Volví hacia los restos de la base destrozada por la explosión en busca de algún sobreviviente. Habían algunos cuerpos tanto de aliados como de enemigos flotando sin vida en el espacio. De pronto, a lo lejos pude ver tres esferas de energía que se desplazaban lentamente y fui hacia ellas. Al acercarme, pude apreciar a varios de mis soldados dentro de las esferas. En la de en medio se encontraba Kushiel en un estado de meditación y pude ver que la energía que emanaba de él era la que alimentaba a las esferas. Cuando notaron mi presencia, el nihilium se incorporó y las esferas desaparecieron.
— Me alegra que sigas con vida — dijo Armen mientras comenzaba a volar hacia mí — ¿Asderel está...?
— Muerto — interrumpí — . Terminamos aquí.
Pasamos un rato en busca del cuerpo de Metatrón, pero nunca fue encontrado. Pensamos que debido a su débil estado físico en el que lo habíamos encontrado, posiblemente hubiese terminado convertido en carbón. Si de alguna forma sobrevivió, se quedó en un misterio.
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Los siglos pasaron. Mis pequeños ejércitos fueron creciendo poco a poco y también vimos crecer a la humanidad. Sus civilizaciones también se fueron desarrollando y la especie elevó su número a un ritmo impresionante, al igual que sus conocimientos. Algunos nos veían a mí y a los míos como salvadores, deidades... otros nos veían como las escorias expulsadas del paraíso.
Con el tiempo mis ángeles caídos fueron formando lazos con la humanidad, se mezclaron con la especie y dieron a luz a una especie llamada "Nefilim". Una raza de gigantes con sangre angelical corriendo por sus venas. Nuevos soldados para nuestras filas y una muestra de unión entre especies.
Deus y sus celestiales se habían quedado sin su apoyo por parte de los Nothum. Tras eliminar a su líder, Asderel, la rama salvaje de los nihilium también se unió a nosotros, reconociendo el poder que adquiríamos poco a poco. Ahora el cielo se encontraba sin aliados, pero a pesar de eso, aún representaban una gran amenaza pues tenían las tropas suficientes para darnos pelea a los demonios y mí.
Mis planes para contactar con el ejercito demoníaco seguían en pie. Si atacábamos al cielo juntos en vez de ir cada quien por su lado, aseguraríamos la victoria. Era casi seguro que nos buscaran en cuestion de tiempo, pero por el momento solo me interesaba ganar terreno en la Tierra. Deus mandó desastres naturales para sacudir el pequeño mundo que había creado. Terremotos, sequías y diluvios. A pesar de eso resistimos y ayudamos a la especie humana a sobrevivir con nosotros. Guié a Moisés y a los suyos lejos de una vida de esclavitud. Ayudé a construir el arca de un hombre llamado Noe y aseguramos también la vida de las criaturas de la tierra.
Desgraciadamente con el tiempo, la ambición y avaricia de la humanidad también aumentó. Los siglos seguían pasando y los humanos se masacraban unos a otros con poderosas armas que fueron desarrollando. Era como ver la guerra civil en el paraíso una y otra vez. Finalmente decidimos alejarnos casi por completo y ver cómo se la arreglaban sin nuestra presencia. Nos alejamos hasta que solo fuimos recuerdos y de recuerdos pasamos a creencias, de creencias a leyendas.
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Me encontraba sentado en mi trono de piedra, en una caverna oculta en un enorme cañón que fue formado desde el inicio de la Tierra. Habíamos establecido un pequeño centro de mando ahí. Pero parecía más un pequeño hogar vacacional a donde me gustaba ir cuando quería alejarme del limbo y pensar un rato. La Tierra me gustaba, se parecía demasiado al paraíso y me relajaban los lugares llenos de vegetación y fauna que aún se encontraban libres de humanos. En el limbo no habían paisajes hermosos o seres inofensivos corriendo por ahí. A pesar de que habíamos hecho nuestras ciudades en ese lugar, el limbo se seguía viendo como un plano seco y desolado fuera de nuestras construcciones.
— Araquiel — la voz de Armaros me sacó de mis pensamientos —. ¿Puedo hablar contigo?
Voltee mi vista y vi a mi hermano de pie, con su casco en sus manos y una cicatriz en uno de sus ojos, en el que solo quedaba un oscuro hueco.
— Adelante.
Mi hermano se había hecho muy poderoso en los últimos siglos. Los generales nihilium desdieron que mis ángeles más poderosos y prometedores debían pasar por una especie de "ascención". El proceso fue peligroso y yo me opuse, pero la decisión no estaba en mí. Usaron sangre demoníaca, sangre de reaper que murieron en batallas en la Tierra en la lucha contra el cielo. Comenzaron a experimentar con ella para ver si podían crear "nihilium artificiales". Hasmed usó parte de su poder de su brecha para sintetizar la sangre en mis hermanos y mantenerlos con vida hasta que su cuerpo aceptara el cambio. Lo consiguieron.
Leliel y Kushiel les enseñaron a dominar sus nuevas habilidades y sus resultados eran bastante favorables. Terminaron siendo un poco más efectivos que el nihilium promedio. Claro que Leliel aún les rompía el trasero en sus entrenamientos. En especial a Armaros, que parecían llevarse bastante bien en los últimos siglos.
— Es una linda vista al mundo humano la que tienes desde esta caverna.
— Muy gracioso ¿De qué quieres hablar, Armaros?
Titubeó unos instantes y carraspeó.
— Leliel y tú — dijo con su vista fija en su casco —. Quería saber si ella y tú... eran... ya sabes.
Lo miré fijamente y él se calló de golpe.
— Olvídalo — suspiró y se dio la vuelta,
— Armaros, aguarda. No te acobardes...
Se volteó y comenzó a juguetear con su casco.
— Algunos rumores dicen que ustedes son pareja... amantes... bueno, quería saber si eran reales.
— No — respondí en seco —. Ella y yo somos compañeros. Nada más.
El rostro de Armaros pareció iluminarse.
— ¿Entonces está bien si yo...?
— Adelante, Armaros.
Mentí. Algo se hizo un nudo en mi interior pero no estaba seguro de lo que era. Nunca lo había sentido hasta que Armaros comenzó a hablar de Leliel... y desde que noté que ella convivía más con él que conmigo, pero no pensaba dejar que esa sensación nublara mi juicio y el deber en el que debía enfocarme.
— Si no tienes nada más que decir....
De pronto un ángel llegó a la caverna, agitado y con una expresión entusiasmada en su rostro.
— Señor... tenemos movimiento.
Quise salir, pero Armaros me dijo que posiblemente solo se trataba de algunos humanos curiosos que descubrieron el lugar. Tomó su espada y salió.
Me quedé pensando un buen rato en lo que acababa de pasar y en lo extraño que me sentía cuando de pronto las puertas se abrieron y mi hermano volvió.
— Araquiel. El clarividente Sunktum está aquí...
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Mártir Hereje #2-Justicia Divina
AcciónUn día eres un general angelical y al otro caes en desgracia. Araquiel descubrió lo que es perderlo todo por seguir sus ideales. Él y sus seguidores. Una vez renegados del Paraíso, nuestro caído se entera de que es hijo de una deidad oscura y ancest...