3. Secuestro.

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Capítulo del asco, relleno del asco, ortografía del asco, lo escribí súper rápido. Alguien hará la voz de Sebas, Fernando, mesera, mesero y una china.


—¡Despierta, maldito! —comenzó a empujarlo Sebastián— ¡Fernando, por Dios! ¡Estás arriba de mí!

—¡¿Qué?! —exclamaron de pronto Diana y Cath, asomando su cara por la puerta.

—¡Ustedes vayan a dormir! —respondió Fernando de mala gana, dando media vuelta y durmiendo de nuevo.

Sebastián suspiró cansado, en la noche no había podido dormir nada gracias a su tonto amigo, el cual no dejaba de moverse y aplastarlo con su gigante cuerpo.

Se levantó, colocó sus pantuflas y salió de la habitación; su humor no era del mejor, pero aun así bajo a la cocina con toda la actitud de cocinar algo delicioso para sus amigos.

—Buenas noches, Sebas —saludó Diana—. Ya son las 10:00, estoy sorprendida.

—No tanto como yo al verte salir de tu cuarto a las 9:00 —habló Cathy, quién iba entrando a la cocina con una revista en mano—. ¿En qué momento los papeles se invirtieron?

Sin permitirle responder, entró Miguel comiendo una granada, con una gran sonrisa en su rostro.

—¡Sebas! —se acercó el chico—, ¿qué vamos a desayunar?

—¿Neta ninguno fue capas de hacer almuerzo? —cuestionó irritado— Creo que es mi culpa por ponerme a cocinar siempr...

—Yo iba a cocinar —interrumpió Aylín, con Sindy en brazos—. Pero me queme, así que... Bueno, ya sabes.

Antes de que Sebastián siguiera con sus quejas, entró Daniel a la cocina, con sus manos en las bolsas de la chaqueta negra que había comprado la vez que fueron de compras. Su presencia hizo callar a todos.

—Hey, ¿qué onda? —se sentó en una de las sillas— ¿Vamos a comer hoy a un restaurante?

La idea no era para nada mala, claro que no; así que de inmediato todos comenzaron a asentir emocionados, incluido el de ojos miel, a quién ya se le había pasado el mal humor.

—¡Propongo China City! —exclamó Aylín— ¡¿Quién me apoya?!

—¡Yo! —respondió Diana, quién ya tenía una idea de lo que planeaba Aylín.

—Y yo igual —sonrió Catherine, ella no tenía idea de los planes de sus amigas, pero si le apetecía un buen bufet chino.

—Por mi no hay problema, total, vamos a comer —se encogió de hombros Miguel—. ¿O tenías visto otro restaurante, Daniel?

—No, de hecho me parece bien ir ahí —asintió, con una pequeña sonrisa.

Ya que la mayoría acepto, esa misma tarde irían a comer comida china a las 3:00, justo el tiempo necesario para limpiar la casa y arreglarse.

Antes de hacer algo más, un fuerte sonido se escuchó desde la sala, los chicos compartieron una mirada rápida y fueron de inmediato a revisar la causa de aquel sonido.

—Y treinta y dos —dijo Fernando, incorporándose del suelo, como si hubiera hecho alguna clase de ejercicio—. Nada mejor que un calentamiento temprano, ¿no?

—Yo le llamaría una caída mañanera —se burló Cath—. Por eso, eres virgen.

***

—Entonces, ¿se llama Suyan Chen? —susurró Diana a Aylín, cuando ya faltaba una hora para ir al restaurante.

Cebolla©Where stories live. Discover now