Prólogo

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JADEN

Nueva York, 2017

La música retumba en mis oídos como cada viernes en Zebra, la discoteca a la que asistimos desde hace tres años. Veo a Lydia a varios metros, mi ex novia, coqueteando con uno de mis amigos y sin dejar de mirarme de reojo.

—No te lo tomes en serio —dice Paul en mi oído, señalándoles.

—No lo hago, tan solo me da pena. —Me encojo de hombros y giro para apoyar los codos en la barra y aceptar el chupito que él ha pedido para ambos.

—Por una gran noche —dice alzándolo.

—Por una gran noche —repito.

La cabeza me da vueltas, a la vez que mi estómago se resiente por las cinco copas y cuatro cervezas que me he tomado.

—¡Ay! —exclamo cuando algo golpea mi espinilla al entrar en casa— Mierda de mesilla —añado al comprobar de lo que se trata.

Me quito los zapatos mientras palpo la pared a oscuras para encontrar el interruptor de la luz, en vano. Bufo con cabreo por haber bebido tanto, y sin querer tiro al suelo la lámpara al intentar encenderla, provocando que la bombilla se caiga al suelo y me corte en el pie con un pedazo de cristal.

—Su puta madre —balbuceo.

Camino cojeando hasta la cama y me dejo caer boca abajo. Debería sacar el botiquín del armario del baño y curarme, pero ahora mismo parece que está lejísimos y no me veo capaz de llegar hasta allí. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que me desangre? Me arriesgaré.
Todo se mueve a mi alrededor, igual que si me encontrara dentro de una montaña rusa. ¿Por qué estoy dando la vuelta? Mierda, qué mal me encuentro. Levanto un brazo para tocar el cabecero de la cama y tratar de que mi cerebro encuentre algo de equilibrio. Respiro profundamente por la nariz y trato de relajarme, terminando de perder la poca fuerza que le queda a mi cuerpo y cayendo en un profundo sueño.

Llevo la mano a mis ojos para cubrirlos y tapar la incesante luz que solo aumenta mi dolor de cabeza. Dios, ¿algún día cumpliré mi promesa de "no vuelvo a beber"?
Restriego mi cara, y estiro el brazo para coger el reloj de la mesilla y comprobar la hora que es, pero en su lugar me encuentro con un puñado de hierba, lo que me hace abrir los ojos de golpe y mirar a mi alrededor.

—¿Pero qué cojones?

Me pongo en pie y de inmediato siento un ardor en un costado del pie derecho. La lámpara me cortó anoche y estoy sin zapatos. Vale, debo estar soñando. ¿De verdad era necesario traerme la resaca y el corte a un maldito sueño? Jodido Karma, podría haberme dejado al menos los zapatos. De acuerdo, que pase lo que tenga que pasar ya que quiero despertarme.

Observo a mi alrededor, esperando que alguien llegue a matarme o un dinosaurio haga su aparición, pero no sucede nada. Bufo y comienzo a andar tratando de no pisar mucho con la parte herida del pie, cuyo dolor no comprendo muy bien que sea tan realista. Desde luego es el sueño más real que he tenido jamás.

Me doy cuenta de estoy en medio de una especie de campo, aunque no hay muchos árboles ni flora, tan solo uno a varios metros. Se me ocurre subirme a él para explorar la zona y ver hacia dónde debo ir para terminar con esta pesadilla de una vez. Camino despacio, subiendo una colina y sintiendo las hojas crujir bajo mi paso, y entonces diviso una silueta humana junto al solitario árbol. Apenas es un borrón, ¿acaso sigo borracho? Me concentro mejor en ella, en aclarar su imagen, hasta que me acerco varios metros más y entonces lo consigo. Es una chica. Se encuentra completamente paralizada y con el rostro asustado, mirándome con temor y confusión a la vez. No entiendo nada, pero quizá ella pueda ayudarme a despertar.

BabyloniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora