Epílogo

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Bajamos del coche.
– ¿Qué hacemos aquí?
– Bueno, te he traído aquí porque es un sitio muy especial para mí. Es donde nos dimos nuestro primer beso, hace ya más de dos años, así que creo que es bastante apropiado venir ahora aquí.
– ¿Apropiado?
– Sí, hay algo que quiero hablar contigo –le miro, parece nervioso.
– ¿Sucede algo?
– Bueno... –hace una pequeña pausa y se arrodilla frente a mí–. Sé que estamos obligados a estar juntos, a respetarnos, y hasta a tener hijos juntos, pero no lo estamos a convivir, a amarnos ni a ser felices juntos, a pesar de nuestras diferencias, y a pesar de eso, esto es exactamente lo que más quiero hacer. Actualmente el matrimonio ha perdido el significado romántico que tenía en las épocas de las novelas antiguas que lees y tanto te gustan, pero sigue siendo una promesa de futuro, un "vamos a estar juntos pase lo que pase", y eso es lo que yo quiero. Románticamente hablando, simplemente podemos cambiarle el significado, y podemos ponerle el que queramos, podemos hacer que sea la mejor cosa del mundo, podemos hacer que lo signifique todo; o podemos dejarlo como unos simples papeles, y simplemente nos dedicamos a reescribir la historia a nuestro gusto, que en nuestro mundo hagamos esta simple promesa –hace una pequeña pausa y se saca una cajita del bolsillo. La abre–, de este simple anillo que te ofrezco, algo mucho más profundo, algo digno de nuestro amor, algo que, aunque apenas pueda acercarse, pueda hacer un poco de justicia a todo lo que siento por ti. Te amo, Eve. Yo lo sé, y tú lo sabes también, así como lo saben las estrellas y el universo enteros, pero jamás me cansaré de repetírtelo. Te amo, así que, ¿me harás el hombre más feliz del mundo, a pesar de estar robándoles esta frase a las películas románticas antiguas, y te casarías conmigo?
Apenas sé cómo reaccionar, y las lágrimas amenazan con resbalar de mis ojos, por mis mejillas, pero consigo contenerme y logro poder hablar.
– Papá ya dijo que los Destinados nunca son equivocados –lo miro y lo acerco a mí. Le agarro de la barbilla y lo beso.
– ¿Es eso un sí? –pregunta él, separándose e interrumpiendo nuestro beso.
– Claro que sí, tonto –digo, y volvemos a fundirnos en un beso.
Chad me acaricia la espalda mientras sube las manos hasta mi cuello, donde se detiene a jugar con mi pelo. Yo le acaricio las mejillas y luego muevo las manos hacia la parte trasera de su cabeza. Él vuelve sus manos hasta mi cintura y me agarra fuertemente. Yo paso una de mis piernas hasta al otro lado de las suyas, quedando sentada a horcajadas encima suyo.

Nos separamos unos instantes, mirándonos a los ojos, pero enseguida volvemos a besarnos. Sus manos suben de mi cadera por la cintura, y luego por mi espalda, hasta llegar a la cremallera del vestido. Me mira un momento, como si quisiera una confirmación, así que le sonrío y le asiento. Sus manos se deslizan hacia abajo, haciendo que la espalda del vestido se abra a su paso. Yo con las manos le subo la parte baja de la camiseta, y nos separamos un momento para que él se la pueda sacar.
– Te amo –dice justo antes de volverme a besar.

Prontonos quedamos sin ropa y disfrutamos del tacto de la piel del otro sobre lanuestra, fundidos en un lazo de amor del Destino.

Destinos de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora