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Capítulo X

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Después de horas de una angustiosa y desesperante espera, Paul Gendron en persona se había acercado al dirigible para explicarles a los médicos que Raven había expulsado a los Skrums, aunque él no utilizó dicho término ya que no lo conocía, del pueblo, y que los había perseguido por la zona árida hasta, como mínimo, que los vigías dejaron de verlo en el horizonte. Aquella información hizo que el alivio inicial por parte de Claire se convirtiera rápidamente en una mezcla de resignación y desasosiego; no esperaba que los expulsaran del pueblo y que cerrasen las puertas sin más, esperando que fuera más que suficiente para que entendiesen que no eran bienvenidos.

–¿Estaba bien al marcharse? –había preguntado Claire al borde de un ataque de rabia y ansiedad.

El viejo había intentado encogerse de hombros como respuesta, pero resultó que la expresión crispada de la pelirroja fue más que suficiente como para que se decidiera a dar la respuesta larga.

–Hasta donde yo sé, se lo está tomando como algo personal –dijo tras un par de segundos de indecisión–. Lo que significa que no dejará de perseguirlos todo el tiempo que crea necesario con tal de asegurarse de que no vuelvan por aquí. –hizo una breve pausa. Había querido terminar su explicación en ese punto, pero fue consciente de que tenía que decir algo para tranquilizar los nervios del resto–. No es ningún idiota, ¿de acuerdo? –carraspeó un poco–. Bueno, sí que puede ser bastante idiota a veces –sonrió un poco–, pero no es un idiota al uso. Es decir, que sabe cuándo tiene que retirarse y cuándo dar media vuelta para

regresar al único lugar donde hay agua fresca al alcance de la mano en muchos kilómetros a la redonda.

André había intentado sonsacarle algo más de información, aunque durante el proceso le estuviese sugiriendo cuáles tenían que ser las respuestas a dar para tranquilizar a Claire, pero el viejo se había acabado marchando al cabo de media hora de incómodo y tenso silencio.

Claire había mirado de reojo en multitud de ocasiones a Xeo durante ese tiempo, quizá preguntándose si había dicho en serio que no tenía intención de vengarse de Raven a pesar de los golpes, o quizá preguntándose si realmente sabría más de lo que les contaría de aquellos seres.

Finalmente acabó suspirando pesadamente, incapaz de aguantar ese silencio ni un minuto más, y mucho menos de seguir esperando a que llegase Raven o, peor aún, noticias sobre él.

–¿Conoces esta zona de Los Páramos? –preguntó acercándose un poco.

–Depende de qué pretendas, sí.

–Quiero saber si existe la posibilidad de que podamos sobrevolar parte de la zona por la que Raven persiguió a esas creaciones –respondió Claire un tanto a la defensiva, alzando una ceja–. Y quiero saber si, en caso de que lo llegáramos a encontrar, sería posible aterrizar para que pueda subir a bordo y ahorrarle un viaje bastante largo de vuelta a la ciudad, y de paso a nosotros mismos.

Xeo le dedicó una sonrisa a medias, mirándola fijamente. Le dio la espalda para dirigirse hacia el nivel superior.

–No perdemos nada por intentarlo, ¿no? –dijo antes de desaparecer escalera arriba.

Menos de diez minutos después, el dirigible empezaba a elevarse de forma perezosa sobre el nivel de la pasarela del improvisado puerto de Odre. Al cabo de una hora justa después de eso, tocaba tierra en mitad de la nada, frente a los aliviados y divertidos de Raven, que no acababa de creer que hubiesen ido a buscarle desde el pueblo.

Los PáramosWhere stories live. Discover now