Capítulo Mágico 3✨

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Fue directamente, luego de saber esto, con Raphaelo. Este le comentó que en la tierra de Nunca Jamás se encontraba un chico llamado Peter Pan, quién se encargaría de derrotar al Capitán Garfio, hombre sin una mano. El Jefe Hada le ayudo a resolver muchas dudas y le dejó en claro que esa tierra podría existir. Sabía la curiosidad de su pequeña hada y por eso le negó el acercamiento a la estrella.

Ella no logró contener la curiosidad y estudio, analizó e investigó acerca de cada estrella, cada lugar y cada cosa que había en su hábitat: La Tierra.

Había logrado hacer lo que ningún otra hada había hecho. Aguantar primavera, verano, otoño e invierno. Crear cosas que ningún otro podía. Algo increíble de creer pero muy interesante, y que otras hadas solo tenían una en su característica; ella había podido dominar los cuatro poderes:  Agua, Fuego, Aire y Tierra. Era un hada única, por ser originaria de un sollozo. Ella creía que eran muy pocas hadas las que salían de sollozos.

Aprendió con exactitud todo aquello que hacía los humanos, logrando así un conocimiento de casi todas sus cosas. Muy pocas veces utilizaba sus dones, o sus alas, y si lo hacía era un caso extremista.

En su investigación, de las estrellas, encontró que está segunda, y la más grande, estrella tenía un brillo único e inconfundible. Seguramente esa era la estrella de Nunca Jamás, y estaba segura de que esa tierra si existía.

—¡Crystalleder!—. Tocaron repetidamente a su puerta, una voz que era muy conocida para ella. Chelleiar.

—¿Sucede algo, Chelleiar?—. Le sonrió, una vez abierta la puerta.

—Todos en el campus quieren verte—. Sonaba agitada, la pequeña hada de cabellos grises —Al parecer el Jefe Raphaelo les ha dado la noticia. La pareja, él y nosotras estamos agradecidos—. Sonrió y dió un fuerte abrazo a su amiga.

—Oh, vaya sorpresa. Vamos—. Correspondió el abrazo con muy pocas palabras, y sorprendida, y cerrando su pequeña casa salió, utilizando sus alas, hacia el campus que era casi al otro lado del árbol donde ella estaba. Podría caminar pero si las personas la requerían era algo sumamente importante.

—¡Crystalleder!—. Oyó a lo lejos el grito de Jorillen y apretó sus ojos dejando de volar, caminando por el campus.

—¿Si, Jorillen?—. Le sonrió inocente abriendo sus ojos.

—¡Estamos agradecidos contigo!—. Sonrió y todos; Raphaelo, sus amigas y la pareja, le dieron un fuerte abrazo.

—N-No hay de que agradecer, es lo menos que puedo hacer por ustedes—. Les sonrió. Ella siempre se había preguntado porque sus alas eran diferentes a comparación de los demás. Sus alas eran únicas, una alas como la misma característica pero adornadas con una figura dentro.

Les resto importancia al asunto y prefirió no darle más vueltas. Compartió una gran tarde con sus amigas, con la pareja y con Raphaelo, quién le miraba constate sonriendo pero manteniendo la calma, alerta de todo peligro cercano. 

—Oigan...—. El Jefe llamó la atención de los presentes en el campus. Un campus rodeado de cesped verde, con una que otra flor pequeña. —Se avecina una tormenta, a sus casa todos, es mejor guardarnos como siempre lo hemos hecho—. Dijo firme y fuerte.

Unos rayos resonaron el cielo, que se volvía gris, haciendo oscurecer cada vez más el mismo. Cada uno se levantó de su lugar y moviendo sus alas emprendieron rumbo a sus casa. La pareja a la suya, las dos amigas hacia la casa de Sheebbazer y Crystalleder emprendió su rumbo caminando.

—¿Te has quedado sin polvillo?—. Dió un salto de sorpresa al ver que Raphaelo estaba a su lado mirando con en el entrecejo fruncido.

—Oh, no no. No, Jefe Hada. Es solo que me gusta caminar—. Le respondió mientras veía como el cielo se hacía más gris.

—Vamos a tu casa, la tormenta comenzará en cualquier momento—. Ella asintió a la orden y ambos emprendieron rumbo hacia la pequeña casita de Crystal.

Una vez llegaron, no tan lejos, varias gotas de agua comenzaron a caer.

—Los demás ya deben estar en sus casas—. Afirmó ella —¿No es así?—. Miró a Raphaelo quién tenía la mirada perdida en el horizonte de Londres. —¿Raphaelo?—. Tocó suavemente su hombro, llamándole la atención, y este salió de su trance.

—Si, así es, pequeña lleder—. A veces diversos apodos salían de su boca: "Crys", "Crystal", que era el más conocido, o "pequeña Lleder"

—Voy a preparar algo de comer, ¿Gustas?—. Jugó con sus manos, viendo la reacción del hada y este asintió. —¡Fantástico!—. Sonrió feliz y se dirigió a la cocina.

—Has estado ocupada en casa...por lo que veo—. Comentó él. Ella no tenía idea de lo que hablaba hasta que se giró sobre sus talones viéndole. Este estaba señalando el mapa que tenía de Londres, con las rutas marcadas a las estrellas.

|1| Tinkerbell Y Las Geo Hadas «|Terminada|»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora