Capítulo V
La enfermedad
–Por Dios –pensó con la angustia creciéndole en el pecho a medida que se acercaba–, por favor, por todo lo sagrado, por lo que quiera que sea, que no siga en el sótano. Puedo buscarlo en cualquier lugar de ese sitio maldito, pero en el sótano...el sótano me da miedo.
No le daba ninguna vergüenza reconocerlo, como sabía que tampoco se la daba a cualquiera que hubiera estado a menos de dos pasos de los escalones que bajaban al sótano.
–¡Xeo! –llamó de nuevo a gritos–. ¡¿Estás ahí?! ¡Soy Raven! –anunció de nuevo, a sabiendas de que a Xeo no le importaba en absoluto quién fuera él; no le guardaba ningún cariño o respeto a nadie de la ciudad. Ninguno de los que vivían allí se lo merecían.
Caminó con paso firme y tranquilo, como había hecho desde que había salido del hotel de Rose, hasta que llegó a menos de dos pasos de los escalones que descendían hacia el sótano. Fue entonces cuando se arrepintió de haberse marchado con tanta chulería insoportable del hotel; tenía que haberse girado hacia Claire para volver a besarla. Al menos le habría quedado un sabor dulce en los labios, antes de que la cosa que vivía en el sótano se lo comiera.
–¿Xeo? –preguntó de nuevo, bajando el tono de voz de forma considerable. No lo hacía por la posibilidad de que los caníbales del exterior le oyeran, sino porque no quería que le oyera lo que había ahí abajo. Que se despertase era lo peor que podría pasarle–. No me hagas bajar ahí...por favor. –añadió lo último en sus pensamientos.
Pero no había ninguna respuesta, lo cual podía deberse a dos sencillos motivos.
El primero, que Xeo hubiese decidido marcharse del hospital poco después de que el equipo médico hiciese lo mismo; bien porque hubiera terminado el trabajo, bien porque no quisiese arriesgarse a que los caníbales, o la otra cosa, la cosa peor, le cogiesen desprevenido.
Era una posibilidad remota, pero perfectamente plausible. A Raven no le habría importado tener que recorrer todas y una de las calles de Los Páramos para ir tocando puerta por puerta, sólo para encontrarle.
La segunda, que era la que se temía, era que no siguiese en el sótano, porque ya no se encontrase en ninguna parte del mundo conocido.
Como no tenía forma de saberlo, a menos que descendiese al segundo infierno, que, en realidad, era mucho mejor que bajar a la mina del viejo Carradine, no le quedó más remedio que armarse de valor y hacer de tripas corazón.
–¿Xeo? –preguntó una vez más, con un auténtico hilo de voz. Caminaba con el revólver amartillado y listo para disparar y el cuchillo bien aferrado en la mano derecha, listo para cortar cualquier cosa que se le pusiese delante.
Caminó como acostumbraba a hacer cada vez que acechaba, ya fuese a una víctima o una presa, como caminó la vez en la que se perdió en las entrañas de la mina, en plena guarida de los caníbales; se movía con una gracilidad y fluidez de movimientos y, al mismo tiempo, un sigilo absoluto, que su figura y su propia sombra parecían fundirse en una sola.
Sin embargo, lo que le estaba siguiendo a él también se movía sin provocar ninguna clase de ruido que le alertase. Como una sombra que iba creciendo a medida que reptaba por la pared, en busca de la sombra de Raven.
Hasta que la oscuridad se lo comió, y entonces sí produjo ruido.
Un ruido pesado y metálico. El sonido metálico que hizo la llave inglesa de Xeo golpeando con todas sus fuerzas la cabeza de Raven Gunslinger, haciéndola añicos contra la pared que estalló en una lluvia de pintura oscurecida.
YOU ARE READING
Los Páramos
FantasyComo siempre, el borrador sin corregir. La sinopsis...bueno, esta vez prefiero que vayáis descubriendo la historia poco a poco. Basta con decir que es un intento de pseudo-steampunk donde la acción se desarrolla en una ciudad sin ley regida por Sind...