8. Muerte /¿?

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La chica despertó lentamente, su cabeza dolía demasiado, un olor a drenaje se plantó en sus fosas nasales mientras trataba de acostumbrarse a la oscuridad que había a su alrededor, una vez que lo hizo, lanzó miradas a todo en su campo de visión, estaba en un cuarto demasiado grande y amplió, un charco de agua yacía del otro lado de donde ella estaba, escuchó con claridad las gotas de agua caer en ese sitio. Logró localizar en lo alto de aquel cuarto una ventana, la cual parecía cubierta con sangre y lodo, un escalofrío recorrió su espalda. Tragó en seco, dispuesta a levantarse, pero unas cadenas la detuvieron, y un dolor insoportable llegó a su brazo derecho debido a su herida, sentía un líquido deslizarse sobre su brazo, seguramente los puntos se habían vuelto a abrir.

¿Qué le había ocurrido? Trató de recordar lo más que podía en sus últimos minutos consciente, las imágenes de ella recibiendo un golpe fuerte en su cabeza y aquella frase que no lograba sacar de su mente: "Tres de tus amigos muertos". ¿Cómo era que sabían de sus amigos muertos? Pero también recordó que había dejado atrás a Catherine, Miguel y Aylín, entonces fue como si un balde de agua fría le cayera, ¿y si los habían asesinado a todos?, ¿si ahora ella era la única de sus amigos que quedaba con vida? Sola, completamente sola. Pero eso no era seguro.

Comenzó a recordar cada una de las muertes de sus amigos, tal cual y como las vivió.

Por instinto, dirigí mis dedos a mis labios, abriendo ligeramente para morder mis uñas; estaba nerviosa, demasiado. Ni Catherine, ni Aylín regresaban y eso me comenzaba a preocupar y desesperar, quería salir de ahí y averiguar lo que ocurría.

—¿Quieres comer? —me preguntó Daniel, ofreciendo su lata de elote— No dejas de comerte las uñas.

Probablemente en otra situación hubiese reído, pero en cambio a eso, negué sin despegar mi mirada de del sitio de donde salieron las chicas. Un ruido similar a un motor fue percibido por todos, causando que nos miraramos mutuamente, ¿habían más personas además de nosotros?

—Mierda —murmuró Miguel, al ver pasar una camioneta blanca, estaba segura que no era nada bueno; entonces escuché varios disparos a nuestra dirección—. ¡Todos abajo! ¡Tírense al jodido suelo!

Pero no obedecí la instrucción de Miguel, estaba en un estado de shock, trataba de hacer que mis piernas reaccionaran pero nada, no podía moverme, pareciera que la nieve me hubiese congelado y dejado consciente para vivir aquello.

Todo pareció ocurrir tan lento frente a mis ojos; Miguel corrió hacía a mí, tirándome al suelo para no recibir ningún impacto, seguido de aquello, Daniel se paro a un lado de nosotros dos, sacando de los bolsillos de sus pantalones dos pistolas, apuntando a la camioneta. Dio un par de disparos, los cuales se perdieron en la neblina. Sin permitirle recargar nuevamente sus armas, una ráfaga fue directo a nosotros, deseaba que no ocurriera nada, pero pareció que mi corazón dejo de bombear sangre al lograr escuchar (por alguna razón) como balas parecían ingresar dentro del cuerpo de alguno de nosotros, desgarrando y cortando piel, carne y músculos, todo a su paso. El ruido había sido tan perturbador.

El chico que estaba frente a mi, no movió ningún músculo, trataba de mantenerse de pie, lo podía notar gracias a los pasos lentos que daba hacía delante con los que trataba de mantener su equilibrio, hasta que cayó de rodillas del otro lado de mí. Nos dio una mirada neutra, no se veía dolor, sufrimiento o enojo, parecía tranquilo con lo recién ocurrido, terminó por caer sobre su espalda, causando un ruido sonoro por el impacto contra la nieve. Sus brazos fueron directo a apretar su torso.

—Esto no puede estar pasando —Miguel estaba a un lado de mí, pero por alguna extraña razón, lo escuché tan lejano—. Diana, estás sangrando —informó, señalando con su dedo mi brazo, pareció darse cuenta que yo era la menos afectada luego de unos segundos, se levantó y se arrodillo a lado de mi amigo—. Agh, ¡Daniel!

Cebolla©Where stories live. Discover now