6. Muerte 2/¿?

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[Las cursivas, indican recuerdos]

La chica secaba sus gafas, las cuales se encontraban empañadas por las lágrimas que se habían deslizado sobre sus mejillas minutos atrás. Las mangas de su suéter eran largas y eso le era de gran ayuda para su acción. La escena de Sebastián siendo devorado llegó a su mente, sacudió su cabeza en un intento de deshacerse de esa imagen, fallando en el proceso. De nuevo se encontraba con lágrimas inundando su rostro llegando a sus labios, siendo casi capaz de probar lo salado que eran. Recargó sus codos sobre sus rodillas, hundiendo su rostro en sus manos. Una pequeña mano comenzó a deslizarse sobre su espalda, de arriba a abajo. No se inmutó a ver de quién se trataba.

—Este callejón es seguro —comenzó a explicar Daniel, sentándose en aquellos botes de basura, justo a lado de las chicas, después de hacer aquella pequeña fogata en medio—. Esas cosas no podrán llegar aquí, ni percibirnos.

—¿Cómo lo sabes? —cuestionó Diana, tratando de disimular su voz entre cortada— ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso, Daniel?

—Durante mis salidas en esta última semana —hizo una breve pausa, buscando un par de latas de comida, tenían que comer algo antes de seguir con su camino—, me encargaba de ver más de cerca a esas cosas, las trataba de estudiar, porque estaba planeando que huyéramos algún día.

—¿Y por qué no nos avisaste que hoy huiríamos? ¡Pudimos habernos preparado mejor! —atacó Diana, estaba tan confundida con las decisiones de su amigo— Te hubiéramos esperado con todo listo en el momento en que huimos, pudimos solo haber salido juntos.

—¿Qué no es obvio? —bufó Daniel, abriendo una lata de elote— Quería avisarles, pero hoy vi que esas cosas cada día se ponen más agresivas, para mañana no saldríamos con vida. No solo hubiera sido uno, tal vez dos o hasta tres de nosotros.

Aquella confesión hizo que Catherine prestara más atención a las palabras que brotaban de los labios del chico, lo observó con más detenimiento. Si había estado investigando durante sus últimas salidas, todos tenían que saber lo que él ya conocía, entonces, no dudo ni un poco en hablar.

—¿Cómo que se ponen más agresivos? —ladeó su cabeza, esperando la respuesta de Daniel.

—Los vi con más detalle —había llegado la hora en que el chico soltara toda la información que cargaba—; se han estado volviendo más rápidos y fuertes, lo he notado —suspiró, pasando su mano por su cabello—. Dije que no nos podrán percibir porque este callejón es pequeño y ellos se van a los lugares abiertos, además por el fuego, evitan el calor a toda costa, prefieren el frío. Sobre el ruido, no logré descubrir si los atraía o alejaba.

Miguel estaba frente a ellos con su libreta abierta, sus dedos sostenían un lápiz con el cuál hacía trazos de un lado a otro, no llevaba un borrador y al hacer el más mínimo error, arrancó la hoja con enojo y la lanzó a la fogata. Alarmando un poco a los chicos.

—Tranquilo —dijo Aylín, al ver el estado de su amigo—. Solo es un simple dibujo, puedes...

—El dibujo es lo de menos —la interrumpió Miguel, frotando sus ojos con algo de rabia—. La muerte de Sebastián. Y el hecho de que ha sido culpa de ustedes, eso me tiene así.

Daniel le brindó una mirada de sorpresa, no sabía que el chico iba a ser capaz de soltarles esa confesión en la cara. Aunque debía de esperarlo, Miguel siempre había sido la clase de persona que no se guardaba esa clase de comentarios, y esa no iba a ser la excepción a pesar de la fragilidad en las emociones de las chicas.

—¿Nuestra culpa? ¡Nosotras no lo matamos! —exclamó Catherine, la tristeza iba disminuyendo, en su lugar estaba consumiendo su enojo.

—Estoy de acuerdo con Miguel —comentó Daniel un poco más tranquilo, a pesar de que no quería formar parte de la discusión, tampoco podía quedarse callado solamente viendo—. Sí, ustedes no lo mataron; pero si no hubieran ido por sus mascotas, nunca hubiéramos regresado para ayudarlas.

Cebolla©Where stories live. Discover now