15. Gatos que nadan

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Terminé de ayudar a recoger los objetos que habíamos usado en la clase de teatro y me acerqué hasta donde estaba la profesora

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Terminé de ayudar a recoger los objetos que habíamos usado en la clase de teatro y me acerqué hasta donde estaba la profesora. La verdad es que la señora Flores me había dejado preocupada, había estado bastante perdida en varias ocasiones, más que en la clase parecía que había viajado hasta la luna.

Cuando ya estaba llegando me frené en seco, sus manos temblorosas intentaban abrir su bolso sin mucho éxito, cuando por fin lo consiguió se le cayó al suelo y decidí agacharme para recogerlo. Por el suelo rodaron varios objetos, entre ellos un bote que parecía de pastillas. Iba a dárselo cuando ella se apresuró para guardarlo todo y se quedó de pie mirándome, bajó la cabeza avergonzada y musitó una disculpa, más para ella que para mí pues apenas la había escuchado.

—¿Estás bien?

Ella asintió con la cabeza sin decir palabra y desapareció en un espacio que tenía reservado para ella. Su rostro pálido y sus ojos abiertos por el miedo me preocuparon de manera considerable pero decidí no inmiscuirme donde no me llamaban y fui hasta la salida, donde me esperaba Flavio.

—¿Por qué has tardado tanto?

—Perdona, es que...cuando había acabado de guardar todo a la profesora se le cayó el bolso y entre los objetos juraría que había un bote con pastillas —contesté extrañada.

—¿Y qué sucede? Estará enferma y tendrá que tomarlas.

—Sí pero... ¿No te diste cuenta en clase? Estaba en otro mundo, no prestaba mucha atención a lo que hacíamos.

—Todos tenemos días malos —dijo encogiéndose de hombros—. ¿A dónde quieres llegar?

—No sé, Flavio. Cuando recogió todo del suelo tenía cara de pánico, parecía que había visto a un fantasma.

—Pues no sé qué decirte —contestó arrugando la frente—. Por cierto, ¿te contó Álex que en unos días daremos un concierto?

—No, él también está en la luna —sonreí—. En un par de días viene su novia a visitarle.

—Oh, no sabía. Espero que vengas a vernos, me gustaría mucho que estuvieras.

—Claro, allí estaré.

Durante el camino hablamos de un par de cosas, decidí acompañarle hasta su casa porque me quedaba de camino hasta el centro deportivo, había quedado con Elena para nadar un poco en la piscina.

—Gracias por acompañarme, pensé que vendría Álex a buscarte.

—¡Ah! No. He quedado con una amiga para nadar un poco en la piscina, si me voy a casa luego me entra la vagancia y no salgo —me reí.

—Por algo llevas hoy esa mochila tan grande. Haces bien, ¡nada mucho entonces! —Contestó guiñándome un ojo—. Nos vemos, Alma, cuídate.

—Igual.

Sombras Unidas #2 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora