9. Muerte 4 /¿?

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Sentía un dolor insoportable en su torso, pero cuando sus amigos estuvieron presentes no lo quiso demostrar, se esforzó lo más que pudo para evitar verse vulnerable frente a ellos, había forzado una sonrisa cuando los vio por última vez. El rugido de un motor hizo que tensara sus músculos, estaba cada vez más cerca de él, apretó sus puños, sosteniendo algo de nieve entre sus manos, sintiendo como el frío de está quemaba su piel.

La camioneta se detuvo justo frente al callejón, las cinco personas dentro de aquel automóvil no lograron ver a alguien más; con decisión el grupo bajo, entrando en aquel sitio, encontrándose a ese chico recostado sobre la nieve, estaban a unos cuantos metros de distancia, aun no se acercaban a comprobar nada.

—Hay sangre —habló entre dientes un chico con gafas, su enfado era muy notorio, tres de sus acompañantes retrocedieron un poco, tratando de mantener más distancia—. ¡¿Quién disparó?!

—Fui yo —en cuanto aquellas dos palabras brotaron de los labios de uno, recibió un fuerte golpe en su nariz.

El más bajo de los presentes soltó un suspiró con cansancio, tocando el puente de su nariz y bajando su mirada, estaba tan decepcionado de los fallos en sus planes.

—Dijimos que no íbamos a usar las armas verdaderas —pronunció con lentitud, pero igual mantenía aquel tono de voz firme— ¡Solo las simulaciones! ¡Idiotas!

¡¿Cómo pudiste fallar en algo tan sencillo como tomar un arma color azul y disparar?! —exclamó nuevamente Fernando, tomando del cuello de la camisa al culpable de todo y estampando su cuerpo contra la pared— ¡Hasta le cambiamos el color para que no sucediera esto! —quería deshacerse de aquel inútil que habían contratado— ¡Responde!

Fue muy rápido y tome la verdadera, fue solo una equivocación —el temor en la voz de ese hombre era muy obvio, así que continuó hablando en un intento de salvar su vida—. ¿Eso qué más da? Ustedes lo querían muerto.

Sebastián empujó a un lado a Fernando, sacando de su pantalón un arma con silenciador y, sin dudarlo un segundo, disparó directamente en su cabeza, acabando con la vida de aquel inservible ser; dio una señal con su cabeza para que recogieran el cuerpo y lo lanzaran a uno de los botes de basura.

Habían estado toda una semana sin dormir por fabricar y probar un arma que simularía disparos de verdad, el dolor duraría al menos treinta minutos y sería como si nada le hubiese ocurrido a quién recibiera ese disparo. Ellos querían hacer que uno saliera "herido" y lo abandonaran, para así entrar en acción y tomarlo para convertirlo en una de esas bestias. Tal como había ocurrido, sin embargo, en realidad si había salido uno herido y al parecer estaba muerto.

¿Alguien más salió herido? —cuestionó Sebastián, con su voz más calmada, mientras colocaba un par de guantes negros en sus manos.

La única mujer presente había visto claramente como a una chica de cabello corto le había comenzado a salir sangre de su brazo, no quería decirlo, pero sabía claramente que si no lo hacía, sus hijos saldrían afectados.

Sí —carraspeó con torpeza, captando la atención de sus dos jefes—. Era una chica, portaba lentes.

Esa simple oración basto para que ambos chicos sonrieran con suficiencia, sabiendo de quien se trataba, ahora tenían en su mira a su nueva victima, estaban seguros que ella sería la más vulnerable de todos.

Antes de irse, Fernando recordó que había el cuerpo de uno de sus antiguos amigos dentro de aquel callejón, así que se introdujo en él, tenía que saber de qué persona se trataba. Sebastián le siguió por detrás.

Cebolla©Where stories live. Discover now