CAPÍTULO I
La pesadilla me persigue
A pesar de ser una de las mayores celebridades de Los Páramos, y ser el responsable de que más del noventa y cinco por ciento de sus habitantes contasen con electricidad y agua corriente gracias a él, se sentía solo. Demasiado solo.
Desde que su mujer había muerto en una ciudad lejana, razón por la que se embarcó con sus dos hijos en el dirigible hacia una zona menos habitada, a causa de una infección relacionada bien con el aire o el agua, ninguno de los cientos de médicos que acudieron a intentar salvarle la vida lograba ponerse de acuerdo con el motivo del fallecimiento, se había sentido devastadoramente solo. Como si la soledad, que sólo mitigaba la presencia de sus hijos, le hubiese engullido por completo.
Y ahora sus hijos también se estaban muriendo.
Presentaban los mismos síntomas que Sophie, su esposa, y, tal y como pasara con ella, se sentía completamente impotente ante la enfermedad.
Era un genio, no sólo lo decía él sino que lo respaldaban cientos de universidades y científicos de renombre mundial, pero toda su genialidad era inútil ante una enfermedad.
El doctor Green, el único médico de Los Páramos, le había mirado a los ojos en absoluto silencio, con los propios tan encharcados en lágrimas como los del desesperado padre que sólo rezaba por oír buenas noticias, y había negado lentamente con la cabeza.
–Algo habrá que se pueda hacer. –insistió.
El doctor Green fue tajante.
–Se mueren, señor Krum –dijo con tono suave–. Siento tener que decírselo así, lo lamento de veras, pero es lo que está sucediendo.
Ernest Krum sintió cómo un gran vacío volvía a abrirse ante sus pies, amenazando con tragárselo de nuevo. Logró sobreponerse al fallecimiento de Sophie, pero sabía que no podría hacerlo de nuevo. Y menos ante la muerte de sus dos únicos hijos.
–Es la misma enfermedad que la que se llevó a mi mujer, ¿verdad? –se obligó a mirar a Green de nuevo a los ojos.
–Tenga en cuenta que sólo puedo basarme en los diagnósticos y el historial clínico que trajo usted... –respondió con prudencia–. No podría afirmar categóricamente que...
–Los síntomas son los mismos, ¿no es así? –interrumpió Krum, desesperado.
Se hizo un silencio incómodo entre ambos que llegó incluso a rozar con los dedos la categoría de violento, momentos antes de que Green asintiera de nuevo.
–Y se han desarrollado en el mismo orden y con la misma cronología que con su mujer, lo cual es... –carraspeó un poco sin atreverse a terminar la frase. Era lo último que necesitaba escuchar Krum en ese momento.
Ernest, sin embargo, le lanzó una sonrisa agria.
–Positivo. –finalizó él mismo la frase, con sarcasmo.
–No para usted, ni mucho menos para sus hijos, doctor Krum –asintió con un suspiro–, pero para mí, y el equipo médico en camino, es lo mejor que podría pasar. Eso nos facilitará inmensamente la tarea de identificar esta nueva enfermedad, y con el tiempo curarla.
–¿Equipo médico? –lo miró francamente sorprendido y desconcertado–. Estamos a cientos de kilómetros de la ciudad más cercana, doctor Green –le recordó sin necesidad–, no entiendo por qué querrían enviar a un equipo médico para dos casos –suspiró profundamente. Se sintió mal al decir aquello, no en vano eran sus propios hijos, pero su mente racional le empujó a decirlo–. Si se tratase de una auténtica pandemia, lo entendería, pero venir aquí por dos casos aislados...
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Los Páramos
FantasyComo siempre, el borrador sin corregir. La sinopsis...bueno, esta vez prefiero que vayáis descubriendo la historia poco a poco. Basta con decir que es un intento de pseudo-steampunk donde la acción se desarrolla en una ciudad sin ley regida por Sind...