31. Reencuentros

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Al salir del baño miré a Sara y a Álex respectivamente, me moría de hambre pero no podíamos dejarle solo, podía despertarse en cualquier momento y sentirse confuso y perdido, tenía que quedarme a su lado

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Al salir del baño miré a Sara y a Álex respectivamente, me moría de hambre pero no podíamos dejarle solo, podía despertarse en cualquier momento y sentirse confuso y perdido, tenía que quedarme a su lado.

—Ve tú primero a desayunar, yo me quedo con Álex mientras.

—No tardaré —asintió ella mientras cogía su bolso.

Esperé a que saliera de la habitación dejando caer un bostezo, odiaba madrugar por las mañanas y el día movidito de ayer me tenía exhausta, aún necesitaba horas de sueño para recuperarme y poder ser persona, por el momento era más bien un zombie.

Me acerqué hasta la camilla donde estaba mi hermano y le acaricié la mejilla esperando estimularle sensorialmente y que eso le ayudara a despertarse. Le cogí la mano con fuerza pero con cuidado y ternura, temía hacerle daño.

—Buenos días, hermanito. He tenido un sueño...en fin, era sobre Daniel y digamos que casi me acostaba con él —suspiré—. No entiendo por qué no le puedo olvidar, quiero a Flavio, de eso estoy segura, pero parece que a Daniel le tengo grabado a fuego en mi piel, es frustrante.

Me acomodé a su lado conteniendo unas lágrimas, se me hacía muy duro contarle mis dudas y problemas sin recibir respuesta, sin tener su cariño, me sentía perdida sin Álex.

—Espero que estés esforzándote por luchar y volver con nosotros, Álex, lo espero de verdad. Eres fuerte, hermanito y todos te necesitamos aquí, desde que estás ahí dormido estamos todos más apagados, nos falta tu luz. Vuelve con nosotros, por favor.

Apoyé mi cabeza en su pecho como siempre hacía cuando me sentía mal y necesitaba su protección, con la diferencia de que estando él despierto me acariciaba el pelo y me susurraba que no pasaba nada, que siempre estaría ahí para mí.

El sonido de alguien golpeando la puerta me sobresaltó, caminé hacia ella pensando que igual eran nuestros padres, aunque me resultaba extraño que se molestaran en avisar, ellos abrirían sin más. Al girar el pomo abrí la boca en forma de piñón, quedándome completamente muda, no me esperaba encontrarla aquí después de tantos años.

—¡¿María?!

—Hola, Alma —respondió avergonzada—. Veo que no has cambiado.

—Tú...tú sí.

La miré de arriba abajo, ahora tenía el rostro más maduro y se había teñido el pelo, lo llevaba en un tono caoba, resaltando sus ojos claros. Me fijé en su ropa, iba bastante arreglada y maquillada, con una coleta alta que sujetaba su larga melena, parecía que trabajaba en algo importante. Pero lo que más me llamó la atención fue la bolsa que llevaba en sus manos, con cosas que me resultaban muy familiares.

—¿Puedo pasar? Me enteré de lo de tu hermano y...bueno, pensé que tenía que venir, pero no sé si hago bien.

—Claro, pasa —asentí haciéndome a un lado.

Sombras Unidas #2 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora