Me levanto de buen humor a pesar de que hoy es lunes y tengo clases.
Me pongo el uniforme y me voy a desayunar.
Papá se ha ido temprano a trabajar, así que hoy estoy sola en casa. Cojo un vaso de leche y me lo bebo. Por las mañanas no suelo tener mucha hambre, así que solamente tomo un par de galletas y me las como rápidamente.
Estamos ya casi en verano, pero ahora, por las mañana, el fresco aire que corre hace que tenga un pequeño escalofrío.
Me subo al coche que me espera en frente mi casa y, sin conductor, nos dirigimos al instituto. Cuando llegamos, me bajo del coche y este se va a aparcar y esperar a que yo termine las clases. Entro al instituto. Los pasillos están llenos. Aquí vienen todos los jóvenes con "capacidades altas" de la capital, y alrededores.
Entro a la clase y me siento en mi pupitre. Todos los demás estudiantes están hablando en grupos repartidos por la clase. Ahora nos toca literatura universal, pero por lo que he oído no ha venido la profesora.
Suena el timbre, pero, como me suponía, no viene ningún profesor. Saco un libro de mi mochila y me pongo a leer.Me sobresalto cuando oigo un golpe en mi mesa. Levanto la cabeza del libro y veo unas manos.
– A-Alex... –digo, al ver la cara de mi compañero de trabajo.
– ¿Qué? ¿Siempre leyendo? –acerca un poco más su cara.
– ¿Que no puedo?
– Deberíamos estar haciendo el trabajo. Es para dentro de un par de semanas solamente y es muy importante.
– Entonces hagámoslo –digo, levantando las cejas.
– Oh... ¿Tan fácil?
– ¿Cómo que tan fácil?
– Pues que Jake y Michael han apostado por cuanto rato tardarías en contestar, y ninguno de los dos ha acertado –los mira.
No digo nada, solo lo observo. Estoy acostumbrada a que la gente se meta con todo lo que hago o digo, y sobre los libros que leo, o simplemente por leer.
– No te ofendas, en realidad solo creían que o me pegarías o que se te habría olvidado cómo hablar.
Yo pongo los ojos en blanco y sonrío.
– ¿Cuándo quieres empezar? –digo con tono condescendiente.
– ¿Podemos quedar esta tarde? ¿Sobre las cinco?... Los demás días tengo entreno.
– De acuerdo. ¿Dónde?
– ¿En mí casa?
– No sé dónde vives...
– Es verdad, ahora te doy la dirección... –coge un papel y un lápiz de su mochila, pero no escribe nada.
– Mmm... ¿Cuál es tu dirección? –digo, levantando las cejas.
– Pues... Es que no sé cómo se llama mi calle...
Tengo ganas de darme un tortazo en la cara. Y después uno a él. Con una sartén.
– ¿Entonces lo hacemos en la mía? –pregunto.
– Oh, vale –parece descolocado.
Le apunto yo mi dirección en el papel y él vuelve con sus amigos, que ríen cuando él llega, todavía con cara de "¿qué coño acaba de pasar?".
Vuelvo a coger mi libro para, de nuevo, sumergirme en el mundo de las aventuras de sus protagonistas.Suena el timbre que marca el final del periodo escolar de hoy. Ya he hecho las seis horas de clase, así que eso significa que por fin soy libre, se han terminado las clases hoy, y ya casi las del curso.
Llego a casa y papá no está todavía aquí, supongo que sigue trabajando, así que tengo que prepararme yo la comida.
Cuando termino de comer, subo corriendo las escaleras y enciendo el ordenador. El móvil suena y yo lo cojo. Me ha llegado un mensaje de Chad.
<Nos vemos esta tarde>
<¿Esta tarde?>
<¿No te lo ha dicho tu padre?>
<¿Decirme el qué?>
<Que hoy vengo a cenar... (¿?)>
<Oh... Pues no, no lo sabía. No lo he visto en todo el día...>
<Ah... Tú padre me ha invitado a cenar hoy>
<Oh, vale, bien>
<Hasta luego ;P>
<Hasta luego> digo, pero vuelvo a mandar otro mensaje <Espera... ¿A qué hora vienes?>
<Sobre las siete, ¿por?>
<Saber ;P>Dejo el móvil y preparo las cosas que vamos a necesitar para trabajar Alex y yo.
Suena el timbre y me doy prisa a bajar para abrir.
– Bonita casa –dice Alex, como saludo.
– Gracias. Pasa –me aparto para dejarle pasar, y él me hace caso.
Cierro la puerta y lo conduzco hasta mi habitación. Cuando entramos él se queda observándola, embobado.
– ¿Qué pasa? ¿Habéis hecho una apuesta de cómo sería mi habitación? –digo, irónica.
– La verdad es que no... –hace una pausa–. Y suerte, ninguno lo hubiéramos acertado. Menuda habitación.
Al principio creo que se refiere al tamaño, pues es muy grande, pero luego veo que se fija sobretodo en mis álbumes de música, colocados al fondo de mi enorme escritorio de madera blanco. También en las imágenes que cuelgan en la pared, también sobre el escritorio, que he ido tomando yo al largo de mi vida. La mayoría son solo árboles y paisajes y cielos diversos. Apenas hay personas, y si las hay están de espaldas o a contraluz.
Le invito a sentarse en una de las sillas que hay ante el escritorio y pongo el portátil, que tenía sobre la cama, en la mesa también. Él utilizará el ordenador fijo y yo este.
– ¿Has hecho algún tipo de búsqueda de información? –le pregunto.
– No, la verdad... –parece un poco avergonzado.
– ¿Te has leído el libro, al menos?
– Eso sí. Está bastante bien, en realidad.
– Lo sé, yo también lo he leído –digo, de nuevo irónica.
Vuelve a parecer incómodo, así que trato de dejar el sarcasmo de momento.
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Destinos de papel
RomanceAño 2141. La humanidad, afectada por un fatal virus, se ha visto reducida drásticamente. El gobierno, debido a estas circunstancias se ha visto obligado a tomar medidas preventivas. Todos los jóvenes, al cumplir 16 años reciben una carta con el nomb...