Hora de ponerse en marcha

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Capítulo II

Hora de ponerse en marcha

Claire Bisset estaba echa una auténtica furia.

Había escuchado el suceso de la noche anterior por boca de las propias implicadas, intimidándolas de forma involuntaria por su reacción a medida que iban contándole lo sucedido.

André White, Giacomo Pinto, Madame Rose y las dos mujeres que los habían acompañado la noche anterior escuchaban en completo silencio, sin atreverse a decir nada que pudiese desviar el tema de conversación: primero dejarían que Violeta y Lysette les contasen todo lo sucedido, y, una vez Claire hubiese hecho las primeras preguntas, luego empezarían a hacer sus propias cuestiones.

Las únicas que no se sorprendían en absoluto ante el relato eran Rose y las dos mujeres. Prueba indiscutible de que ya habían vivido, o como mínimo oído, situaciones similares

Rose chasqueó la lengua, con desprecio.

–Anoche os dije que no os fiaseis de nadie de aquí, ¿no? –miró a ambas, pero extendió la pregunta al resto. André fue el único que asintió con la cabeza, ante lo que Rose esbozó una sonrisa a medias–. Quizá tuve que haber especificado que, del que menos os debéis fiar, es de Xeo.

Aquellas palabras no le gustaron en absoluto a Violeta, quien no dudó en apretar los puños con fuerza para reunir la fuerza de voluntad suficiente para protestar en voz alta.

–Eso no es justo –intervino sin alzar demasiado la voz, pero con un tono lo suficientemente autoritario y cargado de reproche–. Él nos salvó la vida, y fue el único que lo hizo –se cruzó de brazos a la defensiva–. No entiendo por qué todos le despreciáis de esa manera.

Rose la miró a los ojos y terminó por dedicarle una sonrisa. No fue una sonrisa condescendiente ni molesta, sino una sonrisa de resignación.

–Porque tú no le conoces –se encogió de hombros con un suspiro–. No en todas sus facetas, al menos.

–¿Qué significa eso de conocerlo en todas sus facetas? –preguntó Lysette, uniéndose a Violeta.

Las tres mujeres volvieron a sonreír.

–Ese tipo está loco. –aseguró la rubia.

–Es imposible saber cómo va a reaccionar. Un momento está de buenas, y al segundo siguiente no. –dijo la morena.

–Y no es como la gente normal, que reacciona de forma hosca o agresiva en base a una respuesta de otra persona –terció Rose, con un suspiro–. Puedes estar tratando a Xeo con todo el cariño del mundo, porque las veces en las que predomina su parte...buena, por llamarla de alguna manera –se encogió de hombros. Fue un gesto que demostraba que nadie se había tomado las molestias suficientes como para etiquetar los estados de ánimo del mecánico–, es un auténtico encanto de persona, siempre dispuesta a ayudar a los de su alrededor por más que lo desprecien, y que sin embargo éste empiece a insultarte, amenazarte o golpearte –suspiró profundamente, encogiéndose de hombros de nuevo. En esa ocasión fue un gesto de que no había mucho más que poder hacer con respecto a él–. Y como eso es peligroso, y por tanto él lo es, llegamos a un acuerdo sin palabras para mantenerlo alejado de todos nosotros todo lo que pudiéramos. ¿Es una medida dura e injusta? Tal vez, e incluso puede que sea hasta cobarde, pero aquí no disponemos de los medios para tratarlo y buscar una solución al problema, y como dependemos de él como mecánico, no podemos encerrarlo ni desterrarlo.

Todos guardaron silencio durante un momento, sopesando las palabras de Rose. Todos, salvo Violeta.

–O sea, que no lo matáis porque es útil. –respondió con tono acusador.

Los PáramosWhere stories live. Discover now