9. Nuevos encuentros

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– Buenos días –dice Chad des de detrás de mí entrando en la cocina.
– Buenos días.
– Huele muy bien. ¿Qué preparas?
– Panqueques. ¿Quieres?
– Vale.
– Toma, coge estos, que ya están listos. En la mesa hay cosas con las que tomarlos, si quieres. ¿Te apetece café o algo?
– No gracias, no hace falta.
– Vale, yo enseguida termino estos.
Saco el último de la sartén y apago la inducción. Cojo el plato y me siento frente suyo, en la mesa.
– ¿Has hablado con tu manager?
– Sí. Me dijo que tengo que ir y ya verán qué pueden hacer para cubrir estas heridas, y que si no sirve, que retrasarán la grabación de las escenas donde salgo yo e irán grabando las otras.
– ¿No eres el protagonista?
– Bueno, algo así, sí, pero somos dos protagonistas y tenemos muchas escenas separadas, así que estará bien.
Me quedo un momento en silencio, mirando como come y pienso en lo que pasó anoche.
– Siento que por mi culpa ahora vayas a tener problemas.
– ¿Por tu culpa? ¿Qué dices? No es como si lo hubieras hecho tú. No tienes culpa de nada.
– Pero...
– Lo digo enserio –lo dice muy serio, así que no vuelvo a replicar. Sonrío.
Nos comemos los panqueques, al principio en silencio, pero enseguida volvemos a hablar y el buen ambiente regresa en tan solo unos segundos. Ya es casi mediodía cuando Chad se va.

* * *

– ¿Te gustaría ver un set de rodaje?
– ¿Podría?
– Bueno, si quieres, un día puedo hacerte una visita por el set, y puedes ver también como rodamos alguna escena.
– ¿Enserio? ¿Podrías hacerlo?
– Puedo preguntarlo, pero no creo que se vayan a oponer. De hecho, mi imagino más que les gustará la idea. Supongo que les gustará que los títulos de los artículos de todas partes sean "Chad trae a su Destinada al set de rodaje de Viaje en Globo". Eso atraería la atención y sería publicidad gratuita para la película –ríe.
– Pues entonces sí, estaría bien.
– Vale, pues ya lo preguntaré.
Le sonrío ampliamente, feliz y emocionada por la idea. Creo que cada vez nos vamos conociendo un poco más i nos llevamos mejor entre nosotros, por lo que pienso que una relación sería posible y que podríamos estar bien juntos.

De repente mi teléfono suena, sacándome de mis pensamientos.
– ¿Papá? –pregunto al descolgarlo.
– Hola, cariño. ¿Cómo estás?
– Yo bien. ¿Cómo estás tú? ¿Cómo está yendo?
– Muy bien. Es muy bonito. ¿Te acuerdas que te conté que había estado en Europa antes de la gran catástrofe?
– Sí, lo dices siempre –yo río, recordándolo.
– Siempre dije que me había encantado, pero que me molestaba que por todas partes hubieran tantos coches, y tanto ruido. Ahora no hay ni uno, y el único sonido que se oye son nuestros pasos. El paisaje sigue tan hermoso como la última vez que estuve aquí.
– ¿Dónde estáis ahora?
– Estamos en la sección de la antigua Alemania. Estoy agradecido de que eligieran la expedición en verano, porque aquí en invierno de hielas.
– ¿Y qué estáis haciendo?
– ¿Qué has dicho? Es que la línea aquí no es muy buena, pues la hemos tenido que arreglar nosotros ahora como hemos podido.
– Preguntaba que qué estáis haciendo.
– Ah, bueno, pues simplemente exploramos la zona y analizamos los seres vivos que encontramos, en busca de restos del virus.
– ¿Habéis encontrado alguna persona?
– No, de momento solo animales y plantas.
– Oh.
– Bueno, cariño, tengo que colgar, lo siento, están reclamando mi atención.
– No te preocupes, vete a trabajar tranquilo.
– Vale. Te llamo enseguida que pueda, ¿vale?
– Sí. Por cierto, ¿sabéis ya cuando volveréis? –no recibo respuesta–. Se ha cortado la llamada.
– ¿Era tu padre?
– Sí. Perdón por haberme puesto ahora a hablar por teléfono, pero es que hacía ya más de dos semanas que no tenía noticias suyas y...
– No te disculpes, lo entiendo perfectamente –Chad me sonríe comprensivamente–. ¿Y cómo está?
– Dice que bien, y que el paisaje es muy bonito allí.
– ¿Sí? Me gustaría poder verlo. Estaría muy bien poder ver un poco más que solo los EUP.
– Si. Papá viajó allí ya unas cuantas veces con mamá antes del virus.
– ¿Enserio?
– Sí. Me ha contado todas sus historias. Le encantaba viajar. Hacía planes de ir por todo el mundo.
– Ojalá pudiéramos ir.
– Estaría bien –ambos nos quedamos en silencio, soñando despiertos, hasta que recuerdo algo–. Por cierto, ¿qué me estabas diciendo antes de la llamada?
– Ah, sí. Julian me ha pedido que te invite a pasar la tarde en su casa. ¿Te apetece?
– Sí, claro.
– Parece que le has gustado mucho. Es difícil que él le coja cariño a alguien.
– Yo también le he cogido cariño –sonrío–. Por cierto, ¿a qué hora iremos?
– Cuando quieras. Podemos salir ahora, si quieres.
– Vale, perfecto.

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