Capítulo uno

1K 103 1
                                    

Jorge estaba en el parque jugando con su hijo como lo hacía cada vez que le tocaba cuidar de él. 

—¡Vamos, Josué, patea la pelota! —El niño de tres años salió corriendo tras el balón a la mayor velocidad que sus pequeñas piernas le permitieron, mientras se reía.

Para Jorge el ver a su hijo únicamente una vez a la semana era una pesadilla, pero no le quedaba otra opción. Cuando luchó con su esposa por la custodia, el juez dictaminó que solo podría relacionarse con él el domingo. "Por la corta edad de su hijo" le ordenó.

«Además de que Alicia se encargó de informarles a todos cómo descubrió que era gay» pensó amargamente.

No tenía pruebas al respecto, pero estaba casi seguro de que ese juez homofóbico no le había permitido verlo más veces a la semana por "sus tendencias pervertidas" como solía llamarlas su exesposa. Nadie lo había admitido en voz alta, pero no era necesario, él sabía la verdad.

Volvió a patear la pelota mientras su hijo se carcajeaba a más no poder. Aunque sentía una enorme felicidad al poder pasar tiempo con él, también lo atacaba un sentimiento de melancolía al pensar que tendría que despedirse de su pequeño y esperar otra larga semana antes de volver a verlo.

Estaba por patear el balón de nuevo, cuando algo le golpeó dolorosamente la cabeza por detrás.

—¡Ay! —gritó repentinamente y un balón de básquetbol cayó al suelo. Se giró inmediatamente, listo para insultar al patán que lo había golpeado.

«¿Qué tal si ese balón hubiera lastimado a Josué?» pensó enfurecido.

—Disculpa —dijo una voz masculina que pertenecía a un atractivo joven—. ¿Estás bien? —preguntó mientras le puso las manos sobre la cabeza y le palpó el cráneo como si estuviese buscando una herida. El chico no traía una camisa puesta por lo que podía ver su sensual abdomen y su atención fue robada por la capa de sudor que cubría su piel bronceada.

«Para lamerlo» pensó e inmediatamente sacudió avergonzado la cabeza.

—¿Papi? —dijo Josué llegando a su lado y tomándolo de la mano. Jorge inmediatamente lo volvió a ver sonrojado y se separó del joven. ¿Qué cosas pensaba con su hijo al lado?

—Sí, estoy bien —dijo mientras él mismo se tocaba el cráneo. Le dolía, pero no había ningún chichón.

—Dios, estoy muy apenado —dijo el joven—, quizá pueda invitarte a almorzar como disculpa. Podemos llevar a tu hijo para que juegue en el restaurante familiar que está allá.

—No te preocupes —dijo Jorge— no es la gran cosa.

—No, por favor, insisto. Si no aceptas, me arrodillaré en el parque hasta que me digas que sí —dijo mientras se dejaba caer sobre sus rodillas.

—Detente —dijo Jorge sonrojándose todavía más. Realmente no entendía a estos millennials y su necesidad de exagerarlo todo—. No es necesario, pero te agradezco la intención.

Su hijo era tímido con los extraños así que se ocultó detrás de las piernas de su padre.

—Hola, pequeño, ¿quieres ir a comer a McDonald's? Podrás jugar todo lo que quieras.

Josué comenzó a saltar emocionado y a pedirle a su padre que lo llevara al restaurante. «Ah, qué atrevido, sobornó a mi hijo».

—¿Vamos? —dijo.

El chico inmediatamente se despidió de sus amigos, se puso la camisa, para decepción de Jorge, y los guio insistentemente en dirección al restaurante.

Amor en el parqueWhere stories live. Discover now