7. Historias del pasado

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Solo me paro cuando el teléfono me vibra en el bolsillo de los pantalones

<Eve, le he dicho a tu padre que te apetecía tomar el aire, así que has ido caminando, ¿vale?>
<¿Por qué?>
<¿Por qué, qué?>
<¿Por qué no lo has denunciado?>
<¿Por qué debería?>
No respondo.

– Oh, cariño, ya has llegado –dice papá, al verme entrar–. ¿Cómo te encuentras? ¿Estás mejor? Chad me ha dicho que no te sentías muy bien.
– Estoy mejor, no te preocupes –contesto yo, tratando de sonreír para tranquilizarle–. ¿Dónde está Chad?
– Está en el baño, cambiándose.
– Ya no –dice Chad des de las escaleras–. ¿Cómo te encuentras, Eve?
– Mejor, gracias –no sé a qué estará jugando, pero tenemos que hablar para aclarar lo que ha visto hace un rato.
– Me alegro –y me sonríe.
El timbre suena y papá va a abrir. El repartidor de las pizas se las entrega y papá paga.
– Hemos pedido una pizas, cariño, espero que te parezca bien –dice, después de cerrar la puerta.
– Sí, claro.
– ¿Vamos a cenar?
Nos sentamos los tres alrededor la mesa del comedor y empezamos a comer las pizas que mi padre ha ordenado en silencio.
– ¿Y qué tal, Chad? ¿Ahora mismo estás trabajando en algo? –pregunta papá, sin darse cuenta del ambiente tan tenso que hay ahora mismo en la mesa.
– Sí, de echo mañana empiezan las grabaciones de la nueva película en la que estoy trabajando ahora mismo.
La cena sigue con el mismo ambiente tenso, y con papá sin enterarse, y tratando de crear conversación.

– Se ha hecho tarde, Chad, ¿por qué no te quedas a dormir? –pregunta papá, mientras recoge la mesa.
– Oh... ¿No voy a molestar?
– No te preocupes, tenemos una habitación de invitados... O si no, puedes dormir con Eve –dice mi padre.
– ¡Papá!
– Es broma –dice, y luego lo mira seriamente–. Ni se te ocurra.
– Sí, señor –Chad parece intimidado, así que papá sonríe.
– Eve, acompáñale a la habitación de invitados.
– De acuerdo. Ven –le hago un signo a Chad para que me siga.
Subimos hasta el gimnasio del piso de arriba y le muestro una puerta. La abro y entramos.
– Esta es la habitación de invitados. Esa otra puerta es el baño. Si necesitas cualquier cosa avísanos.
Empiezo a caminar hacia las escaleras, pero Chad me agarra el brazo y me impide seguir.
– ¿No crees que deberíamos hablar? –dice, mirándome fijamente.
No contesto, pero le sigo hasta a habitación y me siento sobre la cama. Él hace lo mismo y nos miramos.
– Dijiste que no te gustaba.
– Lo sé. Y no me gusta.
– Te dije que te apoyaría si te gustaba.
– Lo sé. Y no me gusta.
– Te he dicho que no tengo ningún problema con eso, solo... No me mientas –suspira.
– No te estoy mintiendo. ¿Tanto cuesta de entender? No me gusta.
– Os estabais besando.
– Corrección –le miro a los ojos–. Él ha dicho que yo le gusto, y me ha besado. Luego yo le he empujado.
– Pero...
– Pero nada. Es así.
– Yo... Lo siento –parece arrepentido de haber tomado conclusiones erróneas de lo que ha visto.
– No pasa nada –le sonrío.
Parece que la tensión se disipa, y él sonríe también.
– Bueno, ahora que hemos aclarado esto, también quería hablar sobre la entrevista que te comenté.
– ¿Crees que es buena idea?
– ¿No quieres?
– No estoy hablando de mí, estoy hablando de ti.
– Conmigo no hay ningún problema.
– Entonces supongo que está bien.
– ¿Sí?
– Bueno, tendremos que hablar con mi padre, pero supongo que no habrá ningún problema.
– Vale, perfecto –hace una pequeña pausa–. Ah, por cierto... Mañana tendré que irme temprano porque la grabación empieza a las nueve a las afueras, y antes tengo que pasar por maquillaje y eso...
– ¿A qué hora necesitas irte?
– Tendrías que salir sobre las seis o algo antes.
– ¿Tan temprano?
– Sí. En una grabación hay mucho trabajo más que solo el rodar las escenas –dice riendo.
– En el teatro no hay tanta complicación...
– Con esto no, pero tenéis que aprenderos el guion de memoria... Yo creo que eso es bastante admirable. En una película, si te equivocas, se puede volver a grabar, y ya está. Y luego, con el montaje, todo queda perfecto.
– Por eso lo más importante en el teatro es la capacidad de improvisación. Es lo que siempre se practica primero cuando vas a clases de interpretación.
– ¿Sí?
Seguimos hablando hasta tarde, y finalmente yo bajo para hablar con papá sobre la entrevista. Después de decirme que siempre que no haya ningún problema para mí, para él tampoco, ambos decidimos irnos a dormir.

Destinos de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora