le pasó el vaso con agua y Sasha bebió como nunca en su vida.

—¡Vaya! Si que tenias hambre.

—¿Qué quieres de mi? —preguntó Sasha.

—¿Qué no es obvio? Dinero —respondió— .Pediré 20 mil dólares por ti y si no me pagan... bueno, tú serás mía. Si quieres irte deberás cooperar y si no lo haces ya no seré bueno contigo.

—¿Qué quieres que haga?

—Un número de teléfono sería lo adecuado para comenzar.

Sasha comenzó a sentir rabia, sabía lo que él quería hacer, quería extorsionar a sus madrastras y eso no lo iba a permitir, las quería demasiado.

—No te daré una mierda —respondió con el seño fruncido que convirtió en una mueca de dolor cuando el sujeto la golpeó en el vientre.

—El siguiente irá a tu cara y sería una pena que se arruine, hazme enfadar tres veces y se acabó el señor amable.

La sombra detrás de miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora