10. Muerte 5/¿?

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Cubrió su boca con una de sus manos, estaba sorprendida con la escena frente a sus ojos: las piernas del chico cubiertas de sangre, el hueso de una de sus rodillas que estaba a la vista, así como el charco de sangre que comenzaba a formarse, seguido de sus gritos del otro lado en busca de ayuda, era demasiado para ella. Estaba agradeciendo que todo estaba oscuro y no lograba ver con mayor claridad, solo se apoyaba en las luces lejanas que habían.

—Cathy, ¿qué hacemos? —cuestionó Diana, su voz había salido algo rasposa a falta de agua.

La susodicha volteó a verla, la analizó con su mirada de pies a cabeza, su mejilla estaba enrojecida y parecía estar pintándose de un suave color azul, Cath estaba segura que se trataba de algún golpe que había recibido. No la estaba observando a ella, sino al cuerpo restante del chico detrás de ella; detuvo su mirada en su brazo izquierdo, la manga de su suéter estaba completamente empapado de sangre, se veían partes secas y otras aun húmedas.

—Vamos a esperar a Miguel —respondió finalmente, caminando a su lado y tomando de su mano, comenzando a tirar de ella rumbo a la camioneta que Miguel había dejado a unos metros de ahí—. Pero vamos a beber agua, comer y también curaré esa herida tuya —sonrió a Diana, tratando de transmitirle algo de tranquilidad después de todos esos sucesos—. También para dormir un poco.

—Me parece bien —murmuró, apretando su mano con suavidad—. ¿No deberíamos apresurarnos? Aun debemos cuidarnos de esas... cosas.

La respuesta que recibió, fue comenzar a correr hasta llegar a la camioneta que había sido alguna vez de aquel traidor.

—Deberíamos irnos —comentó Fernando al bajar de su habitación y sentarse en aquella sala, donde todos estaban reunidos—. ¿No creen? Salir y refrescar nuestra memoria.

Los chicos voltearon a verlo, todos completamente aburridos, pero la idea no podía resultar tan mala después de todo, ¿no?

Esas últimas semanas cada uno se había estado aburriendo de sus mismas rutinas, tanto así que algunos habían intercambiado habitación, ahora Fernando y Sebastián ya tenía su propia habitación, quiénes la compartían eran Catherine y Diana.

—¿Salir? —cuestionó Sebastián, comiendo más de la barra de avena que llevaba en sus manos— Ayer fuimos al centro comercial.

—Me refiero a unas vacaciones en otra ciudad —sonrió, sacando su teléfono buscando ciudades a cuáles podrían ir.

—Vete tú, tenemos clases, ¿sabes? —mencionó Diana con un aire de cansancio, tampoco era la primera vez que a Fernando se le ocurría tal idea.

El chico espero que alguno de sus otros amigos estuviera de acuerdo con él, pero ninguno se molestó en comentar algo al respecto.

—¿En serio? ¿Ni uno solo quiere ir de vacaciones? —preguntó Fernando con algo de sorpresa— Que aburrido.

—Si tanto quieres salir, vete solo —habló Aylín—. No te estamos deteniendo,

Ese mismo día el chico se dirigió a su habitación, tomó la mayor cantidad de ropa que podía entrar en una de sus maletas y se fue de esa casa sin dar aviso alguno. Desde entonces, nunca nadie volvio a saber nada de él.

—Sebastián, ¿dónde estás? —alargó la última palabra con algo de burla en su voz, como el mencionado lo había estado haciendo hacía ellos; iba a destruirlo, acabarlo, deshacerse de ese horrible ser humano— ¿Dónde te has metido?

Caminaba sin parar por ese largo pasillo que parecía interminable, lo iba a encontrar, aunque fuera lo último que hiciera, sin duda alguna. Una luz roja palpitaba acompañado de un sonido un tanto irritante, no había intenciones en que esos dos sucesos fueran a terminar. Miguel apretó aquella arma filosa que portaba entre sus dedos, estaba satisfecho con lo afilado que estaba su cuchillo.

Cebolla©Where stories live. Discover now